Desde el punto de vista de la interpretación, sobre todo en la música clásica, no podemos pretender que quien nos escuche siga sólo el ritmo con el pie y sea siempre igual, arriesgando además a que deje de hacerlo y termine aburriéndose, como por desgracia a menudo pasa en algunos conciertos. La grandeza invisible pero latente que lleva intrínseca la música clásica pasa también por entender de esta otra manera el pulso musical y para enseñar este aspecto nada fácil, el método Dalcroze lo aplica haciéndolo vivir y experimentándolo a través de tantas actividades y juegos, sí, juegos, porque si nos divertimos, es sabido, aprendemos más, y no sólo los niños, también los adultos.
Sobre el pulso sabemos bien que puede ser regular o irregular según los acentos, pero pocas veces oímos que el pulso es también flexible (como cuando la distancia entre un pulso y otro se hace progresivamente más grande en el rallentando o progresivamente más corta en el accelerando).
Para hacer un buen rallentando o un accelerando, con el método Dalcroze primero lo experimentamos cantando o escuchando la melodía en movimiento y sintiendo como esos pasos se hacen cada vez más grandes en el primer caso o más cortos en el segundo.
La energía cambia. Podemos experimentar tantos rallentando diferentes según en qué punto decidimos hacerlo y cómo cambia el valor expresivo. Podemos usar un instrumento de percusión para seguir el pulso e incluso golpear una parte de nuestro cuerpo diferente para entenderlo de otra manera, sin olvidar mantener una escucha activa en todo momento. www.mariadelmarcabezuelo.com/