Y después de mucha espera, llegó el ansiado día de comprobar qué es en lo que han convertido a Conan, el legendario personaje de cómic del que me considero fan total y hasta la muerte. Y oye, he de decir que no veo por ningún lado ese supuesto descalabro y ese mancillamiento al honor de la película que John Milius dirigiera allá por 1982 con nuestro amigo Schwarzenegger interpretando al bárbaro cimmerio. Es más, me ha resultado una película entretenida, digna de ver y que trata de ser un homenaje al personaje de cómic más que un remake o nueva versión de la película ochentera, acercándose bastante al cómic pulp.
Para acercarnos a esta nueva versión de Conan tenemos que tener en cuenta varias cosas. La principal es que, por desgracia, ya no estamos en los '80. Ni siquiera en los '90. El siglo XXI ha cambiado muchas cosas en el mundo del cine y las películas no son, ni por asomo, como las de antes. A partir de ahí y después de asimilar este básico concepto clave, el resto es pan comido: ni el momento ni el contexto son los mismos, Marcus Nispel no es John Milius, Momoa no es Chuache y Tyler Bates no es ni la sombra de Basil Poledouris. Diré más: Bulgaria no es Almería, ni tiene a Cuenca con la Ciudad Encantada. Todas esas diferencias tienen su consecuencia en el resultado final. Esta nueva versión de Conan es simplemente diferente, y si me preguntaís mi opinión, me sigo quedando sin duda con la clásica, pero no le hago ascos a esta nueva interpretación del personaje con la que, vuelvo a reconocer, me divertí bastante.
Para empezar, el aspecto físico y la interpretación de Jason Momoa se acerca bastante a la idea que Robert E. Howard tenía en mente cuando creó el personaje de Conan allá por los años '30, más concretamente al bárbaro cimmerio en su juventud: un sinvergüenza prácticamente sin escrúpulos, un ladrón y un mujeriego con el ansia de venganza grabado a fuego entre ceja y ceja. Momoa sorprende a los que dudaban de su capacidad para interpretar al personaje con una actuación llena de fuerza y no exenta de expresividad, cercano a las ilustraciones que el maestro Frank Frazetta realizara de Conan durante su carrera. Fiero y de movimientos felinos, no lo hace nada mal con la espada y lo ha dado todo en las escenas de lucha. Para mí, una grata sorpresa y espero que, en caso de nuevas secuelas y/o películas sobre el personaje, Momoa sea Conan de nuevo, pues se lo ha ganado a pulso.
El otro gran personaje realmente llamativo de esta historia es el de Marique, la bruja interpretada por una genialmente caracterizada Rose MacGowan, que desprende la suficiente maldad y resulta bastante repugnante como pseudovillana de la función, sobrepasando por momentos a Stephen Lang, metido de lleno en el papel de Khalar Zym, el verdadero villano de la función y padre de dicha bruja. Las correctas interpretaciones no terminan aquí, y hay que añadir la del cumplidor Ron Perlman, siempre correcto y en ocasiones brillante, que se encarga del papel de Corin, el padre de Conan, en unas escenas breves pero intensas. Aquí no hay monólogo sobre el secreto del acero, pero casi. La pequeña decepción en cuanto al casting viene por el lado femenino protagonista, cuya responsabilidad recae en Rachel Nichols como Tamara, la "dama en apuros" de la historia, a la que interpreta con sensualidad y belleza, pero sin apenas carisma. Sandahl Bergman bien podría haberle prestado un poco del aplomo y el peso interpretativo que luciera en la versión de 1982.
Lo que Nispel nos muestra en el arranque de la película se acerca bastante a los confusos orígenes del personaje siempre según la obra de Howard. Tenemos así a un cimmerio que nació en el campo de batalla (brutal e imborrable la escena del parto), vió cómo su pueblo era masacrado y tuvo que, literalmente, buscarse la vida para sobrevivir mientras la llama de la venganza ardía constantemente en su corazón. A partir de ahí, Nispel se muestra algo torpe a la hora de desarrollar la historia, en parte por culpa de un guión no demasiado acertado y, qué duda cabe, en parte por su ligeramente deficiente labor de dirección, propia de un realizador que no termina de despegar, filmando escenas de manera atropellada y abrupta en muchas ocasiones. Además, Nispel podría haber sacado muchísimo más provecho de ciertos aspectos que hubieran dado mucho juego a la historia, como la magia en la edad hyboria, exprimiendo a fondo el personaje de Marique o las intenciones nigromantes de Khalar Zym; incluso haciendo mayor hincapié en las creencias de los pueblos bárbaros y su relación con Crom y el secreto del acero, lo que hubiera dotado al film de mayor profundidad psicológica y filosófica (cosa que no le hubiera venido mal).
Por contra, los efectos especiales le han servido a Nispel para recrear el enorme crisol de paisajes, razas y culturas del universo Conan, aspecto en el que esta versión supera a la original, máxime teniendo en cuenta los casi treinta años que han pasado entre una y otra (y las incontables mejoras y avances técnicos que ni se imaginaban en los '80). Se podría decir que hay un abuso del CGI, pero que está ciertamente justificado y no chirría en pantalla como en otros muchos films (véase Green Lantern). Otro punto a favor es la excelente labor en cuanto a vestuario, maquillaje y caracterizaciones varias que ayudan a evocar ese mundo bárbaro y salvaje sin dejar de lado cierta pátina de realidad necesaria para no dejar de creer. De la banda sonora no pienso hablar: me basta un sólo nombre para decirlo todo: Basil Poledouris. Para todo lo demás, llamad a Tyler Bates si quereís una cosita apañada para salir del paso. Hubiera sido un enorme tanto a su favor que hubieran aprovechado algo de la eterna partitura compuesta por Poledouris, sobresaliente hasta la extenuación en todos los aspectos.
En definitiva, podría estar hablando de este película y la original durante horas... Pero no pretendo aburrir a nadie, y termino reconociendo una vez más que, aunque sigo esperando ilusionado la adaptación a la gran pantalla del mítico bárbaro que haga justicia a su leyenda, esta recién estrenada versión no me parece una mala película, sino un intento fallido pero resultón de poner de moda a Conan medianta una coqueta producción de serie B que rezuma espíritu pulp por los cuatro costados. Además, entretiene y tiene sus momentos, e incluso sus puntos fuertes en los que supera a la película de 1982, pero sigue sin ser la película de Conan que baje del pedestal a la obra maestra que dirigió Milius a comienzos de los '80.