En cualquier caso, la reflexión no empieza mal con ese juego relativo a su edad como escritor de ficción. "...empecé mi carrera como novelista hace cosa de treinta años. Me considero, por lo tanto, un novelista muy joven y ciertamente prometedor...". Y es cierto, Eco publicó su primera novela El nombre de la rosa con 48 años, cuando ya era un famoso semiólogo.
Además, continúa de forma interesante desbrozando con ironía y perspicacia su concepto de escritura y derivando hacia los diferentes estadios de la creación como la inspiración, la construcción del mundo ficticio, las restricciones literarias o las dobles codificaciones. Después avanza con buenos resultados hacia otros terrenos como la interpretación de los textos. De hecho alcanza cotas interesantes cuando analiza la parte dedicada a los personajes de ficción y "su capacidad para hacer llorar a la gente" porque "no consideramos mentiras las afirmaciones de ficción". Y lo hace de una forma ingeniosa como cuando dice que "en general, los lectores aceptan como irrefutable la idea de que Ana Karenina se suicidó".
Es a partir de esa parte, cuando Eco pone el punto muerto y deja llevar sus confesiones/ensayo por una senda mucho más cómoda dedicando cerca de 80 pági ~ados, a todo tipo de listados literarios, lo cual sin duda tiene su interés, pero parece excesivo. Y lo explica así "el gusto por las listas de libros han fascinado a muchos escritores". Y sigue "hacen listas o bien cuando el conjunto de elementos del que se ocupan es tan extenso que escapa a su capacidad de dominarlo, o bien cuando se enamoran del sonido...". Añadiría que también cuando quieren alargar un libro de manera artificial.
El ingenio de Eco se demuestra a lo largo de sus confesiones, no así el trabajo que en gran medida se ha realizado para aprovechar el tirón de su última novela y satisfacer una demanda editorial.
Confesiones de un joven novelista
Umberto Eco
Editorial Lumen
Págs. 205