Campanella dio un knock out. En su sexta película, se ha mostrado sólido y maduro como nunca antes. Ha conjugado lo mejor de su dirección de actores, refinado los diálogos que otrora expresara junto a Fernando Castets. Afinado su visión, con planos delicados y exquisitos, con climas soberbios, y con las mejores herramientas, perfectamente equilibradas. Todo junto y por separado, con coherencia y con un impecable envase, representa El secreto de sus ojos.
Más de dos horas, y uno sale extasiado. Sale con potencia, con esa energía tremenda que genera un buen relato. Campanella cuenta un cuento bastante redondo, y de una forma tan concreta como ambiciosa. Pero siempre previendo lo que puede pasar, y adelantándose a las circunstancias futuras, para poder así construir la trama más cerrada de su filmografía. En la receta: una novela atrapante, seductora, inteligente. Un equipo técnico talentoso, con orfebres de primera como el "Sr. Director de Fotografía argentino", Felix Monti. Y esa combinación tan bien preparada entre el drama, el romance y la decadencia. Más un elenco de primera, y de primeros. A saber: Ricardo Darín, su actor fetiche. El nuevo Luppi de las puteadas, con otro estilo, y otro contexto, pero sus “boludo” son tan argentinos como característicos en él como criatura de Campanella. Un lujo de actor, siempre arriba, con presencia, efectivo y carismático. Ideal para llevar la trama sobre sus hombros, o sobre sus ojos en este caso. Soledad Villamil. Sólida, bella pero no atractiva, inocente y ambiciosa, heroína ideal para el coprotagónico. Impecable. Guilermo Francella. Un secundario hecho a medida, bien aprovechado por este actor que logra correrse de su estereotipo, aunque no del todo, y sabe hacer crecer todos los matices de su personaje. Pablo Rago. Vale sobretodo por un largo plano dramático. Luego cumple con corrección, pero en determinado momento, su personaje lo devora, y eso le juega en contra. Alarcón, Gioia y otros, breves pero bien, en papeles fuera de lo común, acetando bajo la mirada del director.
La mejor película argentina del año hasta el momento. El director que mejor sabe combinar calidad y cantidad –de espectadores-. Vale recordar El hijo de la novia, El mismo amor, la misma lluvia, y Luna de Avellaneda.
Gracias Campanella, porque aunque no seas mi modelo a seguir, cuando vi tu última película pensé: “alabado sea el director que me transporte de ese modo durante dos horas. Bendito sea el film que genere tantas emociones y que de tanto placer a uno como espectador.” Plus: maestría visual en el plano secuencia de la cancha de fútbol. Impecable, arriesgado y difícil, pero logradísimo, sin dudas.
¡Y que sea con éxito en el Festival de San Sebastián!