Sabéis esos casos curiosos que te pasan en la vida y que luego los recuerdas y te hacen gracia. Sí, esos. En un primer momento no estas con una sonrisa de oreja a oreja porque realmente la gracia no se la ves por ningún lado, pero con el tiempo sí que le encuentras algo de divertimento en todo aquello. No voy a contar una anécdota que no esté relacionada con el cine, porque no sería el lugar adecuado, de ahí que lo que voy a contar sí esté relacionado con el séptimo arte. Más concretamente con la Odisea de sacar una entrada. Una simple y pequeñita entrada de cine.
Creo, si la memoria no me falla, que la película en cuestión era “Toy Story 3″. Y la verdad es que me sentí como Astérix y Obélix en las Doce Pruebas. Cuando una de ellas era simplemente adquirir un documento o algo similar. Ahí los funcionarios los iban mareando y casi los volvían locos. Pero siempre suele ocurrir, la realidad supera la ficción.
Vas a la taquilla y simplemente dices:
-Una entrada para “Toy Story 3″.
-¿Para la sesión de las 16.30, la de las 17.45 o la de las 19.15?
-Para las 16.30 por favor
La hora es muy importante.
-Le aviso que para esa hora no es en 3D.
Pensé cómo habían cambiado los tiempos. Normalmente las tres dimensiones eran una opción y no una obligación. Pero en fin, pasé esa reflexión por alto y también el consiguiente desembolso que suponía.
-Ya, ya lo sé. Quiero verla en 2D.
-Bueno, pero luego no se arrepienta eh? Lo digo porque en 3D se venden muchos tickets y luego igual no tiene la opción.
Esa frase me provocó un subidón que habría podido provocar el asalto inmediato a la taquilla. Saltando la barrera cuan soldado de la resistencia y soltando una buena ráfaga láser al empleado imperial. Pero me mantuve firme y guardé la compostura.
-Vale, no me importa.
-Bueno. ¿Quiere butacas V.I.P.?
Por primera vez en mi vida me sentía poco menos que de la élite. “V.I.P.”. A mí me sonaba a ese programa que presentaba Emilio Aragón en los inicios de Tele 5. Pero también significaba ser el no va más. Aunque en una sala de cine significaba más bien poco. Uno o dos euros más por una butaca que vibraba. Pensé que a la larga me saldría más rentable comprarme un vibrador en un sex-shop y activarlo dependiendo de la escena. Pero omití mis pensamientos, como es obvio.
-No. Butacas normales y corrientes.
-Ok. ¿Y…… quiere fila central o lateral?
Mire a mi izquierda y derecha para comprobar que no aparecía un gigante y un enano con traje bailando, tal y como sucedía en “Twin Peaks”, ya que la escena onírica la estaba viviendo en mis propias carnes.
-Central. Dame central.
Creo que mi propia voz empezaba a denotar algo de cansancio e impaciencia.
-Ajá… ajá… ajá. Bien, centrales me quedan la fila 10 y la 2.
Me olía la pregunta de antemano.
-¿Cuál quiere?
Y la hizo.
-La 10. La tortícolis no van conmigo la verdad.
La buena moza esbozó una sonrisa, ajena totalmente a lo que mi cuerpo me pedía. Ponerme al lado de ella, teclear cuatro cosas en el ordenador y salir pitando con la dichosa entrada.
-¿Tiene la tarjeta xxx (omito intencionadamente el nombre de la susodicha)?
-¿Cómo?
-Sí, la que acumulas puntos cuando compras entradas.
Mire detrás mío y ví que la fila, inexistente en un principio, había comenzado a tener paralelismos con la del INEM a primeras horas de la mañana. Así que respondí lo que tenía que responder.
-No, no me interesa. Voy poco al cine (y a este paso menos, pensé).
-De acuerdo.
Ya todo estaba hecho y decidido. Osea, que no tenía que haber niguna pregunta más ni ninguna decisión a tomar.
-Son 12 euros.
-Vale.
Las entradas aparcieron como si el Santo Grial hiciese acto de presencia. Como si el “objetivo” que tanto nombraba el Sr. Smith se hubiese hecho realidad. Al fin había llegado a la meta después de tanta pregunta, digna de un torturador vietnamita intentando sonsacar a John Rambo.
-¿Palomitas y Coca-Colas?
Bueno, era el día del espectador y podíamos permitirnos ese lujazo (todos sabemos el precio que llevan esos complementos en los cines). Así que hice caso a mi novia y me dirigí a la ubicación donde expedían dicha comida y bebida.
-Me pone unas palomitas y un par de Coca-Colas.
-¿Con sal o de colores?
-No sé si mandarte a la mierda o pa la mierda.
Pensé