El amor no solía jugar ningún papel en el matrimonio de los romanos, al menos en el primero, pues las parejas eran escogidas por quienes tenían la patria potestas sobre los hijos. Esta potestad se entendía como un medio puesto al alcance de los patres familias para obtener beneficios para sus respectivas familias, de forma que acordaban el matrimonio de sus hijos sin ninguna interferencia y conservaban esta prerrogativa mientras los filii continuaran siendo dependientes, pues los progenitores podían ordenar el divorcio de los hijos casados para volverlos a casar en función de los intereses familiares.
Plinio el joven escribe una carta recomendando un pretendiente para la hija de un amigo en el que habla de los antecedentes familiares del joven, de su formación e incluso de su aspecto.
"Me pides que busque un marido para la hija de tu hermano, responsabilidad que con razón me impones a mi antes que a otros... No hay nada más importante ni más agradable que pudieras encomendarme, nada que pueda ser asumido por mi más honrosamente que elegir un joven, digno de ser el padre de los nietos de Aruleno Rústico. En verdad que debería haber buscado durante mucho tiempo un candidato adecuado, si no hubiésemos tenido a mano y como si lo hubiésemos previsto con antelación a Minicio Aciliano, que me ha mostrado siempre un afecto muy profundo, como un joven puede mostrar a otro joven (en efecto, es un poco más joven que yo), y un respeto como a persona de más edad... Su patria es Brixia (Brescia), en aquella parte de nuestra Italia que todavía conserva y mantiene intacta mucha de aquella decencia y sobriedad y también de aquellas antiguas virtudes campesinas. Su padre es Minicio Macrino, el primero del orden ecuestre, porque no quiso ningún honor mayor; ... Su abuela materna es Serrana Procula del municipio de Patavio. Ya conoces las costumbres del lugar: pero Serrana es incluso un ejemplo de dignidad para sus conciudadanos. Tuvo la suerte de tener como tío a Publio Acilio, hombre de seriedad, prudencia y lealtad casi excepcional. En suma, no hay nada en toda esa familia que no te agrade como si se tratase de la tuya. El propio Aciliano tiene gran energía y actividad, pero unidas a una gran modestia. Ha desempeñado muy honorablemente la cuestura, el tribunado y la pretura; así, pues, te ha librado de la necesidad de apoyarle en su carrera política. Tiene un rostro noble, bien nutrido de sangre y de color encendido; la belleza de todo su cuerpo es adecuada a su condición de hombre libre y a su dignidad de senador. No creo de ningún modo que estas características hayan de ser obviadas, pues deben ofrecerse como una especie de recompensa a la virginidad de las novias. No se si debo añadir que los recursos económicos de su padre son amplios... Ciertamente para una persona que piense en los hijos y en las sucesivas generaciones, también este cálculo ha de incluirse a la hora de elegir un partido." (Plinio, Epístolas, I, 14)
No existió libertad de elegir cónyuge para los hijos, ni para los varones ni para las mujeres, hasta la época posclásica en la que por influjo de la religión católica junto al consentimiento de los padres era prestado también el de los contrayentes.
En la alta sociedad romana el primer matrimonio de los hijos se celebraba a una edad muy temprana tras unos esponsales cuando eran aún unos niños. Esta premura se debía, además de para acrecentar la importancia de la familia en la sociedad, al hecho de que la esperanza de vida no era alta y se intentaba garantizar la continuidad de la familia cuanto antes.
"A ti también, mi tía Driadia, con llorosas melodías y voz piadosa te rindo homenaje yo, nacido de tu hermana, casi tu hijo. Del tálamo y las teas conyugales la muerte envidiosa te arrebató y las honras fúnebres transformaron tu lecho en un féretro." (Ausonio, Parentalia, 25)
Era, por tanto, habitual que los contrayentes fueran unos adolescentes que apenas se conocían al inicio de su vida en común.
