El origen las construcciones identitarias se da, a modo de proceso simbiótico, como un resultado de la interacción humana con el entorno natural, social y personal; simbiótico en el sentido que la cultura se compone de la cotidianidad más que pequeños fragmentos artísticos previamente seleccionados. No obstante, a lo largo de la historia, también se ha evidenciado la imposición de patrones y cánones que no necesariamente guardan coherencia con el contexto donde se exponen y desarrollan, siendo estos resultados del esnob, la manipulación mediática del poder o simplemente la aleatoriedad.
Tal es el caso, que a principios del siglo XX Colombia apuntó hacia las músicas de la región Andina central como aquellas representativas del país, desplazando en espacios académicos y cotidianos a las otras músicas regionales existentes, principalmente a través de la radio. Hoy, parece que el otro lado de la moneda estuviera vengándose de los años de marginación, pues no hay pueblo del país -sin importar si está a la orilla del mar o recostado entre las altas cordilleras- donde un vallenato o una salsa no suene en sus calles. Los místicos dirán que es fruto del karma, los analistas histórico-musicales argumentarán que se debe a la recepción y bonanza de las discográficas desde los años 60’s hacia las músicas del Caribe, los abuelitos tristes sollozarán que es culpa de la pérdida de la tradición -o de Petro si tienen WhatsApp- al compás de un aguardiente antioqueño o una camándula. Y yo creo que todos tienen un poco de razón. Sobre los místicos, sólo puedo apelar a que su observación no es comprobable o refutable; respecto a los analistas histórico musicales, es cierto que las compañías discográficas -en tiempos que ellos escogían qué discos eran realizables y cuáles no- moldearon el futuro creativo y fundamentalmente comercial de la música en Colombia, sin embargo, la cobertura del fonógrafo y la radio no abarcaron el entero del territorio nacional y sus geografías imposibles (para la fortuna de una enorme cantidad de música campesina que hoy sobrevive); en cuanto a los abuelitos, vale decirles que los campos nacionales donde nacían aquellos pasillos tan bucólicos han sufrido sistemáticamente una serie de vulneraciones y cambios que hacen imposible quedarse en el ensueño añejo, y que no se trata de una “pérdida de tradiciones” sino una transmutación de éstas.Así, es pertinente reflexionar los discursos hacia el arraigo que plantean que “nuestras músicas están muriendo”, pues en mi entorno, el uso campesino del tiple y la bandola en El Carmen de Viboral cayeron en desuso hace muchos años. No obstante, también han existido procesos urbanos de estudiantinas y músicas de plectro, como en el cual yo empecé este trasegar musical. Y que su existencia esté dada es maravillosa, lo que difícilmente digiero es que este tipo de conjuntos y procesos formativos se vanaglorien con la retórica de “salvadores de las tradiciones musicales”, cuando, en su mayoría, hacen música contemporánea. Por consiguiente, aseverar que la música de plectro está muriendo es, desde mi perspectiva, irresponsable.
Festivales como Concierto-Encuentro permiten visibilizar la cantidad y calidad enorme de personas en torno a una práctica musical común, así como un traspaso generacional de la misma. Que su desarrollo se dé a través del diálogo entre organizadores e intérpretes, suministra una serie de posibilidades en términos de la construcción identitaria, de la reflexión de la misma, además del devenir de los espacios académicos y formativos de los futuros músicos del país. Aunque dada la exquisitez musical expuesta por los ensambles de la noche, su ejecución se justifica y es por sí sola, la posibilidad de entretejer riqueza a través de la palabra amplía la práctica a no sólo volcar las reacciones emocionales y técnicas propias del arte, sino escudriñar en un contexto más profundo a través de la conversación.
De este modo, me alegra saber que Concierto-Encuentro apunta a la contemporaneidad que vivimos, aun sin resistirse ante la “tradición” que perdura tímidamente entre los diapasones de guitarras, tiples y bandolas.