Para quienes nos dedicamos a la danza, ya sea de manera profesional o como pasatiempo, el Día de la Danza se transforma en una instancia, aunque sea corta, de reflexión sobre por qué estamos danzando, qué nos lleva a hacerlo y que nos ocurre al hacerlo.
Sin embargo, también nos lleva a reflexionar sobre procesos que van más allá de la danza y que se concentran en lo esencial: el movilizar el cuerpo. Y eso, es un factor común con todos los seres humanos a través de la historia: NUESTRO CUERPO y la relación, profunda o superficial, que tenemos con él.
Por eso lectora, quiero invitarte a conectarte con tu cuerpo y a entender, mediante las reflexiones del antropólogo David Le Breton, que tu cuerpo es tu primera fuente de crecimiento, aprendizaje, identidad e historia.
Y la danza lo cultiva. Lo coordina. Lo hace consciente. Le muestra tus fortalezas y debilidades. Lo flexibiliza. La danza hace que tu cuerpo reaccione, circule y haga fluir los fluidos de vida. Acomoda tus órganos, huesos y músculos al son de la música y te libera. Te educa y te libera.
Salsa, tango, zumba, danza del vientre, danza polinésica, ballroom, merengue… tantas opciones para agregarle sabor, sensualidad (exploración de los sentidos), risas y alegrías a tu vida. Sí, habrá momentos frustrantes. Sí, habrá momentos en que sentirás te falta el tiempo. Sí, habrá momentos de lluvia y frío que te harán querer quedarte en la camita: ¡¡SUPÉRALOS!! Porque te aseguro, te firmo, que a través de la danza, SERÁS MÁS FELIZ J