En el antiguo Mercado de verduras y hortalizas del Borne, muy cerca de la Basílica de Santa María del Mar, es donde la Generalidad y el Ayuntamiento de Barcelona, también en manos de CiU, han creado un centro cultural dedicado al asedio de Barcelona en 1714 sobre las pretendidas ruinas de la destrucción borbónica, con un par de exposiciones “históricas” en las que las tropas de Felipe V van de blanco y los defensores austracistas de la ciudad visten de azulgrana. En los plafones explicativos se habla de “guerra entre Estados” y se afirma que el final del conflicto sucesorio entre Austrias y Borbones supuso el fin del Estado catalán y de las libertades individuales y colectivas.
De tal manera, el nacionalismo catalán considera el Mercado la “zona cero” de Cataluña. Otra de las curiosidades de lo que los residentes en la zona han bautizado como “el valle de los caídos català” es el mástil de la senyera que preside el conjunto, de diecisiete metros y catorce centímetros de altura”. Y prueba de la importancia que le dan al recinto y a las exposiciones es que la consejería de Educación ha dado instrucciones para que el Centre Cultural El Born sea de obligada visita por los escolares, “público” al que va dirigido el material audiovisual.
Pues ahí es donde el dirigente del PP catalán Alberto Fernández Díaz ha alquilado una sala, la dedicada al general Moragues, para dictar una conferencia titulada “Otra historia de Cataluña”, cuyo contenido vendría a desmontar los mitos y leyendas que Convergencia y ERC agitan en el Tricentenari, la campaña masiva de propaganda que arrancó con el simposio “España contra Cataluña” y que se pretende culminar con un referéndum el 9 de noviembre. Y ahí, en medio de la “zona cero”, en lo que el nacionalismo considera “suelo sagrado”, el vestigio de la destrucción española, las huellas de lo que quedó después de que las tropas obligaran a los habitantes a derruir sus casas para construir la Ciudadela, el PP ha plantado un plafón con la bandera de España para celebrar el primer acto de partido que alberga ese espacio, una cita entre la profanación y la provocación, en contra del referéndum y a favor de España en una ciudad en la que el alcalde, Xavier Trias, prohibió un rodaje de la serie de TV sobre los Reyes Católicos porque no se ceñía al guión nacionalista de la Cataluña estado independiente desde tiempos de los romanos.