Conócete a ti mismo/a

Por Marperez @Mari__Soles

“Temet nosce” (“conócete a ti mismo/a”): un antiguo aforismo que ha sido atribuido a tantos autores/as, que hoy en día no tenemos muy claro quién fue su auténtico padre o madre (lo que lo convierte, a su vez, en un buen ejemplo de lo paradigmático que puede llegar a ser el hábito de aconsejar). ¿Cómo puede darnos lecciones un par de palabras que han olvidado quién las unió y les dio ese significado por primera vez para hacerlas llegar hasta nosotros, miles de años después? El aforismo que no se conoce a sí mismo, nos invita desde su (forzado o voluntario, no lo sé) humilde anonimato a que hagamos todo lo contrario.

Pero, ¿es realmente una contradicción? Tal vez no. Tal vez sea esa la clave más importante del mensaje: “conócete a ti mismo/a” no tiene por qué significar “date a conocer públicamente”. A lo mejor, incluso, esa es la gran enseñanza que podemos extraer de esas dos palabras. Lo importante no es que los demás sepan quién eres… sino que lo descubras y lo recuerdes tú mismo/a. Pero, ¿qué pasa cuando no te queda otro remedio que tener que explicarle a desconocidos/as, una y otra vez, quién eres, y debes convencerlos/as de que eres una persona válida, útil, responsable, de confianza, etc.?

Una de las consecuencias de formar parte de esos millones de personas que están en estos momentos sin empleo es que esa circunstancia obliga a reflexionar acerca de algunos asuntos sobre los que se solía pasar de puntillas cuando las cosas “iban mejor”. Sentarse a organizar el curriculum vitae, a redactar una carta de presentación, o prepararse para una entrevista de trabajo en la que estará en juego no solo un puesto de trabajo, sino tu propia imagen ante otros y ante ti mismo/a, puede remover los cimientos de esa torre que te sostenía interiormente en los últimos tiempos. No es fácil para nadie hacer repaso de su propia vida (gustos, recuerdos, fracasos, aciertos, personalidad, etc.) cuando todo alrededor parece estar flotando en medio de un mar más o menos agitado y sin que se pueda avistar tierra firme a corto plazo. No es sencillo hacer ese autoanálisis cuando no tienes tus propios pies sobre terreno firme, y puede llegar a hacer mucho daño si no se cuenta con apoyos adecuados y suficientes. Sin ir más lejos, en España se ha disparado el número de suicidios desde que comenzó la crisis económica y política que estamos viviendo.

Creo que el gran fallo de todo lo que está ocurriendo está en que a ningún gobierno, ni presente ni pasado, le interesó nunca fomentar de verdad los talentos individuales. Lo eché de menos (y lo sugerí y reclamé) cuando era estudiante, desde que estaba en EGB y oí hablar por primera vez de la posibilidad de elegir entre FP o BUP: ¿cómo podía yo saber qué me convenía y qué me gustaba más? ¿Dónde podía encontrar asesoramiento para asegurarme de cuál debería ser mi camino? ¿Para qué valía yo? ¿Qué podía hacer para saber quién era yo, qué se me daba mejor, cuál era la profesión o la carrera para la que debería formarme, en qué papel sería más feliz y eficiente? No lo sabía. Nadie sabía. “Busca en tu interior”, me decían unos. “Escucha a tu corazón, para que puedas descubrir tu verdadera vocación”, decían otros. Pero a mí seguía gustándome casi todo, encontraba fascinante casi cualquier profesión y carrera, y no lograba, al mismo tiempo, ver si yo encajaba o no en alguna. Todas me parecían lejanas, cosas “de mayores”, creía que tendría todo el tiempo del mundo. Y, como yo, muchas otras personas de mi edad. Elegimos FP o BUP condicionados por lo que dijeran que “tendría más salida”, o por no separarse de las amigas o amigos, o porque en el colegio les dijeron a nuestros padres y madres si éramos válidos para la Universidad o debíamos conformarnos con la FP. Salvo las excepciones con más suerte que tenían muy claras sus vocaciones, el resto “nos dejamos llevar”. Algunos y algunas tuvieron suerte y acertaron; otros y otras se conformaron o estuvieron dando tumbos en busca, siempre, de “algo mejor”, hasta que explotó la burbuja inmobiliaria y la crisis. Y ahora, cientos de miles, si no millones de nosotros y nosotras, estamos replanteándonos otra vez aquellas preguntas: si tenemos que volver a comenzar desde cero, ¿qué debemos hacer para acertar, antes de que nos demos cuenta de que es nuestra última oportunidad? Y nos vemos ahí, ante un papel o página de Word en blanco, o en la antesala de una entrevista de trabajo, con el estómago encogido, un nudo en la garganta, la espalda tensa y la boca seca, intentando redactar en nuestra mente algo mínimamente coherente que nos sirva para “gustar, atraer, impactar y enamorar”, es decir, para “vendernos” como mano de obra o, al menos, para no ver en el rostro que tengamos delante un gesto de disgusto o desaprobación que nos hunda más aún.

