Congreso internacional sobre tortura en Buenos Aires. Anotaciones ciudadanas 08/06/2013
Posted by María Bertoni in Periodismo/Medios.trackback
Eva Giberti, Eugenio Raúl Zaffaroni, Daniel Rafecas, Felipe Pigna, Jorge Taiana, Guido Carlotto, Horacio Cecchi son los nombres más reconocibles en la lista de panelistas que contribuyeron al objetivo principal del evento: visibilizar las distintas formas de violencia institucional y denunciarlas como pesadísima herencia del pasado (reciente y lejano, autóctono y vinculado con la historia de la civilización occidental). La participación de estas siete figuras resultó fundamental no sólo en términos de convocatoria (tengamos en cuenta que la tortura y sus derivados distan de ser un ítem prioritario en la agenda ciudadana) sino porque todos ellos probaron que el tema es irreductible a las consideraciones técnicas del Derecho: en efecto, terminamos de entenderlo mejor a la luz de la psicología, la Historia, el pensamiento filosófico, el periodismo, la experiencia de la función pública.
Rafecas se detuvo especialmente en el concepto de ‘tortura ubicua’, “fundamental para las imputaciones de todos los que se desempeñaron en los centros clandestinos”: desde los verdugos hasta los altos mandos, pasando por el personal a cargo de tareas administrativas como la confección de listas y de presupuestos asociados a la logística de secuestro, reclusión y traslado. En este punto, el juez federal advirtió sobre la existencia de una “estructura represiva” con distintos estamentos cuya visibilización falta precisar.
“La tortura es el corazón de las investigaciones judiciales”, agregó para luego anunciar: “todos los autores van a ser alcanzados”.
El hijo de Estela insistió en la necesidad de contar con una “firme decisión política” para llevar adelante esta iniciativa, una voluntad similar a la que en 2012 impulsó la creación de una Comisión Interministerial para la prevención de la tortura en la provincia que gobierna Daniel Scioli.
De este mismo panel, cabe destacar la muy interesante exposición de Gustavo Palmieri, secretario de Coordinación, Planeamiento y Formación del Ministerio de Seguridad de la Nación, que explicó las acciones emprendidas en los últimos dos años para erradicar la práctica del maltrato en las fuerzas de seguridad que se desempeñan en jurisdicción federal. Este esfuerzo de capacitación -que, aclaró el funcionario, “no alcanzó cambios de tipo orgánico”- apuntó a dos objetivos elementales: 1) reconfigurar el perfil profesional de los agentes siempre en el marco de la Ley y 2) replantear el modelo de autoridad y la definición del ‘uso de la fuerza’.
Retomando palabras de la Presidenta Cristina Kirchner, Palmieri aseguró que el desafío de esta iniciativa pedagógica fue (sigue siendo) implementar la consigna “La Patria es el otro” en materia de seguridad. Es decir, despojar al otro -tanto al subordinado en la fuerza como al joven de la villa- del estigma de subalterno, adversario, enemigo, criminal según el caso para ensayar un vínculo de contención, no destructivo.
Lo siguió el periodista Horacio Cecchi que denunció la función (in)visibilizadora del periodismo en relación con la tortura. El uso de eufemismos (en general, los medios prefieren hablar de “apremios”), la estigmatización de algunos actores sociales, la negación de determinados hechos y realidades y la sobredimensión de otros fueron algunas de las estrategias retóricas enumeradas, que contribuyen a la narcotización de nuestra opinión pública, a mantenerla acrítica e insensible a la violencia institucional en cárceles, comisarías, institutos de menores, psiquiátricos, geriátricos.
De hecho, para Giberti, “la tortura es una palabra cerrojo” que pasa por alto las características únicas de ese otro crimen que, además de expresar la brutalidad masculina de manera inequívoca, posee un alcance inexistente en los demás tratos crueles/inhumanos/degradantes: el riesgo de embarazo. Tras esta aclaración conceptual, Giberti criticó a los médicos, fiscales, jueces que retroalimentan la serie de prejuicios sociales tendientes a jerarquizar la gravedad de la violación según quién sea la víctima: así, la agresión a una niña o joven virgen causa más impacto (reclama más justicia) que el ataque a una prostituta, a un travesti o a un varón homosexual.
“Precisamos una recomposición del imaginario social que termine con las negatividades relativizantes” concluyó la única especialista mujer del panel, y de paso instó a distinguir entre la violación individual, la violación matrimonial, la violación grupal y la violación en tiempos de guerra.
“Actualmente en la Argentina convivimos con los escombros de lo que fue un respetado código penal”, dijo Zaffaroni tras denunciar la “fabricación irresponsable de leyes penales” por parte de legisladores que responden a los intereses de los medios de comunicación y que ignoran el origen de la verdadera inseguridad: un fenómeno global que consiste en la creciente concentración de riquezas y, por carácter transitivo, en la cada vez mayor concentración de poder punitivo o represivo, precisamente en las mismas manos que acaparan la renta internacional.
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