Uno de los principales inconvenientes de poseer una mente compleja es que pensamos demasiado. Le damos vueltas a cosas y a aspectos de nuestra vida que, en realidad, no merecerían tanta atención. Malgastamos demasiado tiempo preocupándonos de verdaderas banalidades, mientras dejamos de ocuparnos de cosas que sí son importantes, escudándonos en la tan socorrida “falta de tiempo”.Hace cuarenta años la gente se relacionaba más cara a cara de lo que lo hacemos ahora, pero no faltaban los llamados “clubs de amigos por correspondencia” a los que acudían algunas personas en busca de ayuda para contactar con personas de su mismo perfil. Aquellos clubs fueron los antecesores de las actuales redes sociales. Aunque en aquella época se veían como una rareza.¿Quién querría relacionarse por carta con personas desconocidas pudiendo relacionarse cara a cara con gente de su misma población o de poblaciones vecinas?¿Quién pasaría su tiempo escribiendo cartas en papel, molestándose en timbrarlas y echarlas al buzón y esperando respuestas que a veces podían llegar al cabo de varias semanas o incluso meses?Pero el caso es que aquellas relaciones a veces podían llegar a cuajar en amistades sólidas y perpetuarse durante décadas.Hoy en día, también hay muchas personas que sólo se conocen a través de las redes sociales y que llegan a profesarse verdadero afecto, porque comparten aficiones o ideas comunes; porque en sus interacciones virtuales se sienten escuchadas, comprendidas, acompañadas.Pero también encontramos casos en que las personas utilizan las redes para dar una imagen de sí mismas que no se corresponde en absoluto con su particular realidad.Perfiles que presumen de contar con miles de seguidores con los que apenas pueden llegar a interactuar. Porque un simple like no implica un contacto real con esa persona que te sigue, ni tampoco que esa persona vaya a estar de acuerdo con todo lo que tú piensas y haces.Hay personas que optan por bloquear algunos de sus contactos cuando éstos les dicen lo que ellos no parecen dispuestos a escuchar, mediante un comentario público o un mensaje privado. Confunden amistad con “aceptación ciega y muda”. Y, si algo tienen los verdaderos amigos es que son los únicos que pueden decirse todo lo que piensan mutuamente sin ningún tipo de censura y aunque les duela a ambas partes. Porque les sale del corazón, de la preocupación sincera por el otro y de la mutua confianza. “Quien bien te quiere, te hará llorar” ¿Cuántas veces no nos lo habrán dicho nuestras sabias abuelas?Que se atrevan a decirnos sin rodeos lo que piensan de nosotros, no implica en absoluto que se hayan vuelto en nuestra contra. Esto no va de “estás conmigo o contra mí”. Va de personas que tienen todo el derecho del mundo a ser, a pensar y a actuar como les venga en gana, siempre que respeten lo mismo en los demás. El ser humano es, con diferencia, el ser vivo más complejo del planeta. Somos las criaturas que más tiempo invertimos en madurar. Las que más dudamos de todo, incluso de nosotras mismas. Las que somos capaces de reír y llorar al mismo tiempo. Las que podemos llegar a odiar lo que más amamos o a amar lo que más odiamos. Las que tememos más fantasmas, porque la mayoría de ellos habitan en nuestras propias mentes. Las que más nos contradecimos, las que más sufrimos y nos preocupamos por asuntos que el resto de los animales desconocen por completo. Con semejante perfil, no es extraño que nuestras relaciones con los demás sean cada vez más complicadas, ya sea cara a cara, ya sea por carta convencional o por redes sociales.Uno de nuestros principales defectos es nuestro enfermizo egocentrismo. Creernos el centro del mundo, pretender que todos giren a nuestro alrededor según sea nuestra conveniencia, lejos de hacernos sentir como reyes, nos conduce inevitablemente a una continua frustración. Porque los demás tienen el mismo derecho a que nosotros giremos en torno a ellos, a que les doremos la píldora, a que les demos la misma importancia que pretendemos que ellos nos otorguen a nosotros. Pero, en cuanto dicen o hacen algo que no se corresponde a nuestra idea de lo que deberían decir o hacer, automáticamente les declaramos no aptos para seguir siendo amigos nuestros. Como si todo tuviese que estar a nuestro gusto y a nuestra entera disposición.
Dejemos de ver enemigos donde no los hay. Dejemos de imaginarnos monstruos que sólo habitan en nuestras parcelas de miedo. Miles de likes nunca podrán sustituir el calor de los verdaderos amigos. Aunque nos critiquen, aunque nos reprueben, aunque nos intenten convencer de verdades con las que no comulgamos. Porque, pese a las diferencias de criterio, nos aceptan y nos valoran por quienes somos. No dejemos de aceptarles ni de valorarles a ellos por quienes son ni por lo que somos gracias a haberles encontrado a ellos en nuestro camino.
Estrella PisaPsicóloga col. 13749