Una de las consecuencias afortunadas de la crisis económica ha sido la racionalización de estos gastos por parte de las empresas que financian la participación de los congresistas y la necesaria justificación, no sólo para acudir sino también de la asistencia, para lograr los permisos por parte de los centros de trabajo a quienes pretenden asistir a estos congresos en los últimos años. Y con el control del gasto ha llegado también la transparencia en la relación entre industrias del sector y los hospitales a la hora de contribuir y financiar la realización de estos congresos, una relación que ni es tan desinteresada como parece ni realmente útil a parte de los se benefician de la misma. Ello ha provocado ya las primeras quejas entre los más afectados, en los que no quieren verse identificados en un listado en el que se cuantifica, sin repercusión fiscal de momento, lo que han percibido para enriquecer su formación. La transparencia y la publicidad de estos gastos invertidos –en permisos remunerados, ayudas por desplazamiento y dietas o con la colaboración económica de firmas proveedoras externas-, en la formación de sus trabajadores por parte de la empresa pública, siempre resultará irreprochable y justa, aportará objetividad en el empleo de tales recursos y podrá impedir abusos o compromisos espurios con las empresas que subvencionan estos gastos. Hay que tener en cuenta que en España se celebran decenas de eventos de esta naturaleza cada año, sólo en el sector sanitario, a los que asisten miles de trabajadores públicos de todas las categorías profesionales. Regularizar la participación de los trabajadores y racionalizar este gasto, por parte de instituciones y patrocinadores, eran medidas imprescindibles para garantizar la necesaria actualización en la formación del personal de manera eficaz, equitativa y eficiente.
Los recelos proceden, más bien, del hecho de que se personalicen los agraciados de unos recursos que deberían estar a disposición de todos los profesionales, en su conjunto, para la pertinente actualización de conocimientos, y no destinados a premiar de manera injustificada a los más acomodaticios con la voluntad arbitraria de los que toman estas decisiones o consienten sean monopolizados por unos pocos. Y son esos pocos, precisamente, los que cuestionan una trasparencia que es exigencia ineludible para la erradicación de privilegios y evitar abusos intolerables que convierten los cónclaves científicos en excursiones turísticas.