Por la largura de mis manos me tapiaron los ojos.
Por traficar con los polvos del paraíso me cerraron las puertas del jardín de la libertad.
Por alzar la mirada y después los puños me arrancaron mis hijos de los brazos.
Ahora estoy en el limbo de los injustos,vivo dentro de una caja acompañada de los culpables,respirando el aroma del delito.
Sé que un día respiraré el perfume de la libertad,que llegará el tercer grado de la culpa, que alguien decidirá que pagué mis deudas...
Mientras tanto los días se hacen largos,las noches eternas: ¡Dios mío cuánto cuesta llenar las horas!¡Señor, que el tiempo no corra más que para mí!¡Que encuentre a mis hijos con la edad de la despedida,que nada cambie; solo yo y el tiempo: que ellos sean los mismos!Me aterra que no me reconozcan,me desespera que me olviden,que de tanto desearme en la ausencia hayan aprendido a prescindir de mí.
Mañana será otro día: una raya más en el muro del chabolo:
Todavía creo en los milagros, pero cada vez menos...