Aquel aforismo clásico, “conócete a ti mismo”, revolotea por nuestra mente como un susurro de nuestra conciencia; ¿quién mejor que nosotros/as mismos/as iba a saber cómo somos, qué hemos vivido, cómo sentimos, por qué actuamos como lo hacemos, qué nos conviene, qué nos hace felices, qué deseamos? Y, sin embargo, en esos momentos puede resultar tan difícil que nos sentimos como aquel niño o aquella niña que no se había planteado nunca que, al terminar la EGB, comenzaría a elegir su propio destino: aquella inseguridad, aquella desorientación, ahora, además, se ven reforzadas, por una parte, por el cúmulo de experiencias cosechadas a lo largo de los años y, por otra parte, por las confusas expectativas que podamos tener.

Hablar de una misma o uno mismo cuando lo que se quiere, en realidad, es pasar página de una bendita vez y comenzar algo nuevo desde cero, no es agradable ni sencillo. Hacerlo ante un público que te analiza, menos aún. Saber que, para colmo, vas a tener que hacerlo una y otra vez hasta que, por fin, hayas encontrado esa puerta que te espera tras la cual encontrarás tu lugar, puede parecer anímicamente agotador, pero debes fijar tu mente en tu objetivo y repetirte constantemente aquello de “todo pasa, sigue adelante, todo saldrá bien”.

No sé si en algún programa electoral se contemplará la posibilidad de darle más importancia a la orientación laboral desde la educación primaria o la ESO; la verdad es que hace tiempo que, para mí, los programas electorales y las promesas de amor se fueron a hibernar al mismo saco. Pero creo que sería interesante que el partido que gane las elecciones se plantee esto como una medida básica a largo plazo para erradicar el paro y conseguir la “excelencia” de la que ahora mismo no se puede presumir. Hoy en día existen medios para poder conocer a las personas, descubrir sus talentos, sus habilidades, sus competencias, sus gustos, sus vocaciones, etc., y esos medios, además, se pueden aplicar en la gente menuda para orientarlos/as desde el principio. Si se hiciera en los colegios e institutos y se les formara, además, en conocer sus derechos, estoy segura de que se conseguiría esa “Nueva Era” con la que tantas personas soñaron, en la que el Síndrome de Solomon quedara como un mal recuerdo y sin serpientes… un mundo lleno de luciérnagas productivas, libres y autorrealizadas, que podría brillar en el firmamento como una estrella más (y, desde luego, sin paro).


Archivado en: Bienestar, RRHH, Trabajo Tagged: autoanálisis, búsqueda de empleo, buscar trabajo, carta de presentación, competencias, curriculum vitae, cv, entrevista de trabajo, entrevista laboral, habilidades, orientación laboral, talento