La Darling
La muerte del actor Robín Williams y su triste sonrisa disparó reflexiones sobre la depresión, el suicidio y las adicciones. ¿Son las adicciones la manera de escapar a la angustia existencial? ¿Es el alcohol un sedante, los alucinógenos e hipnóticos los que ayudan a sobrellevar una vida que no estamos destinados a comprender? ¿Es la asfixia, el nudo, el círculo de baba de una selva autista que nos lleva a caminar por laberintos entre bosques de oscuro follaje, en un paisaje de siniestros fantasmas demudados, en un eterno monologo de soledad inabarcable? O existen condicionamientos biológicos, genéticos que nos ponen en las situaciones de las más compleja trampa donde parece imposible ganar la lucha que siempre es contra nosotros mismos?
Esa profunda manera de no decir nada.
La depresión como la violencia existe en todos los ámbitos sociales, no conoce edades, y aunque es más frecuente en los jóvenes tiene como presas a personas de todas las extracciones sociales, el mal va creciendo al mismo ritmo que la sociedad se deshumaniza y vende espejitos de colores, maneras de endeudarse para comprar la alegría que todo lo traduce en tormento esperable, como el mecanismo de una publicidad atormentadora que favorece el consumo y cosifica a los seres humanos con un dejo certero de crueldad.
El 45 % de los suicidios se debe al desamor, la soledad y el espanto. Después están las condicionantes genéticas, la predisposición a…y el resultado de un cerebro bombardeado por tóxicos más o menos permitidos.
La pregunta está, se abre, ¿es la depresión que lleva a la persona a ser adicta a sustancias psicoactivas o son estas sustancias las que llevan a la depresión?
Ante el caso del actor Robin Williams está vigorosamente impuesta esa interrogante. Tal vez si hubiera sido una persona desconocida no hubiera pasado de ser “el drogadicto o el borracho molesto de todas las esquinas” pero su fama lo puso en el tapete,la falta de amor, inclusive las pocas fotos familiares que se veían en internet, la familia que no lo cuidó, la sociedad que no lo comprendió y mucha “opinología” de preguntas sin respuesta con argumentos más o menos sólidos. En fin, basta ser famoso para que la cárcel de la angustia sea otra, no el destino de los doloridos de todos los tiempos a quienes no se los mira y si se puede se los recluye en instituciones psiquiátricas o cárceles sin un dejo de pena o con muecas de desprecio en la mayoría de los casos..
La depresión puede combatirse en un alto porcentaje con un tratamiento farmacológico adecuado y con grandes dosis de afecto.
Pero los datos no son esperanzadores, según la OMS la pandemia no hará más que crecer y para el 2020 será la primera causa de discapacidad en el mundo.
La patología que puede pasar desapercibida para el entorno se encuentra en un encuadre más complejo y como hay muy poca atención en “el otro” se despeña por todas las ventanas imaginables el día en el cual nadie piensa en otra cosa que en la dimensión de su ombligo.
Una persona deprimida tiene una visión desvirtuada de sí misma, baja autoestima, excesiva melancolía, cansancio, desasosiego, se encuentra atrapado en un callejón sin salida pidiendo a gritos ser ayudado pero inmerso en un silencio mortal.
Puede verse como se aleja de todos los motivos de vida, pierde la capacidad de alegrarse, las cosas que antes lo llevaban a caminar desaparecen, se encuentra permanentemente insatisfecha, la situación se prolonga en exceso.
Existen causas y detonantes como puede ser un duelo mal resuelto, la pérdida de un trabajo, haber sufrido agresiones que no se han sabido manejar por tiempo prolongado, inclusive en los estudiantes bajas calificaciones, haber sido víctimas de robos, ultrajes, abandono o una enfermedad complicada que nos hace sentir derrotados.
Existe una predisposición subyacente que se encuentra generalmente en la infancia.
Un suicidio existente en la familia debe ponernos en alerta, puede repetirse hasta una generación posterior.
Este puede prevenirse, la persona llega en general a esta decisión cuando no ve otra salida, a veces es un instante y en ese momento se resume todo, en algunos casos la prevención es imposible y es bueno saberlo, lo que bajo ningún concepto nos debe volver personas indiferentes o derrotadas frente a situaciones complejas que experimentan los que nos rodean en el mundo que si bien es ancho nunca debe ser ajeno.
Es en la infancia-ese patio al que todos volvemos- donde se encuentra la tarea más importante a realizar. Llegada la vida adulta y el pedido de ayuda nos queda ser serios con los tratamientos.
No es el único caso, la historia está llena de ellos pero poner atención sobre los seres humanos aunque ahora sea por el triste fin de Robin Williams tiene por lo menos la importancia de sacarnos por un rato del recurso fatídico y altamente contagioso de la ceguera afectiva, que a todos condena a vivir en islas inhóspitas no logrando ver que el mundo es un lugar habitado por personas y no caer de forma calladamente aguda en esa manera de no involucrarnos con el dolor de los otros.