El profesor, académico y especialista en Cervantes, Francisco Rico, puntualiza, en el primero de sus Anales cervantinos que publica el diario El País, que en realidad esta fecha es errónea, ya que Cervantes murió un día antes, el 22 de abril de 1616. La equivocación procede de la fecha anotada en el libro de registros de la parroquia correspondiente, documento que fue rescatado por Blas Nasarre en 1749, en el que consta la fecha del sepelio, no la del fallecimiento.
En cualquier caso, no es cuestión de alterar por un día unos actos programados para celebrar el 339º aniversario de la muerte de un clásico de la letras españolas, ni de dejar de remover sus huesos para exponerlos en una urna, si con todo ello se promueve el conocimiento de un hito de nuestra cultura y se estimula la lectura de su obra. El auténtico Cervantes está en los libros, en su producción literaria, que es donde debemos buscarlo si de verdad queremos conocerlo, comprenderlo y apreciarlo, y no en funerales ni dentro de urnas de interés turístico. Su Quijote, La Galatea, Rinconete y Cortadillo, El coloquio de los perros, El licenciado Vidriera y tantos otros títulos nos esperan para mostrarnos la genialidad de un escritor, un clásico de la literatura de todos los tiempos