Congelado vivo

Publicado el 18 enero 2011 por Monpalentina @FFroi

Cada cultura y cada persona vive el hecho de la muerte de una forma. Entre los indios Tobas, que habitan en el Chaco (Argentina), cuando el payac o curandero dictamina que el mal del paciente no tiene solución, se le remata de un golpe de macana en la cabeza. La tradición no nos dice si les matan para que vivan luego, o les matan para que dejen de sufrir. Pero al hilo de estas historias, hay un reto que yo quiero mencionar aquí. "Un hombre ha sido congelado vivo" Esa fue la noticia que saltó a los periódicos en enero de 1967. El doctor James H.Bedford, californiano de 73 años, estudió la fórmula para resucitar en el momento en que se descubriera la receta eficaz para curarle. Bedford enfermó de cáncer y una vez que tuvo su congelador dispuesto, en su castillo del distrito de Maine y Loira (Francia), este biólogo y catedrático de medicina se dispuso a esperar para entrar a formar parte de esta insólita aventura. Pero antes murió Monique, su esposa, y en base a un acuerdo que ambos hilaron en vida, fue ella la que pasó a ocupar su puesto. Entonces el asunto trascendió envuelto en una aureola de misterio, y aunque no se difundió la técnica de hibernación, sí se supo que la sangre de la mujer fue cambiada por heparina y líquidos anticongelantes y su cuerpo encerrado en una cápsula a 220 centígrados bajo cero. Los compañeros médicos se mostraron excépticos. Es posible impedir el proceso desintegrador en ciertos componentes, como los glóbulos, la médula, el esperma, pero nada había en aquel momento que pudiera salvar los riñones, pulmones, corazón y cerebro.
Mucho hemos avanzado desde entonces. Avanzaremos más, nadie lo duda. Es posible que de la misma forma que el hombre puso el pie en la luna y estudió vivir muy pronto en ella, el hombre invente algo para despertar a los doscientos años y retocar esa berruga que fue creciendo hasta comerle entero. Ahora bien, podrá alargarse la vida, pero de ahí a evitar la muerte, nunca. Yo creo que eso sí debemos entenderlo y aceptarlo, si no con la crudeza de los indios Tobas, sí con una pizca del optimismo. Porque, ¿se imaginan ustedes una vida eterna con la envidia, el egoísmo y la destrucción que ahora imperan?
Imagen: leer para creer