Volvía al FIB tras una ausencia de seis años, los mismos que llevamos como web, ya que nació el nombre y la idea allí mismo, en la edición de 2008, pero esta vez y a modo de sueño cumplido como acreditados por prensa. Para mí era, es y seguirá siendo el mejor festival de nuestro país, pese a quién pese, el que abrió el camino a todos los demás que pululan con mejor o peor suerte, y ya solamente por eso merecería un respeto que en muchas ocasiones no lo acabo de ver entre su posible público. Aquí os relatamos nuestra maravillosa experiencia, y si digo maravillosa es lo que fue, algo totalmente inolvidable, y lo haremos en dos partes para que se os haga menos denso a los posibles lectores.
Jueves 17 de julio
Con la pena de escuchar a James desde la tienda mientras nos organizábamos, entre medio arreglarnos, pulseras y todo eso, llegamos justo cuando arrancaba el concierto de Ellie Goulding, cantante que despertaba mi curiosidad desde hace tiempo por manejar un pop desprejuiciado y que me recordaba a la era más petarda de Goldfrapp.
Supongo que a los asistentes a su concierto, much@s jovenzuel@s por cierto, les debió parecer igual de bien ya que disfrutaron de un espectáculo muy vistoso, armado de canciones efectistas y ejecutadas por una chica con más belleza que carisma pero que tampoco estuvo del todo mal.
El siguiente paso era descubrir a Tinie Tempah, cosa que visto en la distancia podría haberme evitado, ya que se me hizo realmente eterno ese mejunje de hip-hop, trance y vete a saber que más, pero bueno, había que hacer hora para el que era realmente el plato fuerte de la noche, tanto para mí como para mis acompañantes.
Y ese no era otro que Amable Dj, colaborador muy a su pesar de esta humilde web, y que nos hizo un poco de guía en nuestra primera incursión en la zona vip, a la que entramos como Paco Martínez Soria cuando llegaba a la ciudad con las gallinas en el cesto. Sesión llena de hitazos nuevos y antiguos, con esos cambios perfectos que solamente él sabe hacer y un broche de oro ideal para nuestra primera jornada fiber.
Viernes 18 de julio
Amanecimos como pollitos en la tienda, cosa que repercutió en nuestras fuerzas posteriormente, y diluyó de un plumazo la duda de si ir a ver a Manel o no.
Por suerte lo evitamos y llegamos con el sol aún quemando al concierto de Albert Hammond Jr., el cual nos brindó un concierto sin fisuras, con una banda perfectamente ensamblada (incluso en la vestimenta) en la que destacaba un guitarrista que por momentos parecía poseído por Brian May, que regalaron energía a raudales con versión de Buzzcocks incluida.
Lo siguiente en nuestra libreta marcado en rojo era el emblemático Paul Weller, quién en dos ediciones anteriores me había parecido un verdadero coñazo, pero que esta vez me salvo la papeleta al menos. Ni que decir mi momento de euforia cuando tocó mi favorita de su última etapa, From The Floorboards Up, cosa que mantuvo en la primera parte del concierto, pero que a mi entender se fue apagando a medida que avanzaban el repertorio. Y nada más terminar, cayó el diluvio universal por unos minutos en forma de nubarrón, que se saldó con pingües beneficios para los de Pringles y sus gigantescos chubasqueros y que fue fugaz, muy fugaz.
Tras eso, el turno de Jake Bugg, quién con su primer disco robó el corazoncito de quién escribe estas líneas y que con el segundo me dejó más bien frío, cosa que al dedicarle la mayor parte de las canciones a este último, provocó el mismo resultado, pero lo que queda claro y evidente es que la criatura es un maquinón con un potencial increible.
Me acerqué a ver que se cocía en el de Tame Impala, pero la cosa no se arregló, ya que estuvieron ya desde el arranque y decidí fugarme y hacer hora para los siguientes. No pensó lo mismo mi colega telúrico Axl, al cual no decepcionaron lo más mínimo, y disfrutó de lo lindo con Elephant, Feels Like We Only Go Backwards, Solitude Is Bliss, o con Apocalypse Dreams con la cual cerraron su actuación.
Kasabian eran las verdaderas estrellas de esta jornada, cosa que quedó patente al ver la cantidad de gente que fué capaz de aglutinar en su actuación, cosa que provocó que acabara disfrutándola en la pantalla de zona vip fresquito y en una hamaca.
Un frontman divertido y canalla y unos temas que sonaron como sonido celestial para los allí presentes y en la que dejaron caer sus ya múltiples éxitos como Fire, Club Foot, o las más recientes Bumblee Bee y la redondísima Eez-Eh.
Aguantamos el tirón por curiosidad y por admiración a la gente de la sala Ochoymedio de Madrid para ver la sesión de Luiliminili, probablemente demasiado ochentosa para mi gusto, pero que también iba bien, ya que no estaba para demasiados trotes más. Y a reposar para la siguiente jornada...