3 años y 4 días después, me reconcilié con una de mis bandas favoritas de los últimos tiempos. Uno de los 3 grupos que forman el trío de mis preferencias surgidas en la última década junto a The Killers y Editors; me estoy refiriendo a la banda neoyorkina Interpol. El motivo por el cual estaba algo resentido con este grupo, fue la experiencia en parte negativa que sufrí en su última visita a la capital, el 8 de noviembre de 2007. Aquel día, sufrí (y no sé si es debido a ordenes que emanen del grupo o su entorno, luego les explico) la ira por parte de los vigilantes de seguridad, que se afanaban en que nadie sacara una mísera foto del concierto celebrado en la sala La Riviera. Este hecho ya lo conocerán muchos seguidores del blog, porque no me canso de denunciar aquello una y otra vez (y más si pueden ver la calidad “tan alta” de las fotografías que aquí les dejo, llevadas a cabo con mi cámara “tan profesional, efectiva y nítida”; en todos los conciertos a los que acudo, veo que cualquiera con una cámara aparentemente más cutre consigue unas fotos mucho mejores, o al menos no tan oscuras). Por cierto, les dejo otra de las pocas imágenes que saqué en aquella ocasión, en este caso en la que podemos ver a Daniel Kessler concentrado en su guitarra, la cual sumada a las 2 que subí de Banks en el artículo de revisión de “Turn On The Bright Lighs”, suponen lo “mejor” que saqué en aquella ocasión.
Como no era mi intención estar en primera fila, más que nada por no darme mucho a ver, llegamos a las inmediaciones del recinto sobre las 19h, unos 20 minutos antes de que se abrieran las puertas del Palacio Vistalegre. Intuía que mi entrada me supondría algún problema, puesto que el típico ticket de cartoncito amarillo más o menos consistente de ese proveedor de entradas asociado a una entidad bancaria, en esta ocasión, supongo que por el cajero que escogí, era un simple papelucho, casi de color blanco y con las letras impresas muy borradas. Tras alguna duda por parte de los que controlaban los accesos, pude acceder al recinto; para colmo iba a ser de otra forma, porque ese papelucho me costó los 39 euros de rigor, ¡faltaría más! Al menos esa entrada tenía esos destellos vistos con las luces esas de neón, que permitieron a los empleados comprobar su validez y autenticidad.
Aún llegando no demasiado pronto, conseguí colocarme en la ya comentada posición. Suponía que ahí no llegarían las iras de los gorilas de seguridad que se sitúan debajo y delante del escenario, al no poder alcanzarme desde la valla. Me equivocaba, aunque no por mi, sino porque hubo 2 jaleos enormes, en los que varios de estos tíos se metieron entre el público, atravesando la valla, aunque no sé por qué motivo. Si hubiera sido de nuevo la toma de imágenes el motivo de la discordia, lo consideraría lamentable, pero no lo puedo confirmar.