Confidencias, comilona y cine

Por Negraflor @NegraFlor_Blog

Cuando el plan B se convierte en plan A

El sábado tenía un plan bastante estupendo: pasar el día con dos chicos a los que aprecio mucho. La cosa pintaba bien; yo estaba hecha a la idea de que iba a ser un día interesante, enriquecedor y divertido, por supuesto. Sin embargo, la cosa se torció, y tuvimos que desconvocar el encuentro. Con lo cual me quedaba sin plan. Y a mí no me gusta quedarme sin plan, ya lo sabes. A ver, no es que me muera si me quedo sin nada que hacer; pero, los días que ya tengo en mente que tengo cosas que hacer, si eso que tenía pensado hacer se tuerce, necesito un plan B.

Y ahí apareció mi amiga A., cuando comenté que me apetecía pasar el día por Barcelona. A. es una vieja amiga que he recuperado gracias a las redes sociales; no nos vemos mucho, por lo que sea, pero la confianza que nos tenemos es brutal. Puedo hablar con ella de lo que sea, sin problemas, porque el nivel de entendimiento entre nosotras es muy grande. Este verano ya salimos una noche, después de siete años sin vernos -que se dice pronto-, y dijimos que teníamos que volver a vernos. Bien, pues A. acudió a mi rescate, me dijo que vendría a buscarme y que ya haríamos lo que fuera. Y así fue.

Y bien, ¿cuál es el plan? Pues decidimos regresar a Barcelona, comer en algún sitio cuco y apañado y, si encartaba, hacer un cine. Y así nos fuimos hacia el barrio de Gracia; tuvimos suerte y aparcamos enseguida, y decidimos ir a pasear por el barrio, que es muy bonito.

Paseando entre calles y plazas descubrí una tienda de complementos con unas cosas preciosas! Pero soy tan desastrosa que no apunté ni nombre de la tienda ni la calle; pero tengo a A. para preguntarle, y eso haré. ¡Porque vi una de pendientes y anillos que me quedé loca! Y, bueno, no se trata de ir a Barcelona expresamente para comprar chucherías en esa tienda, pero estando ya allí algún otro día, puedo aprovechar.

Después de pasear un rato, entrar a un cajero automático a sacar dinero y que la señoara que quería sacar después que nosotras se metiera dentro en vez de esperar en la calle, nos dirigimos hacia el restaurante, a comer, que ya iba siendo hora.

El restaurante se llama Lalola**; de entrada, y visto desde la calle, pasa por un restaurante, normalucho, sin más; un sitio al que seguramente no entrarías si no te hablasen de él; no por nada, sino porque, seguramente, no repararías en él. Buscarías un sitio más moderno, más nuevo o más chic… y pasarías de largo de Lalola. A mí, por suerte, me llevó A. Y luego, dentro, descubres un servicio excelente, atento, amable a más no poder, que te hace sentir genial. Creo que en pocos restaurantes me han tratado tan bien como en Lalola.

Durante el camino mi buena amiga se dedicó a advertirme de las grandes cantidades de comida que sirven en el restaurante. Yo le iba diciendo que-sí-que-sí; además, teniendo hambre como tenía, ya me iba bien que las raciones no fuesen las típicas de los restaurantes de cocina creativa, en los que te ponen un plato de un metro de diámetro, y justo, en el centro, te ponen dos albóndigas decoradas con un pétalo de rosa.

Llegamos y tuvimos que esperar, porque había cola. Mi amiga A. saludó al gerente y después, en cuanto hubo una mesa para dos, nos acomodamos. Pedimos, para compartir, unas patatas bravas y unos chocos. Y yo pedí una ensalada de pollo y una pizza diabola (con salami y salsa picante). Pues las raciones son tan grandes que, después de las papas y los chocos a medias, y de dar cuenta de la tapa de ensalada de pollo (tapa, en plato de postre, ojo), no quedó sitio para menos de media pizza. Y ni hablar de tomar postre, obviouslymente.

Salimos de allí caminando (cuando lo que procedía era salir rodando), y decidimos hacer un cine; así que nos subimos al coche y nos fuimos al centro comercial Splau, en Cornellà de Llobregat. Estuvimos mirando la cartelera y como, para nuestra desgracia, las dos películas que nos hacía gracia ver -Los amos de Brooklyn y otra de la que no recuerdo el título (soy lo peorsito)- las daban muy tarde; una a las nueve de la noche, y la otra, en sesión golfa, a la una de la madrugada. Así que, visto lo visto, decidimos entrar a ver Con derecho a roce (Justin Timberlake, Mila Kunis); la película es una comedia romántica; no es un peliculón, la verdad, pero para pasar el rato sin tener que pensar demasiado, no estuvo mal, y nos reímos un rato.

Eso, en cualquier caso, no es lo más importante. Lo realmente importante es el hecho de sentir que me reencuentro con A.; lo realmente importante fue que no dejamos de hablar, compartir confidencias y reír las horas que estuvimos juntas. Eso es lo realmente importante. Que volví a casa con las pilas cargadas después de un día de no hacer demasiado, comer mucho, y disfrutar al máximo. Y eso es lo realmente importante.

Tenemos que repetir. Y espero que sea bien pronto.

**Restaurante Lalola. Calle Escorial, 15. Barcelona