Confesiones de un psicópata adolescente

Publicado el 07 enero 2019 por Rubencastillo

Ángel Salazar Ugarte nació en la localidad murciana de Alcantarilla, hijo de un humilde albañil y una mujer que se ocupaba, como tantas otras en su tiempo, de la intendencia de la casa. Unos años después, nació su hermano pequeño. Hasta aquí, el dibujo doméstico que José Antonio Jiménez-Barbero nos plantea en su novela no resulta demasiado llamativo. Pero las cosas cambiarán cuando su protagonista, que narra los hechos en primera persona, nos explique que no soportaba los continuos lloriqueos del bebé y que por eso tomó la decisión de ahogarlo con la almohada. Descubrimos en ese instante el desequilibrio mental grave que padece Ángel, y que no irá sino ampliándose, enturbiándose y adoptando ramificaciones a lo largo de la obra: compañeros de clase a los que humilla, golpea o extorsiona; niñas de las que abusa de una forma inicua; animales a los que tortura salvajemente; vecinas a las que somete a actos vandálicos; trapicheos con la droga… Apenas es concebible un modo de la barbarie en el que este angelito (valga el juego de palabras) no incurra con entusiasmo.Pero sus tormentosas andanzas sufrirán un grave revés cuando un suicidio y un homicidio pongan a las autoridades sobre alerta y Ángel sea condenado a cumplir dos años de internamiento en un centro de menores donde recibirá medicación antipsicótica y donde tendrá que enfrentarse a varias personas que, quizá tan virulentas y tan despiadadas como él, pretenderán anularlo.Con esta obra audaz, bien documentada, carente de melindres y que se enfrenta sin tapujos con los meandros cenagosos de una mente enferma, José Antonio Jiménez-Barbero logra el propósito más difícil: que su ficción suene a verdad, que nos creamos a su protagonista y, sobre todo, que nos preguntemos cómo es posible que una novela nos perturbe tanto, nos desazone tanto, nos revuelva tanto las tripas. Todo un logro por parte del autor. El esfuerzo, espectacular y complejo, produce unos resultados inigualables.