Conciencia

Publicado el 19 enero 2015 por Jcromero

Si montar es más complicado que desmontar y destruir más fácil que construir, ¿por qué no destruimos rutinas, miserias, injusticias, desigualdades y mordazas? ¿Se destruye mejor construyendo o desmantelando? Rodolfo Walsh, recordado recientemente por Verónica en su incisivo y necesario apalabrado, sentenció: «Nuestras clases dominantes han procurado siempre que los trabajadores no tengan historia, no tengan doctrina, no tengan héroes ni mártires». 

Salvo lo de héroes y mártires —preferible ciudadanos conscientes e implicados—, comparto la sentencia. ¿Continuamos tolerando la primacía de esas clases que imponen su historia, doctrinas e intereses? Hoy, más que héroes y mártires, se precisan ciudadanos comprometidos en la defensa de unas políticas públicas que se desmoronan entre los ataques de sus enemigos, la impericia de sus guardianes y la falta de coraje de sus beneficiarios.

La demolición comenzó cuando decidieron estimularnos el instinto de propiedad. Sí, como los perros de Pávlov, fuimos domesticados, conducidos y amaestrados mediante el conocimiento y control de los reflejos condicionados. Cuantos más pobres, más deseábamos el piso en propiedad, el coche, el plasma  —¡sin presidente, por favor!— o los cachivaches de última generación. Confundimos la sociedad del bienestar con la imitación burda de usos y costumbres de quienes no somos ni seremos. Nos los ofertaron a un precio canalla y, como imbéciles, caímos en la trampa. Exigimos nuestro derecho a disponer de una mal etiquetada calidad de vida y, en esa reivindicación, perdimos la conciencia ciudadana para convertirnos en simple gente que entregaba su salario a la estulticia y a la banca.

Difuminada la identidad, los referentes éticos y la autoridad de padres y maestros, es fácil dejarse seducir. El cúmulo de información, cargada de intención y contradicciones, complica la síntesis. En este escenario se produce un reforzamiento del individualismo, una pérdida de interés por lo colectivo; un cierto ensimismamiento social. Te cuentan que la utopía es una trampa y que la realidad es lo que hay, sin posibilidad de transformarla.

La amnesia y parálisis social significan la derrota del ciudadano. La crisis nos invita a mirar a nuestro alrededor, a tomar partido —si esto nos provoca náuseas, al menos pongámonos de parte de la libertad, de la solidaridad y de las políticas públicas—; tomemos conciencia social. ¿Es casual la supresión de Educación para la Ciudadanía y los Derechos Humanos? Se vaticina un abandono paulatino del estado como garante de la educación para dejarla en manos de consorcios privados y grupos religiosos. Prohibido pensar, tener conciencia, actuar. Y mientras tanto, auguran grandes males si votamos lo que ellos no quieren. No se dan cuenta. El miedo que ellos advierten ya está aquí en la falta de trabajo, en los salarios de miseria, en los desahucios inhumanos, en la desigualdad creciente, en el abandono de unos y el rescate de otros.

Si la opulencia crea injustos desequilibrios, la apatía social los tolera y alimenta. Entregamos nuestra conciencia a la estupidez y firmamos un contrato de trabajo vitalicio en favor de la banca. Pusimos las políticas públicas, sanidad y educación incluidas, en manos de quienes no mandan a sus hijos a colegios públicos y de quienes, al enfermar, acuden a la sanidad privada. Pusimos como garantes de nuestras libertades ciudadanas a quienes desprecian las libertades colectivas. Lo más doloroso de la derrota de las políticas públicas es que la hemos liquidado los mismos que más la hubiéramos necesitado.

Es lunes, escucho a The Clayton-Hamilton Jazz Orchestra:

Refundar los Servicios Públicos, Tesis sobre el instinto, Es viable la ley de dependencia, #Retos2015-Diez claves para avanzar, Ciudadano, La toma del poder (versión consumidor), zizekeando, Conciencia socialManifiesto por la educación pública, Alternativas en defensa de la sanidad pública, Las prioridades de los ciudadanos, Los pasos valientes, Tenemos la obligación de lucharUn 2015 para la ciudadanía y la salud pública.

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