"Cualquier animal, cualquier esclavo, ropa o útil de cocina, lo probamos antes de comprarlo -escribía Séneca el Viejo -; sólo a la esposa no se la puede examinar para que no disguste al novio antes de llevarla a casa. Si tiene mal gusto, si es tonta, deforme, o le huele el aliento, o tiene cualquier otro defecto, sólo después de la boda llegamos a conocerlo". (Séneca, Controversias. 2.3.2)
El hecho de que el amor no fuese un elemento decisivo para contraer matrimonio en Roma, que no lo era en absoluto ni siquiera entre las clases bajas, no significa que aquél no pudiera surgir entre los esposos a partir de la convivencia.
Se puede encontrar referencias a esposos enamorados, matrimonios bien avenidos o casos concretos de viudas que no celebraron otras nupcias por fidelidad al cónyuge desaparecido. Los romanos también eran capaces de sentir amor y disfrutar de esos sentimientos, aunque no era frecuente mostrarlos en público dado el austero carácter de su sociedad. Entre los hombres, las demostraciones de amor hacia sus parejas eran consideradas un signo de debilidad masculina. Sin embargo, algunos autores recogen su tristeza por la pérdida de la esposa o la nostalgia por su recuerdo.
Algunos literatos describen en poemas fúnebres dedicados a cónyuges difuntos el sentimiento de pena que aflige al que sufre la pérdida del esposo o la esposa.
"Así consuela entonces, en la muerte, a su esposo entrañable: `Tú, parte de mi alma que seguirá viviendo, ya quien así pudiera dar los años que la inclemente Átropo me roba´ ten el llanto, te ruego y no hieras tu pecho con golpes crueles y no martirices la sombra fugitiva de tu esposa. Es cierto que abandono nuestro lecho, mas respetando el orden de la muerte, pues que soy la primera en partir. He vivido días más dichosos que una larga vejez, te he visto ya hace tiempo, deslumbrante en pleno florecer, y te he visto acercarte más y más a la diestra suprema... Así dijo muriente, y abrazó el cuerpo de su compañero, y sin entristecerse, hizo pasar su alma enamorada a los labios de su esposo y con la mano amada cerró sus propios ojos. A pesar de ello, el joven, con su pecho encendido de profundo dolor, ya colma su viuda morada con fiero lamento, ya ansía desnudar su espada, ya se dirige a las estancias altas y sus acompañantes apenas le retienen, ya se inclina sobre su amada perdida y junta con ella sus labios, y atiza, cruel, el dolor adentrado en su pecho." (Estacio, Silvas, V, 1, poema dedicado a Priscila)
La esposa ideal no es solo la que guarda fidelidad al marido y se encarga piadosamente del cuidado de los hijos, sino que también ama al esposo, en vida y tras la muerte. Por esta razón en los epitafios se recogen los deseos de los esposos de descansar juntos a sus cónyuges en la tumba al igual que estuvieron juntos en vida.
"El sarcófago que aquí ves fue instalado por Maximus en vida para que lo acogiera tras su muerte. Él erigió este monumento también para su esposa Calepodia, para que entre los difuntos pudiera igualmente
disfrutar de su amor." (Antología Griega, VII, 330)
La visión del matrimonio que ofrecen algunas obras literarias como los Parentalia de Ausonio es la de la unión amorosa de dos personas que tiene como finalidad no solo la procreación de hijos libres sino también el afecto y la compañía.
Ausonio describe el dolor por la muerte de su esposa presentando su sufrimiento como la continuación natural del amor que sintió por ella cuando vivía y lamentando tener que pasar su vejez en soledad, lo que se convierte en una tortura.
