"¿De qué servirá, pues, que la composición esté bien escrita, si no produce buen efecto? Y así, los que tal juzgan no conocen la música común, juzgando malamente con la vista lo que aún no pertenece al oído, que tiene algún derecho más en esta facultad que no ellas" (Padre Soler).
Estas palabras del propio Padre Antonio Soler sirven de introducción a la tarea que realizó como compositor tanto de música religiosa como cortesana. Y nos predisponen a conocer un músico diferente a todos los que lo rodean en el Barroco tanto por su estilo como por su forma de entender la música.
Nuestro protagonista nació en Olot de Porrera, del arzobispado de Gerona en 1729 y murió en el monasterio de El Escorial en 1783. Con seis años entró a estudiar en el Monasterio de Montserrat música, órgano y clave y donde en 1752 se hizo sacerdote retirándose del mundo para dedicarse por entero a la vida religiosa y a la composición de obras predominantemente de tecla.
Cabe recordar aquí que en esta época las obras de tecla no estaban escritas sólo para un instrumento concreto (clave, órgano, etc.) sino que servían para ser tocadas con cualquier instrumento de tecla que se tuviera a mano. Por ello, los conciertos que nos ocupan ahora, (los seis conciertos para órgano) fueron primeramente escritos para órgano pero terminaron tocándose (con alguna adaptación) para clavecín, con cuyo sonido cambia radicalmente a nuestros oídos.
Uno de estos cambios de sonoridad se deben a que la música escrita para clave tiene que ser nerviosa y articulada, en la que predominen pasajes rápidos y las florituras. Debido a esto nos puede llamar la atención desde nuestro siglo XXI que en la música barroca (en la que el instrumento estrella sabemos que es el clavecín) predominen los pasajes con muchos adornos y ornamentos, algo que sobra para nosotros, por nuestra manera de entender la música, predominantemente rítmica.
El Padre Antonio Soler no sólo escribió obras musicales, sino también un libro de teoría musical titulado "Llave de la modulación y antigüedades de la música" en el que defiende una gran libertad a la hora de crear música. Para él este arte debe causar placer en el oyente, por lo que es necesario dar libertad al compositor para conseguirlo. Atacaba también el principio de autoridad y se basaba en las capacidades expresivas de las modulaciones, con las que se cambiaba el color de la música mediante la unión de distintas tonalidades empleadas en la obra musical. Con esto la composición se hacía más rica.
Este compositor tiende a expresar los estados de ánimo mediante la música, con los recursos señalados hasta ahora, con lo que se le toma como uno de los antecedentes de los músicos románticos.
Otra de las características musicales de este compositor es que emplea los motivos pequeños y graciosos provenientes de danzas españolas. Así, según Santiago Kastner el Padre Antonio Soler "se puede considerar un lejano precedente del nacionalismo español".
La obra que nos ocupa es el conjunto de 6 conciertos para dos órganos, que es la original y que, debido a su rapidez, permite cambiar el órgano por el clave. Esta obra tiene un carácter cortesano se ve ya en el título, en el que indica que han sido escritos "para la diversión del Serenísimo Infante D. Gabriel de Borbón". Estos conciertos tienen una estructura distinta a la de los italianos, ya que están formados por dos movimientos: uno lento y un minué con variaciones. El Padre Antonio Soler no los concebía como conciertos para orquesta (como vimos que ocurría en otras zonas europeas: la escuela italiana y la escuela alemana), sino como pequeñas piezas de cámara (es decir para grupos pequeños de instrumentos), en este caso para dos órganos o dos claves.