Llegamos al recinto ferial tras dejar a nuestro nene con los abuelos mi mujer y yo y había una cola inmensa que daba la vuelta al recinto de la Plaza de Toros; en esta ocasión, el ayuntamiento optó por este emplazamiento, en lugar de la explanada habitual para conciertos al aire libre que se encuentra colindante. Tenía hasta dudas de si entraríamos, pero sí que fue posible. Eso sí, el recinto fue ampliando aforo previsto y hubo hasta gente que vio las actuaciones desde el tendido trasero al escenario, sinónimo del éxito de acogida de la edición.
He de decir que desde nuestra posición, el sonido no llegaba muy bien. Bajo en potencia. A Jordi apenas le entendíamos en las ocasiones que se dirigió al público. Cosa que no entendemos, puesto en la pradera de San Isidro, unos meses atrás, OBK sonaron muy bien. No sabemos muy bien a qué o quién echar en cara esta merma acústica.
Quizás el momento que mejor se recibió fue el que supuso "El cielo no entiende", situada en el tramo final de la actuación, antes de los bises. El público coreó muy bien el estribillo de este hit de "Antropop". Contrastó mucho con "¿De qué me sirve llorar?", tema que considero un auténtico clásico de la banda, pero que, quizás por su enfoque más íntimo con la proyección sobre la pantalla de fondo de unas velas, dejó al público asistente en un estado como de barbecho para afrontar momentos más movidos.
Jordi y sus músicos se sobrepusieron como pudieron a los fallos técnicos y ofrecieron la mejor actuacion que pudieron. Puede ser que notara a Jordi más enérgico en el concierto del mes de mayo, pero la verdad es que debe ser bastante susceptible de afectar al ánimo que nada más arrancar el show te veas obligado a parar. Además, la ya comentada falta de potencia, lastró el lustre de la actuación y el programa previsto, el cual estaba nuevamente escudado en un más que acertado y potente listado de canciones. Aproximadamente hora y cuarto de actuación, para un público muy familiar (más que el que asistió a San Isidro), lleno de familias con sus pequeños de acompañantes para ver si se consigue que hereden los gustos musicales de sus padres, lo cual no estaría mal.
Chimo Bayo no experimentó problemas de sonido. De hecho, él dispuso de la potencia de sonido que no tuvo OBK. No sé si influyó que nos situamos algo más centrados y filas mucho más abajo y todo esto se debiera a la situación dentro de la plaza de toros. Para entonces, cuando comenzaba "Bombas", llegó nuestro amigo Rubén Herráez, que tenía ganas de ver a Bayo aunque fuera unos minutos y que lastimó perderse a OBK, y poco antes de que Chimo acabara, nos fuimos a cenar algo a un local cercano.
Posteriormente, retornamos a la plaza. Chimo Bayo había acabado ya hacía un buen rato, pero todavía quedaba el fin de fiesta con Jesús Elices pinchando sesión revival. Estuvimos unos pocos minutos más, lo suficiente para que Jesús nos trasladara 25 años atrás, más o menos. Guiños a la mítica y desaparecida discoteca local Bachatta, donde Elices fue dj, y un ambiente que nos recordaba a tiempos pasados.