"Ahora, dolor y suplicio y herida incurable, he de recordar la muerte de mi esposa arrebatada. Noble por sus antepasados e ilustre por su origen senatorial, Sabina fue aún más ilustre por sus dignas costumbres. Tu pérdida en nuestros primeros años la lloré, todavía joven, y, célibe durante nueve Olimpíadas, aún te sigo llorando. En mi vejez ya no puedo apaciguar el dolor sufrido; pues de continuo se recrudece como recién pasado. Admiten el sosiego del tiempo otros enfermos: estas heridas las hace aún más graves el paso lento del día. Rizo, sin compañía, mis canas pacientes y cuanto más solo, más triste vivo. La herida aumenta porque calla la casa silenciosa y tiene frío nuestro lecho, porque con nadie comparto ni lo malo ni lo bueno." (Ausonio, Parentalia, 9)
A pesar de las facilidades que se daban para el divorcio, o por causa de ello, el hecho de que un matrimonio durase toda la vida estaba muy bien considerado por los romanos, por lo que la referencia a las relaciones largas y bien avenidas eran resaltadas en la literatura y en los epitafios. "A los dioses inferiores
"Raros son los matrimonios tan largos como el nuestro- los que terminan con la muerte, no acortados por el divorcio. Se nos concedió que el nuestro durase hasta cuarenta y un años sin ninguna ofensa. Desearía que nuestra unión se hubiese alterado por algo que me hubiese ocurrido a mí, no a ti; habría sido más justo para el más mayor ceder ante el destino." (Laudatio Turiae)
De ahí que en las ceremonias nupciales estuviese presente una mujer univira con su esposo aún vivo, esto es, que solo se hubiese desposado una vez, porque era símbolo de prosperidad conyugal. El hecho de haber contraído matrimonio una sola vez durante su vida era frecuentemente mencionado en los epitafios dedicados a mujeres por sus esposos junto a otros epítetos que destacaban sus virtudes. Además, no solo ocurría en caso de familias nobles, sino también en otros estratos sociales.
Para Aurelia Domitia, liberta de Augusto,
univira, una bendita esposa, muy dedicada y respetuosa con su familia.
Pompeianus, su esposo, con quien vivió veinte años.
Vivió treinta seis años." (CIL 6.13303)
Otros epítetos indicaban también el hecho de haberse desposado una sola vez (
uniiga) y de haber yacido solo con el esposo ( unicuba). Este hecho quería resaltar la fidelidad y el afecto entre esposos en una época en que los divorcios eran relativamente frecuentes.
"Aquí yazgo, una mujer casada. Por descendencia y nombre soy Veturia, esposa de Fortunatus, hija de Veturius. Treistemente, viví veintisiete años y estuve casada dieciséis, una mujer de un solo lecho (unicuba) y un solo matrimonio (uniiuga). Después de haber alumbrado seis hijos, morí. Solo uno me sobrevive." (CIL 3, 3572)
En la época de Plinio el joven la elección de una esposa adecuada era una condición indispensable para que el matrimonio de un hombre con cierto rango social fuese afortunado porque su honor podía quedar dañado por la conducta deshonesta de su esposa. El escritor señala que la presencia de una buena y devota esposa es señal de una vida bien vivida y destaca que una esposa digna de elogio debe elegirse cuidadosamente y luego debe ser formada por su esposo para aprender a comportarse de acuerdo al carácter y ambición del mismo y llegar a convertirse en una matrona que ayude a reforzar la reputación del esposo.
Plinio relata que la excelente conducta de Plotina, esposa de Trajano, beneficia a la propia reputación del emperador, pues este la ha instruido correctamente y por lo tanto toda la actitud de la emperatriz refleja la del esposo. Plotina cumple con las cualidades que se exigen a una esposa dedicada a su hogar, autocontrol, modestia y sumisión al esposo.
"En tu caso tu esposa contribuye a tu dignidad y a tu gloria. ¿Quién hay que sea de costumbres más puras que ella?, ¿quién que se conforme mejor a los ideales de nuestra antigüedad? ¿Acaso si un Pontífice Máximo tuviese que elegir una esposa, no la elegiría a ella o a una semejante a ella? Si bien, ¿dónde podría hallarse una como ella? ¡Cómo no reclama nada para sí de tu elevada posición a no ser el derecho de alegrarse por ella! ¡Con qué constancia muestra en todo momento que su afecto recae sobre ti, no sobre tu poder! Sois el uno para el otro los mismos que fuisteis en el pasado, os amáis por igual, y nada os ha dado la fortuna que ya no tuvieseis, a no ser el que comenzáis a saber con qué serenidad podéis sobrellevar ambos la fortuna." (Plinio, Panegírico de Trajano, 83, 5-6)
El poeta Ovidio en sus poemas del exilio no se limita a proporcionarse consuelo y a intentar obtener el perdón del emperador, sino que persigue obtener el afecto de su propia esposa. Él sabe que el amor debe construirse y por tanto se esfuerza por reforzarlo en las cartas que escribe a su esposa Fabia. Consciente de que el amor, tras años de relación puede terminarse, recurre al cariño y al compromiso, que, pese a la distancia, permiten cimentar la relación amorosa.
