El pasado 4 de enero leí un artículo
en ‘El País’ titulado ‘La casa común’. Al terminar de leerlo no tuve ninguna
duda de que su autor, Patxi López, sería elprimer candidato que se postularía para Secretario General del PSOE.
Aquel texto estaba vinculado con otro anterior del mismo autor fechado el 4 de
noviembre, ‘Un nuevo proyecto para un nuevo siglo’, ambos eran la proclamación
de ideas básicas para un proyecto de reconstrucción del PSOE.
Aquí hay discurso
y personaje. Seguro que dentro del PSOE hay otros individuos capaces, el mismo
Javier Fernandez cuenta con discurso serio y elaborado y transmite capacidad,
pero no parece que se postule como líder para pelear por la secretaría general
y de Borrell no se sabe.
Hasta la fecha Patxi López es el
único candidato postulado ya que ni Susana ni Sánchez han dado un paso al
frente, la una sigue enredando y buscando adhesiones pero sin mojarse
claramente, sin comprometerse con unas líneas de futuro que pudieran provocar rechazos,
así su discurso es lo manoseado durante años, algo que junto con sus gestos y
marrullerías causa rechazo en muchos sectores socialistas. A Sánchez quizás se
le haya pasado su tiempo presente, no tuvo ni tiene discurso, no parece tener
un proyecto claro, si lo tuviera lo hubiera expuesto públicamente y los apoyos
entre la militancia son mas contra el aparato del partido que a favor de un
proyecto político de futuro, salvo en lo tocante a la organización, temas como
el debate, la elección de representantes y la participación de la militancia,
son importantísimos, pero falta la línea política que indique para qué
organizarse, a qué problemas quieren enfrentarse y qué sociedad pretenden
construir.
Los debates de Podemos contienen
algunas similitudes de cara al público, lo que más trasciende son las diferencias
organizativas. Sin duda las olas del 15-M mojaron a todos, son cuestiones
importantes que explotaron en los entornos de la crisis y su gestión por partidos,
entidades e instituciones. De poco sirvieron los programas de este o aquel
partido si los representantes del pueblo no lo representaron, si los líderes de
los partidos hicieron lo que les vino en gana al margen de su militancia,
empujados por otros poderes abandonaron a su electorado.
El contrato social que regulaba los
proyectos políticos y sostenía el sistema democrático saltó por los aires… todo
fue abandonado por las élites, inmobiliarias, constructoras y empresas
financieras, -seguros, fondos, bancos, cajas- para hacer tropelías sin fin, cuyo
único objetivo consistió en llevarse el dinero a sus bolsillos, endosando al
Estado las deudas que ellos acumularon para que las pagáramos la ciudadanía y
ello encontró la complicidad de los representantes políticos que se olvidaron
de todo para ponerse a su servicio. Poderes e instituciones y representantes
elegidos, apartaron las normas éticas y se olvidaron de los representados.
Lo anterior es uno de los aspectos
de por qué en los congresos del, PSOE y Podemos y también en los del PP y Ciudadanos
se debate sobre organización y representación para rehacer propuestas que
transmitir entre los electorados y militancias respectivas. Además en los
congresos se ven obligados a debatir sobre la nueva normalidad,
caracterizarla y buscar caminos para influir sobre ella. El problema es que
sobre estos debates se escuchan menos ideas: que sucede con el monopolio de la
energía en España, y cómo diablos establecen sus precios? ello influye sobre
toda posible capacidad competitiva; la debacle del sector I+D+i que intentó
salir del túnel hasta que llegó la crisis y está en escombros; qué pasa con los
déficits que siguen y siguen sin proyectos de medio largo plazo; como se
abordará el crecimiento de los precios petroleros, del aumento de inflación,
del aumento de costes de la gigantesca deuda en curso; como abordarán el tema
pensiones y el cambio demográfico español; que prioridades de crecimiento
impulsarán y qué cambios en los sectores productivos… y qué proponen para
resolver el endemoniado lío en Cataluña y costes económicos y sociales de cada
postura, etc. etc.
La nueva realidad naciente con el
cambio de siglo y puesta explosivamente en evidencia con la crisis es la
cuestión de fondo sobre la que deberían trabajar estos congresos, al fin y al
cabo son parte de los debates iniciados en algunos sectores sociales y que
tardan demasiado en llegar a los partidos: las enormes dificultades para
mantener o crear puestos de trabajo en un mundo en el que crece la
robotización; la disminución de las desigualdades entre países, al tiempo que
aumentan considerablemente dentro del mundo occidental; la globalización del
poder económico pero no del poder político, lo cual genera una vuelta al pasado
de los nacionalismos y proteccionismos; el crecimiento de la deuda mundial y
forma de abordarlo, al menos hay que debatir tirar dinero con el helicóptero; la aparente imposibilidad de
embridar a los mercados, particularmente los financieros, al menos desde
instancias nacionales y por tanto la necesidad de macro acuerdos tipo Unión
Europea, al tiempo que ello entraña enormes dificultades para crear nuevas instituciones
políticas representativas; las transformaciones provocadas por el cambio
climático que aumentarán velozmente guerras, desplazados, sequías,
inundaciones; los conflictos geopolíticos que ya está iniciando la era
Trump-Putin…