O si 10004 hubiera sido la página de mi penúltimo libro, a tres capítulos por terminar, quinto libro de una saga que empieza a extenderse en el tiempo sin posibilidad de término.
10004 podría haber sido el número de una kilométrica calle neoyorquina, el número de amigos de una red social de cualquier adolescente, una lista de amantes, el número de recetas de cocina que sabe hacer Tíamagda, la cantidad de alumnos que ya es posible que haya tenido, los que me quedan por conocer, los pasos que nunca daré paseando por un campo en primavera, los kilómetros que me separan de ti o los libros que me faltan por leer.
Pero no. 10004 no es eso. O tal vez lo sea, lo haya sido, lo será en un futuro que no le auguro muy prometedor. 10004 tiene un rostro que no conozco, un uniforme azul marino con letras blancas a la espalda, posiblemente gafas de sol, porque hoy llegó una primavera helada, y una maquinita que seguro hizo cliclic cuando escupió el papelito que, amablemente -ja- colocó en mi limpiaparabrisas, titulado denuncia de estacinamiento en zona de control de hora.
Pero 10004 encontrará, algún día, en algún momento, si la burocracia de este hipócrita país lo permite, otro papelito -cliclic- rosa con estampado oficial de esta mi ciudad, titulado denuncia- Policía Municipal de..., junto con la correspondiente reclamación hecha al Ayuntamiento -cliclic-, sello de entrada, firma y fotocopia, porque, 10004, le dejaré después la tarjeta de mi oftalmólogo, ya verá que amable es: atendiendo a no sé qué regla no escrita, usted, sí, usted, 10004, robot burócrata de mi corrupto país, decidió multarme, a pesar de tener en el salpicadero de mi coche, esquina derecha, el tiquet de estacionamiento, 1 euro, 20 céntimos de más que no devolvía la maquinita de la esquina. Adjunto -cliclic- con la denuncia que lleva su nombre su multa, mi tiquet justificando su improceder y el sello de la Policía Municipal. Nos vemos.
Yo no sé qué pasa en esta ciudad con la zona azul...
Qué país...