Esta dicotomía de la personalidad del ser humano está bien reflejada en las películas que se acercan a la trayectoria vital de asesinos en serie, como ocurre con El ángel (Luis Ortega, 2018), la traslación a la pantalla de lavada de Carlos Robledo Puch, considerado uno de los más insensibles asesinos de la historia de Argentina, y condenado a cadena perpetua por cometer once asesinatos cuando no había pasado ni la veintena. Llamado "El ángel de la muerte" porque su aspecto de joven de cara angelical no transmitía la frialdad que escondía su oscura personalidad. Convertida en el gran éxito del cine argentino de este año, y seleccionada para representar a su país en la próxima edición de los Oscar, El ángel compite en la Sección Oficial del Festival Film fra Sør y es una película singular porque su director aborda la historia desde una perspectiva irónica, salpicándola de ciertos toques de humor que resultan a veces chocantes, pero que acaban componiendo un acercamiento poco habitual a la trayectoria de un ladrón y asesino. Podría achacarse al director que le de ese aire de ligereza a una historia de crimen y muerte, y en cierto modo hay una cierta tendencia en la planificación a una "tarantinización" de una trama basada en hechos que ocurrieron realmente. Pero también es cierto que es esta decisión creativa la que confiere a la película una cierta envoltura de mordacidad que permiten acercarse al personaje sin quedar atrapado por su frialdad. Desafección que está bien reflejada en el trabajo del joven Lorenzo Ferro, hijo del conocido actor Rafael ferró, pero debutante en esta película, aquí bien secundado por un Chino Darín, otro hijo de actor, en este caso Ricardo Darín, que conforman una química especial entre sus personajes. Con sus defectos (y sus excesos), El ángel es sin duda una de las películas de la temporada.
Uno de los directores que mejor ha reflejado esta oscuridad del alma humana es el mexicano Amat Escalante, controvertido realizador de títulos que habitualmente han estado rodeados de cierta polémica, bien sea por la explicitud de sus imágenes, como el caso de Heli (Amat Escalante, 2013), o bien por la singularidad de su planteamiento, como en La región salvaje (Amat Escalante, 2016), la que es su última película hasta el momento. Como no todo van a ser películas recientes, hemos recordado uno de los títulos que forman parte de la sección retrospectiva Film fra Før (Películas de antes), que incluye algunos de los títulos que ha pasado por el festival noruego a lo largo de estos casi 30 años de existencia, que celebrará en 2020. Realizada en colaboración con la Cinemateca de Oslo, una filmoteca de amplia y constante programación de cine en el centro de la ciudad, esta sección incluye películas tan conocidas como Ciudad De Dios (Fernando Meirelles, 2002), Yol (El camino) (Serif Gören, Yilmaz Güney, 1982), La boda del monzón (Mira Nair, 2001) o Y tu mamá también (Alfonso Cuarón, 2001). Pero nos interesa especialmente La región salvaje como reflejo de esta representación del alma humana desde su perspectiva más oscura. La incursión de Amat Escalante en una cierta forma de cine fantástico, presente en ese "monstruo" que se alimenta del placer sexual del ser humano, y cuya forma tentacular recuerda en buena medida a los monstruos de H.P. Lovecraft. Pero sobre todo, La región salvaje es una película tremendamente sensual, en la que la cotidianidad más o menos trastocada por los secretos convive con la anormal presencia de este ser extraterrestre que da y se alimenta de erotismo.
En esta representación de la imperfección humana está el interés de las historias. Es lo que ocurre con la película Thunder Road (Jim Cummings, 2018), que se presenta dentro de la Sección American Independents del Festival de Estocolmo. El proyecto surge de un cortometraje de gran resonancia internacional que dirigió y protagonizó el propio Jim Cummings. En esta comedia, rodada en un un único plano secuencia veíamos al protagonista llegando al momento más absurdo del patetismo cuando pretende dar un discurso en el funeral de su madre. La personalidad del protagonista de Thunder Road (Jim Cummings, 2016) era tan singular que muchos se preguntaban qué podía haber detrás de un tipo tan inconscientemente patético. Y la respuesta la ofrece Jim Cummings, de nuevo dirigiendo, escribiendo y protagonizando este largometraje que comienza precisamente con el mismo plano secuencia del cortometraje. A partir de ahí, asistimos a la desequilibrada vida de un personaje al que acabamos entendiendo en su desquiciado temperamento, quizás no tan alocado como pudiera parecer. Aunque hay que decir que a veces la interpretación de Jim Cummings resulta algo histriónica, también por la misma representación del personaje, en general Thunder Road es una comedia realizada con talento y, sobre todo, un inteligente estudio de personaje que tiene más profundidad de lo que se ve en la superficie. Y que complementa con acierto una historia corta que, ésta sí, daba para desarrollar una trama más compleja.
Pero, a pesar de su mayor positivismo frente a la protagonista, mucho más liberada en ciertos momentos, aquí se pierde una oportunidad de oro para haber podido desarrollar con mayor complejidad unos personajes que podrían haber compuesto una película no solo con cierto aire conmovedor, sino mucho más rica en matices. En todo caso, Puzzle es un drama con ciertos toques de humor que funciona en su condición de retrato de la opresión de un machismo soterrado.