"Cuando se hizo Terciopelo Azul, nadie en la compañía de Dino De Laurentiis sabía qué hacer con ella. Creían que la película encajaba en alguna categoría entre lo ridículo y lo horrendo y pensaban que no iba a tener público. Sin embargo, los ejecutivos de Dino (De Laurentiis) decían todo esto en voz baja y con cuidado, porque sabían que Dino estimaba mucho a David Lynch y que él mismo había permitido que Lynch hiciera la película que quisiera sin intervención de nadie... Alguien le preguntó cuidadosamente a Dino si sabía de qué trataba la película. De Laurentiis admitió que no le entendía nada. Pero que le gustaba mucho.Bueno, total, que me llaman de las oficinas de De Laurentiis... Y que me muestran el filme. Lo vi completamente solo. Luego salí y los ejecutivos me estaban esperando. Les dije que era una obra maestra. Es una de las pocas cosas de las que estoy orgulloso: mi juicio le ayudó a la película para que fuera estrenada como merecía".
David Thomson, crítico e historiador de cine.