En esta ocasión incité a mi amigo y colaborador en el presente blog y nuestro programa de radio Mariano González para que fuera mi partenaire en estas circunstancias tan peculiares. El sábado por tanto partimos hacia el recinto y yo lo hice desde Torrejón en compañía de mi ya mencionado amigo César San Miguel y cia.. Llegué allí y me tuve que separar de ellos porque había un cordón policial de seguridad que impedía estar pegado a los muros del estadio como sí se podía hacer en 2012. Aquí abajo una de las fotos que César sacó desde su privilegiada localidad.
Ahora les dejo con la 2ª parte de esta peculiar crónica la cual va firmada por la otra parte contratante de esta particular noche de sábado, Mariano González. Que ustedes la disfruten.
Cuando era más bien jovenzuelo, no diré cuánto hace de eso, y empezaba a arrimar con intención melómana las orejas a los aparatos de radio había una serie de afirmaciones que, a puro de ser repetidas, se convertían en verdades casi inamovibles: Madonna era la reina del pop, los Rolling Stones (ya entonces) eran incombustibles y también se decía que la E-Street Band era la mejor banda en directo del mundo. ¿Era justa la afirmación? ¿Está la realidad a la altura de la leyenda? Como la experiencia es la madre de todas las ciencias, la única forma fiable de despejar la incógnita es acercándose a la música.
Por causas de diversa índole mi amigo Víctor Prats y yo no pudimos convertirnos en dueños de ninguna entrada y, como ya ha sucedido anteriormente en otros eventos, tomamos la consoladora y estratégica decisión de acercarnos a los aledaños del recinto del concierto (Estadio Santiago Bernabéu) con la experiencia de poder captar auditiva y quién sabe si visualmente la experiencia musical. El aspecto de las inmediaciones del evento alimentaba solo de verlo; resulta de lo más gratificante ver a una hormigueante multitud de personas preparándose para el ritual de diversas formas: apurando unas cervezas, participando en animadas tertulias (como Víctor Prats y yo), dirigiéndose exultantes al estadio… Era como si la infelicidad, de algún modo, tuviera prohibido el paso.
Sin embargo, lo que prohibía el paso era el dispositivo policial organizado, supongo, para la eventualidad de que pudiera existir un zumbado de mentalidad medieval pero paradójicamente armado con la última tecnología armamentística. Paranoia o afán de seguridad, no sabría qué decir, el caso es que nos sentó un poco mal que no nos dejasen acercarnos más a la música. Menos mal que mi amigo Víctor con su sabiduría e instinto para estas eventualidades consiguió conducirnos a los sitios más adecuados para un seguimiento razonable. Finalmente nos aposentamos en un césped cerca del vallado regentado por la policía donde el sonido era más que aceptable.
Por eso mismo quizá sorprenda que comenzase por “Badlands”, de su relativamente poco mencionado disco “Darkness On The Edge Of Town” (1978), pero la elección, aparte de original y acertada, fue una buena forma de entrar dando una patada en la puerta. Es entonces cuando te das cuenta de que la fama de la E Street Band es algo más que un tópico; sabes que su empaque y carisma no necesitan de una exquisita perfección técnica. A eso se le llama personalidad, señoras y señores. Los Van Zadt, Weinberg, Tallent, etc. pueden seguir reclamando tranquilamente su trono, aunque en la memoria aún estén Clarence Clemons y Danny Federici.
Los sonidos de animación ya eran manifiestamente notorios en estos primeros compases del concierto, a pesar de que fue la más “ligera” por así decirlo. Se iban intercalando temas de “The River” (“The ties that blind”, “Sherry darling”…) con otros cuyo renombre no es de nivel de clásico. Y sin embargo no estuvieron nada mal, ahí estuvo p.ej “Cover me” de “Born In The U.S.A.” (1984). Al rato, llega el primer tema de relumbrón, “Hungry Heart” y la subsiguiente reacción del público fue arrolladora, cantando buena parte de la canción. Es en estos momentos cuando Bruce equipara el ejercicio de su profesión de músico a la de un especie de sacerdocio laico mediante el cual mueve a la acción a miles de feligreses. Una palabra, un gesto suyo basta para desatar destellos de pasión. Para que luego hablen peyorativamente del “rock de estadio”.
