El motor del universo es la conciencia, la que crea vida constantemente y la que da sentido a la existencia.
Cuando el observador es lo observado surge la conciencia.
La conciencia es percibida por el pensamiento y no al contrario. La desconexión entre la conciencia y el pensamiento provoca conflictos cuando hay un exceso de éste. El desequilibrio entre la conciencia y el pensamiento surge por ejemplo cuando el Yo quiere imponerse mediante alguna estrategia o táctica a su oponente o prójimo. La voluntad de poder fortalece al Yo mediante el pensamiento para someter al prójimo.
En este contexto la conciencia queda anulada por el pensamiento al no haber equilibrio entre estas dos esferas espirituales. La guerra está servida cuando se produce esta desconexión entre los hombres, no hay remedio sin una previa armonía espiritual en el individuo. El Yo debe estar en constante atención para percibir la conciencia y de este modo hacer que el pensamiento no apage u obnubile aquella sin ningún tipo de hipocresía ni cinismo que enmascare el espíritu del individuo.