"Como tú eres la única protectora de mis intereses, ha recaído sobre ti el peso de un gran honor, ya que mi voz nunca ha enmudecido con relación a ti y debes sentirte orgullosa de los testimonios dados por tu marido. Persiste para que nadie pueda decir que son temerarios y consérvame a la vez a mí y a tu piadosa fidelidad.
Pues, mientras yo estuve en pie, tu virtud permaneció sin recibir acusación vergonzosa alguna, sino que siempre fue irreprochable. Ahora, de mi ruina se te ha formado un solar en que edificar: ¡que tu virtud levante en él un monumento digno de ser contemplado! Resulta fácil ser buena cuando se halla lejos todo aquello que impide serlo y la esposa no encuentra nada que obstaculice el cumplimiento de su deber. Pero no sustraerse a la tormenta cuando la divinidad ha comenzado a tronar, eso sí que es piedad y amor conyugal." (Ovidio, Tristes, V, 14)
Durante el primer siglo d.C. las virtudes conyugales de concordia, fidelidad, lealtad, amor y afecto se empezaron a expresar en relieves que adornaban monumentos funerarios mostrando a los esposos con las manos enlazadas ( dextrarum iunctio) como símbolo de su armonía matrimonial.
"Vitalis, liberto y secretario privado del emperador (lo dedicó) a Vernasia Cyclas, su muy excelente esposa, que vivió veintisiete años. A esta fiel, afectuosa y dedicada mujer." (CIL VI 8769)
El matrimonio era un marcador de
status social y para los libertos representaba un importante paso en su acceso a los derechos de los ciudadanos libres y un ascenso social. Independientemente de la edad que tuvieran los esposos, deseaban dejar patente la concordia que existía entre ellos y se representaban con mayores gestos de afecto entre ellos en sus relieves funerarios destacando en sus epitafios el amor, la fidelidad y la armonía que reinaba en su relación.
(A la izquierda) Lucius Aurelius Hermia, liberto de Lucius, carnicero del Viminal
Esta mujer que me ha precedido en la muerte, casta, mi única y amante esposa a la que otorgué mi alma, vivió fiel a su fiel esposo con igual afecto que el mío, nunca abandonó por avaricia sus obligaciones. Aurelia Philematium, liberta de Lucius.
(A la derecha) Aurelia Philematio, liberta de Lucius. Cuando vivía me llamé Aurelia Philematium. Fui casta y modesta, no me gustaba mezclarme con la gente. Fui fiel a mi marido. Aquel a quien he perdido fue mi coliberto y fue verdaderamente más que un padre para mí. Cuando tenía siete años, me acogió; ahora con cuarenta, la muerte me ha poseído. Él con mi diligencia ha florecido.... (CIL VI, 09499)
Bibliografía
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https://www.academia.edu/17342934/Coniugal_Concordia_Marriages_and_Marital_Ideals_on_Roman_Funerary_Monuments_; Coniugal Concordia: Marriage and Marital Ideals on Roman Funerary Monuments; Lena Larsson Lovén
https://ruidera.uclm.es/xmlui/handle/10578/1864; EL MATRIMONIO COMO ESTRATEGIA EN LA CARRERA POLÍTICA DURANTE EL ÚLTIMO TRAMO DE LA REPÚBLICA; Santiago Castán Pérez-Gómez
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Pliny´s women; Jacqueline M. Carlon, Cambridge University Press
https://dare.uva.nl/search?identifier=b69ca042-8565-4214-ae41-999d4664e9f9; WOMEN'S DAILY LIFE IN THE ROMAN WEST; Emily Hemelrijk
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