NOSOTROS SÓLO QUERÍAMOS VOLARAceptó el encargo de El Esclavo sin conocerla, pero el azar quiso que la concibiera de una forma diferente a las otras chicas a las que escribía cartas. Tuvo un presentimiento, pero lo dejó estar. Al día siguiente, cuando llevaba en su poder la carta que Ricardo Arana le había confiado, supo que no se la entregaría a Teresa, y en su lugar la invitaría a ir al cine. La vida en el Leoncio Prado le había enseñado a vivir el momento, y ya no imaginaba el amor al estilo de la “Pies Dorados”…
Hoy han levantado el castigo a El Esclavo, y le ha dicho, que irá a verla esa misma tarde. Él ignora lo del cine y la carta fuera de encargo que le ha escrito. No pierde el tiempo y emplea sus influencias para salir del colegio y verla antes de que lo haga su amigo. Cuando llega a su lado, la coge la mano y víctima de sus dotes de poeta le dice: nosotros sólo queríamos volar, pero no sabíamos cómo batir nuestras alas. Entonces, una lágrima afloró en su mejilla y antes de que ella se pusiera a llorar, le dijo que la quería.
Microrrelato de Ángel Silvelo Gabriel.