Anoche pude asistir por fin a ver a la mítica formación americana The Long Ryders, que mantiene a los miembros originales, es decir Sid Griffin a la guitarra, armónica y el cante, Stephen McCarthy a la otra guitarra y voces, Tom Stevens al bajo y voces y Greg Sowders a la batería. Esta banda se reivindicó en los años 80, como hijos nativos de una cultura musical que evolucionaba desde Hank Williams, Bob Dylan, The Byrds, Buffalo Springfield, Neil Young hasta Big Star, por ejemplo. Con una base tradicional, ellos diseñaron un nuevo lenguaje musical nuevo y efusivo, crucial en una sociedad americana que buscaba quitarse la paja sobrante en aquellos años, pero que era lo que la mayoría de gente consumía, pastiches comerciales, no diré nombres para no herir sensibilidades.Dan Stuart abrió la noche, pero me fue imposible verle, no llegué a tiempo.
Anoche, en un escenario donde había una tela de Elvis Presley y una bandera americana con el rostro de John Fitzgerald Kennedy en uno de los amplificadores, el grupo volvía a interpretar temas donde se hablaba de sus problemas de entonces y dibujaban la realidad imperante de los jóvenes de su época, la América de Ronald Reagan, ahí es nada, es decir, un país marcado por recortes sociales, decadencia urbana, conservadurismo moral y ese aire de militarismo anticomunista y la política contra todo lo que olía a soviético, en los años finales de la Guerra Fría.Es evidente que esta banda, junto a otras, conformaron lo que se dio en llamar El nuevo rock americano, cultura popular elevada a la máxima potencia, cuya música era certera, afilada y sentida. Un country-rock con toques de blues, de powerpop y esencia de lo mejor de la música de raíz americana.
Y anoche fue un disfrute absoluto, de principio a fin, si te has escuchado sus discos como Native sons o State of our Union por ejemplo, debe de saberte a gloria bendita un concierto que sonó de lujo y que sonó clásico, pero leches era una delicia para los oídos. No debemos olvidar que esta banda está formada por músicos multiinstrumentistas y que 3 de ellos cantan, algo que adorna y embellece los temas de forma brutal, y que los dos guitarristas hacen sólos. Desde luego escuchar a un grupo como este, mítico donde los haya, es un chute de adrenalina para nuestro bienestar emocional.
Del repertorio, qué decir, joyas una detrás de otra, de su primer y maravilloso Native sons de 1984 cayeron Run Dusty Run, Tell it to the judge on Sunday, Ivory Tower, Final wild son, I had a dream o (Sweet) Mental Revenge. De State of our Union se pudieron escuchar Looking for Lewis & Clark (en los bises), Lights of downtown, Guslinger man, Years long ago, Two kinds of love o State of my Union. De aquel Two fisted tales oímos A Stitch in time, I want you bad o Man of misery. También cayeron Box cars y una versión de Don't Cry no tears de Neil Young con Dan Stuart a la voz, en los bises, de cagarse por la pata abajo.
Y por otro con un tema que noche no sonó pero que adoro de su primer disco Native sons de 1984, ese Still get by.