`Conan´ -no hace olvidar a Arnold pero tampoco provoca bostezos

Publicado el 17 noviembre 2011 por Cinefagos

Quede constancia de que el que aquí escribe no ha leído las novelas que escribió Robert E. Howard sobre el personaje. De ahí que si Jason Momoa sea física y mentalmente más cercano a lo que el autor mostró en sus escritos me es desconocido. Mi acercamiento al personaje se basa en los cómics que publicó la editorial Marvel (viendo los dibujos de Barry Windsor Smith o John Buscema) y en las películas de John Millius y Richard Fleisher. Aunque es evidente que la película que guionizó Oliver Stone me dejó encantado y cuando me nombran al Conan cinematográfico me cuesta desligar a alguien que no tenga el físico del actor que protagonizó Terminator.

Como todo el mundo puede tener una opinión propia -hasta que se demuestre lo contrario- hay algunos que ponen a caer de un burro al Conan de 1982. Yo me situaría en la posición contraria, donde la música de Basil Poledouris y la dirección de Millius me siguen encantando y no veo que los años hayan hecho mella en la susodicha.

Aquí vemos a Jason Momoa. Más estilizado que Schwarzenegger y bastante más parlanchín. Digo eso porque una de las críticas que se le hicieron al Conan de Millius fué el mostrar a un personaje que no era exactamente igual -seguía siendo un bárbaro de armas tomar y con mala leche- que lo que Howard tuvo en mente. Menos cerebral y dejando constancia que parecía más bien una masa de músculos con pocas neuronas.

Eso, a la larga, no ha significado que la película que protagoniza Momoa sea mejor. Pero como siempre, las comparaciones son odiosas.

Antes de ver la película me encontré con muchas, muchísimas críticas que no ponían nada bien a la película que ha dirigido Marcus Nispel, quien me sorprendió con su nueva versión de Leatherface y el remake de El Guía del Desfiladero. No así con Viernes 13, la cual si te la tomas a cachondeo puede que incluso ni te cabrees por su visionado. Así que podríamos decir que Nispel se ha especializado en remakes con mayor y menor suerte. Su buen hacer en la película que protagonizó Karl Urban (El Guía del…) parece que no cayó en saco roto y alguien pensó que se podría hacer cargo de una nueva versión sobre el conocido Cimmerio. Como decía, más de uno me dijo que Conan era un entretenimiento que más o menos se podría comparar con la película El Rey Escorpión. No tenía el empaque que mostró Millius y parecía que se iba por otros derroteros.

El desastre ha sido absoluto si a los números y a la crítica nos referimos. El aprobado de IMDB -por los pelos- contrasta con ese suspenso que le otorgan en Filmaffinity (dicha página suele ser más concisa y fiable en los votos según mi opinión), pero queda constancia de que ha sido una decepción en líneas generales. Ha eso hay que sumar su recaudación a nivel mundial, la cual supera por bien poco la mitad de lo que costó (sin contar publicidad). Posiblemente haya sido una de esas películas, junto con Cowoys & Aliens, que han tenido una promoción que no ha cuajado en el público.

No la voy a tirar por lo suelos por varias razones. La considero una película entretenida con pocas, poquísimas pretensiones. De esas que veía en los ochenta un Sábado por la tarde y lo pasaba la mar de bien. Eso no quiere decir que no tenga fallos, que los tiene, pero sí que viendo las tonterías y memeces que veo constantemente Conan me ha dejado satisfecho con lo que quería ver.

¿Quería ver acción? A mansalva. ¿Quería ver violencia, sangre y amputaciones varias? Para dar y tomar. ¿Un bárbaro contra enemigos varios y bruj@s de rigor? Pues no faltan a la cita. El nivel de adrenalina que Nispel nos obsequia en cada uno de sus fotogramas está acorde con una aventurilla al uso de Conan, no se puede pedir mucho más. Pero he ahí algunas cosillas interesantes, como el nacimiento de nuestro héroe en el campo de batalla -con el fallecimiento de su  madre-, la primera gran prueba de un jovencillo Conan -demostrando que sus ansias de sangre y brutalidad irán in crescendo-, el asalto a su hogar y posterior muerte de su progenitor (interpretado por Ron Perlman) y la falta, total, de censura en no pocos momentos que pueden dejar al fan de este bárbaro totalmente satisfecho. Con eso dejo constancia de que no ha habido tijeretazo por ningún lado y que lo que se ha rodado dudo mucho que no se haya mostrado en la gran pantalla. Casi dos horas (113 min.) donde no hay respiro y la lucha es incesante. Los efectos especiales son efectivos (sobre todo la lucha contra unos “hombres de arena”) y las localizaciones -con el susodicho repaso digital- hacen que parezca que estés en la era Hiboria.

Jason Momoa, sin embargo, lo veo igual de inexpresivo que lo era Schwarzenegger. Sí, tienen sus diferencias, pero a la larga no hay una diferencia enorme entre uno y otro. Lo borda en cuanto a nivel físico y tiene más variedad de golpes a la hora de luchar (no sólo pega puñetazos y espadazos), pero parece que hablamos de un personaje que tampoco es que pueda dar más de sí en la pantalla grande. Es como si le pedimos a un actor que interpreta a The Punisher que su rictus facial cambie en cada escena, cuando dicho personaje está siempre con el mismo semblante.

La química entre él y Tamara (Rachel Nichols) no me convenció del todo, pero hacía falta alguien que tuviese que ser rescatado y protegido como mandan los cánones. Al menos no es del todo la chica frágil que siempre ponen en este tipo de producciones, ya que en ocasiones demuestra que también sabe defenderse físicamente.

El humor, sin ser constante, se deja caer en la película en forma de violencia o momentos exagerados que harán esbozar una sonrisa a más de uno. Como por ejemplo mandando a un secuaz del villano principal a través de una catapulta, a la habitación que tiene en un barco el mencionado.

Los villanos, son eso, villanos elevados a su máxima magnitud. Otra cosa es que esperemos el carisma que demostró James Earl Jones, una batalla perdida. Aquí son lo que son, físicos. Alguien contra el que pelear pero que tampoco dejan lugar a dudas de su crueldad y de lo que harán por conseguir su objetivo final. Tanto Stephen Lang (Avatar) como Rose McGowan (Planet Terror) recrean unos enemigos a tener en cuenta. No pasarán a la historia pero al menos no te provocan la carcajada por un sentimiento de ridículo enquistado en este tipo de producciones.

Con algo de miedo en el cuerpo por lo que he expresado en los primeros párrafos, me he encontrado con un divertimento entretenido que me ha hecho recordar a algunas de las películas de hace ya unas cuantas décadas, donde tan sólo quería una historia que me entretuviese y poco más. Si quiero un Conan de calidad ya tengo la que dirigió John Millius, la cual me vendrá a la mente cada vez que me hablen sobre una adaptación cinematográfica de dicho personaje. Ésta la dejo para saciar mi sed de hemoglobina y amputaciones al más puro estilo Star Wars.

Fdo: Snake