Conociendo el paraíso terrenal: días perdidos en el Caribe

Por Alvalufer

Ahora que el frío ha llegado recuerdo los espléndidos días del verano cuando en el viaje por Nicaragua acabamos en la costa caribeña para descubrir algo que nos sobrepasó a Celeste, Capea y a mí: los Cayos Perla. Nuestro colofón mochila al hombro era el Caribe, así lo habíamos planificado. Aquello era de postal pero estábamos nosotros dentro. Todo era turquesa, cocoteros, arena blanca, corales, peces de colores…

Sin duda en viaje por Nicaragua no debe faltar la visita a este recóndito lugar, es preferible a otras zonas caribeñas por su tranquilidad y estado puro dentro de lo que cabe.

Llegamos por la mañana a Laguna de Perlas, la verdad que cansados de varias horas en transportes de mala muerte( tardamos más de un día en llegar allí tras abandonar el río San Juan) y desorientados ya que no conocíamos nada de lo que podíamos hacer allí. Acabábamos de vivir un cambio radical de paisaje, fue de un momento a otro, entramos en otra Nicaragua, un país de raza negra, música reggae, habla inglesa, otro tipo de casas y vestimentas ,otros platos típicos y cuantas diferencias se quieran encontrar. Estabamos cansados, con unas pintas indignas tras muchos días intensos de infinitas horas de bus, dormir en sitios extraños, hacer multitud de actividades…¡y aún nos quedaba viaje por vivir!

Nos montamos en una lancha manejada por un español al que casualmente encontramos allí,donde menos esperábamos,y que ofrecía estancias en estas pequeñas islas coralinas perdidas entre las aguas. Tras cerca de una hora surcando las olas empezamos a avistar alguna palmera lejana, no podía ser verdad, a cada minuto que pasaba la postal se nos hacía más cercana hasta que estabamos incluida en ella, nuestras caras eran de que aquello no podía ser tan bonito como era, era un paraiso con todas sus letras. Era el Caribe, ni más ni menos, pero lejos de masificaciones y hoteles de pulserita, allí básicamente estabamos nosotros con la tienda  de campaña y una pequeña cabaña donde vivían trabajadores y voluntarios que trabajan con la tortuga carey. Son más de 10 islas con propietario pero a las que se puede llegar sin problema nadando de unas a otras.

Entre lo destacado que nos pasó podemos contar el encontronazo con un tiburón de un tamaño más grande de los que nos habían dicho que había más otro posterior encuentro con otro escualo con la aleta fuera del agua como en las películas que se nos acercaba aunque decidió cambiar de rumbo. Es fácil hablar de que algo da miedo o no cuando se está en el sofá de casa, pero cuando estás en un medio que no es el tuyo y sientes que el poder pertenece a ese pez tan grande que descansa en el fondo a un par de metros tuya la situación cambia, cuesta mantener nervios de acero, lo cual nos dio para una anécdota que seguiremos recordando durante años.

También vimos corales, peces numerosos destacando un pez luna, vi un águila pescadora lanzarse delante mía a por su almuerzo y algo a lo que hay que darle gran importancia porque no son muchos los afortunados que han visto un nido de tortuga carey( nos lo enseñó el encargado del proyecto que estaba en la isla,esa misma noche una tortuga había puesto sus huevos allí). Recuerdo también la noche huracanada, en la que no sé cómo un gato encontró un hueco para colarse en la tienda de campaña  y acabó despertádome más de una vez durante la noche.

Lejos de complejos hoteleros gigantes, allí estuvimos nosotros,en el Caribe en tienda de campaña, pero igualmente disfrutando de buceo, horas al sol, cocoteros, tranquilidad, vista incomparable…