La ex presidenta de Madrid Esperanza Aguirre acusa a sus colegas políticos de haber querido controlarlo todo desde el poder y de no haber sabido gestionar la pandemia con inteligencia. Explica que la vacuna, si se hubiera vendido libremente a su precio, de entre 8 y 15 euros, el COVID ya habría desaparecido. Unos ciudadanos la habrían comprado con su dinero y otros habrían preferido ser vacunados gratuitamente por el servicio público, pero a estas alturas prácticamente toda la población ya estaría vacunada.
Tiene razón Esperanza Aguirre al opinar que si los particulares hubieran podido adquirir libremente las vacunas España estaría abastecida de suficientes vacunas, como ocurre en otros países del mundo, todos estaríamos ya vacunados y nos habríamos ahorrado miles de muertes y muchos millones de euros gastados por el Estado. Pero la clave está en que los políticos quieren controlarlo todo y han aprovechado la pandemia para incrementar su poder.
Pero hemos tenido que someternos a la torpe compra de la Unión Europea y a la todavía más torpe gestión del gobierno de España, "Los políticos no lo han permitido para tenernos agarrados", afirma al ex presidenta de Madrid con claridad meridiana.
Ha sido tan burda, estúpida y fracasada la gestión de la pandemia que es lógico pensar que los políticos querían que la población mundial fuera diezmada y que el número de muertos fuera considerable. Las improvisaciones, la torpeza de los médicos, los retrasos en los suministros, la estupidez de los políticos, la inseguridad de las vacunas y otras muchas imbecilidades sorprendentes nos han llenado de estupor, al mismo tiempo que nos han arruinado y llenado de muertos los crematorios y cementerios, todo por culpa de una clase política tan inepta, imbécil y ambiciosa que hoy constituye el mayor problema de la Humanidad.
Jacques Attalí, asesor del presidente francés François Mitterrand, ya advirtió en 1981que tendrá que reducirse la población del mundo eliminando a muchos viejos, porque en cuanto el hombre supera los 60-65 años vive más de lo que produce y le cuesta caro a la sociedad. Y agregó que después habría que eliminar a los débiles y luego los inútiles que no aportan nada a la sociedad porque cada vez serán más, y sobre todo, finalmente, a los estúpidos. Terminó diciendo: "Por supuesto, no podremos ejecutar personas ni organizar campamentos. Nos desharemos de ellos haciéndoles creer que es por su propio bien".
Attalí sigue explicando: Encontraremos algo o lo causaremos; una pandemia que apunte a ciertas personas, una crisis económica real o no, un virus que afectará a los viejos o los mayores, no importa, los débiles y los miedosos sucumbirán. El estúpido lo creerá y pedirá ser tratado. Nos habremos cuidado de haber planificado el tratamiento, un tratamiento que será la solución. La selección de los idiotas se hará, pues, por sí sola: irán solos al matadero".
Este fragmento, que parece escrito recientemente, a la sombre de la pandemia del COVID 19, se recoge en su libro "Breve historia del futuro", publicado en Francia, en 2006.
Es lógico pensar que ese terrible vaticinio habría sido obra de un nazi o un bolchevique enloquecido, pero fue un intelectual socialista quien lo lanzó, lo que nos explica, en cierto moco, cómo la izquierda mundial está tan interesada en alcanzar las oscuras metas del Nuevo Orden Mundial, que incluye, entre otros puntos, los dos sustanciales: un único gobierno mundial, poderoso y no sometido a los controles de la democracia, y una población drásticamente reducida.
No existen pruebas, pero si toneladas de sospechas. No podemos afirmar que la pandemia responde a un diseño planeado por el poder mundial oscuro, pero hay muchos indicios que apuntan en esa dirección, entre ellos la sospechosamente torpe, ineficiente y estúpida gestión de la enfermedad y el aprovechamiento de la pandemia para incrementar el poder de los gobiernos y restringir las libertades y derechos ciudadanos.
Francisco Rubiales