Más temas de “The River” hasta que llega otra bomba de profundidad: “The river” (canción título). No es una canción para provocar oleadas de movimientos, pero es la faceta de contador de historias, de storyteller (perdónenme el anglicismo) que es otra modalidad distinta de conmover a un estadio. Por cierto, en breves instantes nos damos cuenta de que aparte de “The River”, ésta va a ser la noche de “Born In The U.S.A.”. Lo vemos porque Bruce prosigue con la inclusión de temas menos conocidos del álbum (“Downbound train”, “Working on the highway” o “Darlington county”) y por una de las agradables sorpresas de la noche: “I’m on Fire”. Esta canción pasa por ser una de las canciones más bonitas del Boss, sutil y desesperada a un tiempo; era además una canción esquiva dado que en sus inmediatas anteriores comparecencias en Madrid Bruce nunca había optado por tocarla. A Víctor Prats y a mí nos encantó este momento y el público pareció ser de nuestra misma opinión a juzgar por cómo participó de la melodía. Todo el Madrid circundante debería de haber sacar un mechero.
Poco a poco la música va pisando el acelerador, la intensidad va creciendo y tenemos la sensación de que estamos un poco más dentro de la ceremonia. Es ya la segunda mitad del concierto y el repertorio va variando. Una favorita de los fans como “Waiting on a sunny day” (luego ya vi que con niño incluido en el escenario), quizá una de las que más ha quedado de “The Rising (2002), consigue nuevamente conectar casi eléctricamente con el público a través de su luminosa y amigable épica. Canción propia de una fina estrategia para meterte al público en el bolsillo y que fue seguida por “Johny 99”, la canción más movida del introspectivo “Nebraska” (1982). Cosa por otra parte lógica, era el momento de la acción directa y la proactividad. Que no pare la fiesta, llega el momento de una canción con trazas de himno y resultados demoledores: “Becasuse the night”, la canción coescrita con Patti Smith, y que volvió a sacar brillo a la conexión Springsteen-público con su mayestático estribillo.
La conexión no se interrumpió para nada con “Spirit in the night” y para Víctor y para mí fue un momento destacado, pues en el ínterin entre ésta y “Human Touch” (muy bien el guiño a los noventa, y con Patti Scialfa) la policía decide levantar el perímetro de seguridad y franquearnos el paso para acercarnos al estadio. Se ve que la amenaza terrorista caduca a las dos horas (lo que llevábamos de concierto más o menos). Víctor, que ya se las sabe todas de su experiencia de 2012, nos condujo hasta la puerta más adecuada para impregnarse de concierto. No fuimos los únicos congregados allí y pudimos ver a variopintos seguidores del Boss tratando de sacar algo en claro (o sea, poder ver algo) pero que a la larga solían marchar desalentados, una vez que sus esfuerzos acabaron siendo vacuos. No obstante, no nos faltó compañía en ese punto. Víctor, aprovechando su envergadura, era capaz de ver parte del escenario y me pudo dar cumplido testimonio de cuanto veía.
Ésta última fue la despedida del concierto y Bruce decidió tocarla él solito y en acústico. Yo quizá prefiera la potente versión en estudio, pero a veces en un concierto se agradece que se le den la vuelta a las cosas y se añadan otras perspectivas a las ya conocidas. Si se han dado cuenta, aparte de “Thunder Road”, he mencionado a toda una retahíla de clásicos que fueron recibidos con alborozo y contento con los fans. No podía ver a Bruce (salvo por las indicaciones de Víctor), pero a juzgar por el sonido que me llegaba de banda y público parecía que la E-Street Band se hubieran hecho con la propiedad del Bernabéu y estuviesen dando una apabullante sensación de dominio, de mando. Hay muchos sobrenombres musicales: “Leon de Belfast”, “Tigre de Gales”, “Genio de Minneapolis” (al que dedicaremos un programa este sábado, por cierto), pero si hay uno cuya coherencia es total es el de “Boss”. Él dirige, manda y ordena. ¿Y saben qué es lo mejor? Que él no pide pleitesía, no es un cantante mesiánico, no es una satánica majestad, sino que aparenta ser un artista a pie de obra, con la mayor excentricidad del rock de grandes masas: la normalidad.
No se pueden objetar demasiadas cosas del tracklist, para los buenos conocedores del Boss probablemente las sorpresas fueran relativas, pero aun así el repertorio fue bastante menos previsible y funcionarial que el de otras bandas. Yo, por mi parte hubiera gustado de escuchar “Sad eyes” (sabiendo que es poco apropiada para un estadio), alguna canción de “Tunnel Of Love”, “Lonesome day” o, por ejemplo, el jolgorio luminoso de “She’s the one”. No obstante la noche invitó a la satisfacción, y en comparación con otras experiencias de “rondadores nocturnos de conciertos” (Morrissey, The Killers), la cosa siguió estando bien y con una mayor longitud (3h 15 min. aprox.). ¿Habrá más giras de Bruce y la E-Street Band? No se sabe, “El Jefe” manda. Esperemos que sí.
Texto: Víctor Prats y Mariano González.Fotografías: César San Miguel, Andrés Vialás (y allegados) y Víctor Prats.