Trasfondo
En 1095, el emperador bizantino Alejo I Comneno envió legados a Occidente solicitando ayuda militar contra los selyúcidas. El mensaje fue recibido por el papa Urbano II en el Concilio de Piacenza. En noviembre de aquel año convocó el Concilio de Clermont para debatir el asunto. Al convocar el concilio, Urbano pidió a los obispos y abades que trajeran consigo a los señores locales de importancia.En las medidas aprobadas en el Concilio se incluía la Paz y tregua de Dios, que declaraba que no se permitía a los cristianos combatirse unos a otros excepto los lunes, martes y miércoles. Esta medida se puso en marcha para alentar a los cristianos a ir a luchar contra el enemigo en el este. Según el cronista contemporáneo Fulquerio de Chartres, Urbano también habló de varios abusos de la Iglesia como la simonía y del incumplimiento de la Tregua de Dios. Luego pidió a los cristianos occidentales, pobres y ricos, que acudiesen en auxilio de los griegos en el este, pues Deus vult ('Dios lo quiere'), exclamación con la que el papa terminó su discurso. Fulquerio recoge que Urbano prometió la remisión de los pecados para aquellos que realizaran el viaje a Tierra Santa, aunque probablemente no se refería a lo que con el tiempo se llamaría indulgencias.
Lo cierto es que el canon 9 del concilio afirma:
A quien emprenda el viaje a Jerusalén con la finalidad de liberar a la iglesia de Dios, siempre que lo haga por piedad y no por ganar honor o riquezas, este viaje se le contará como penitencia completa