Con todo el cariño

Por Siempreenmedio @Siempreblog

Hoy es Navidad. Hoy se celebra que hace 2012 años (era eso, ¿no?) nació alguien en un sitio lejano donde probablemente nunca cayó un solo copo de nieve, pero que en todas las representaciones se muestra nevado. De hecho es probable que ni siquiera naciera en diciembre. Ubicaciones espacio-temporales aparte, como yo no soy creyente (no termino de aclararme, he estado leyendo información sobre varias religiones y ninguna me convence) pues en estas fechas hago lo que muchos: aprovechar los días de fiesta para descansar (si me dejan). Nadie tiene derecho a acusarme de no celebrar las fiestas “como Dios manda”, ya que soy una impía (en su acepción de “falta de”, no de “hostil”). Miren: yo respeto a los demás. Respeto que crean en lenguas de fuego voladoras, en muertos que se levantan de sus tumbas, en mujeres que conciben de forma pura, en seres que hacen milagros, en ángeles y demonios… De verdad, lo respeto (e incluso a veces lo entiendo). Lo que no entiendo es que quieran obligar a nadie a hacer lo mismo. No entiendo que en las escuelas se quiera enseñar una religión, y no otra (si todas se creen la única y verdadera). Y menos en un país declarado laico. No lo entiendo. Y por eso, porque no lo entiendo… pues no lo comparto. No lean acritud entre líneas. Es una manifestación respetuosa y libre.

Hoy es Navidad, palabra que proviene de Natividad, es decir, de nacimiento. Todo nacimiento es una alegría. Y yo me alegro de que, aún hoy, la gente se acuerde del nacimiento de un niño hace más de dos mil años. Me gusta que la gente cante. Que estén contentos. Que gasten dinero como si no hubiera mañana (por algo luego llega la “cuesta de enero”). Que se reúnan las familias y todo eso. Me gusta. Lo veo anecdótico. Porque yo, como ser agnóstico, bicho raro, escéptico y descreído, no celebro estas cosas. El mundo es muy grande. Más allá de nuestros ombligos hay otras culturas que celebran otras cosas que tampoco me creo, pero que respeto. Y todo lo que nos haga más felices es bueno.

Pero ojo: rechazaré todo aquello que huela a miedo (los conceptos de pecado e infierno me dan urticaria), a imposición (¿religión en las escuelas públicas? ¡¿estamos locos o qué?!), a manipulación y a mentira (negar la evolución, interferir en política y decirnos qué moral es la correcta…). Vale que la Ciencia se haya quedado sin ministerio (qué dolor…), pero el pensamiento crítico no me lo quita nadie. Así que ahí queda mi felicitación. Pueden tomarla o dejarla, yo la he hecho con todo el cariño.