Pero —ya ven ustedes, amigos lectores, las cosas de la vida— hace sólo unos días, me inscribía como colaborador en Suite101. Tuve noticia de este sitio colaborativo a través de un artículo en el suplemento de informática de El País (Ciberpaís) del pasado jueves; me picó la curiosidad, solicité el alta y... ¡voilà!: admitido. Ya he publicado mi primera reseña, y, si la experiencia me sigue resultando satisfactoria, espero poder publicar muchas más. Eso sí, siendo consciente de que la atención a este “nuevo frente internaútico” conlleva un incremento de algo que no me resulta generalmente grato. Dispersión.
Concentraciòn y dispersión. El ying y el yang de mis correrías cibernéticas, en tensión constante, y no siempre (más bien, casi nunca) equilibradas. En el “mundo real” (si es que eso existe; hay días en que, francamente, no lo tengo nada claro), tiendo a huir de lo espasmódico, de lo convulso, de lo acelerado. Pero en estos ciberpagos, me cuesta no ser presa de una tendencia permanente a trastear, a probar, a picar de aquí y allá. ¿El signo de los tiempos, los usos y pautas del común de los pobladores del ciberespacio? Supongo que la respuesta afirmativa vale para ambas cuestiones, pero de ello, amigos lectores, serán ustedes quienes me hayan de dar rendida cuenta. Si a bien lo tienen. En todo caso, y por adelantado, muchas gracias...