Conociendo la Historia – El periodismo escrito en el bando Confederado

Publicado el 18 febrero 2015 por César César Del Campo De Acuña @Cincodayscom

Conociendo la Historia…por César del Campo de Acuña

El periodismo escrito en el bando Confederado

Al contrario de lo que se pueda pensar, la historia de la prensa confederada, la prensa en el sur de la Unión, no nació justo cuando se dio el primer pistoletazo de la Guerra Civil el 12 de abril de 1861. Es mas se puede afirmar que la prensa sureña tampoco nació cuando dos meses antes del comienzo de las hostilidades se formo el primer ejecutivo Sureño.

Con ejecutivo, claro esta, nos referimos a un nuevo gobierno que incluía su propia constitución, su propia capital, su propio congreso y por supuesto su propio presidente. Entonces ¿Cuándo comienza a fraguarse o a realizarse la prensa sureña tal y como se pudo leer durante el conflicto? Esa pregunta nos lleva a una respuesta situada 30 años antes de la guerra civil, concretamente al año 1832. Desde ese mismo año hasta 1860,  una ingente cantidad de periódicos afincados en los estados sureños trataron de inocular lentamente el germen de la secesión en sus lectores. El sentimiento secesionista calo hondo en las orgullosas gentes del sur, que hasta la década de los 20 no había tenido grandes problemas con los estados del norte de la Unión. Ese sentimiento creció cuando los grupos de abolicionistas comenzaron a exigir la libertad de todos los esclavos y la concesión de derechos a todos ellos.

Los terratenientes del sur, rápidamente se enfrentaron a estas ideas, ya que ellos consideraban a sus esclavos como propiedades y nadie les podía decir y mucho exigir, como debían tratar algo que legítimamente era suyo. Las primeras concesiones echas a los esclavos sentaron francamente mal en el sur profundo, ya que a los ojos de los ciudadanos notables del sur, el gobierno federal los había convertido en unos monstruos enemigos de la libertad y extraños a la Unión.

Cuando los terratenientes y políticos del sur se reunían para discutir sobre las decisiones a tomar con respecto a los cambios que empezaba a postular Washington, no fueron pocas las voces que se escucharon a favor de seguir junto a la Unión. Pero en aquellas reuniones, donde los periodistas hacían as veces de moderadores y voceros, los pro Unionistas fueron silenciados por los “Traga fuegos” unos periodistas aferrados a la secesión como una salida al callejón que Washington empujaba al Sur.

Entre aquellas figuras de la prensa más radical destacan nombres como el de Robert Barnwell Rhett, discípulo de John C. Calhoun. Rhett, periodista originario de la ciudad de Charleston era el editor del reputado diario Charleston Mercury, y desde su tribuna trabajo de manera fervorosa durante el periodo pre guerra (antebellum) por los derechos del sur, esgrimiendo la idea de la secesión si estos no eran atendidos por el hermano del norte. Pero en aquellos años de antebellun, no solo se escucharon las exaltadas voces de los traga fuegos.

El radicalismo de estos choco de manera sustanciosa con las ideas de los periodistas coperacionistas. Este grupo de profesionales de la prensa e intelectuales, creían que se podría llegar a algún tipo de acuerdo con el norte, dejando aparcada en última instancia la idea de la secesión, aunque era tenida en cuenta por ellos mismos como una posibilidad. El mayor choque que sufrieron las dos corrientes de opinión fue por el tema de las elecciones presidenciales.

Los traga fuegos, o periodistas radicales, argumentaban que la elección de un presidente republicano debía llevar al sur a la secesión de manera automática, mientras que los cooperacionistas insistían en que solo se debería llegar a tal extremo si el presidente electo atacaba de manera física a los estados del sur. Cuando Lincoln salio electo en 1860, el bando moderado de opinión en el sur, no estaba preparado para la secesión, ya que el nuevo presidente no había vulnerado de manera alguna los derechos de los estados algodoneros.

De hecho y a pesar de que se había tratado de hacer valer la idea de la separación del sur con respecto al norte, por medio de algunos periódicos, como la única vía posible para el futuro del sur, los terratenientes y políticos se mantuvieron leales a la Unión.

Pero prácticamente de la noche a la mañana esa actitud cambio radicalmente, cuando se sucedió la confrontación en Fort Sumter. El presidente Lincoln hizo el llamamiento de 75.000 hombres para poner fin a aquella revuelta.

Esta acción fue vista a ojos de los líderes sureños como una ofensa por parte del norte. Los periódicos de la época como el citado Charleston Mercury, empujaron de manera escalonada a la sociedad para que se plantara frente al norte y exigiera su propia soberanía. Poco más tarde la guerra estallaría con el nacimiento de La Confederacion.

Curiosamente el Sur, en la iconografía popular norteamericana siempre se ha visto como un lugar de contrastes. Por un lado estaban las señoriales familias adineradas de rancio abolengo, propietarias de interminables hectáreas de campos algodónales y esclavos y por otro estaba la imagen de un sur profundo, inculto, anclado en el pasado de su propio herencia rural.

Esta misma dualidad se podía apreciar en el ejercicio de la prensa. Por aquel entonces las diferencias económicas, sociales y tecnológicas eran abismales entre el sur y el norte. El norte de la Unión era representado por grandes y bulliciosas urbes como Nueva York, Boston, Washington o Filadelfia. Llenas de ciudadanos y adelantos  tecnológicos.

Unas metrópolis que podían tener periódicos como el New York Herald o el New York Times, ya que existía esa gran demanda de contenidos por parte de los lectores. Mientras que en el sur, las publicaciones eran de carácter rural y en muchas ocasiones destinadas solo a pequeñas comunidades. Desprovistos de los adelantos tecnológicos y de grandes ciudades como las anteriormente citadas para sus publicaciones, la prensa del sur, en ocasiones parecía más una hoja parroquial o comunitaria o incluso una sección de anuncios, que un periódico en si. Solo ciudades como Nueva Orleáns, Savannah o Charleston tenían periódicos de mayor tirada y calado.

Curiosamente, esta particular situación prevería, que estos pasquines sureños poseían mayor libertad editorial que los periódicos del norte, pero no era así. Debido a la campaña que los periódicos del norte realizaron contra el sur en el periodo conocido como antebellum, los editores de los diarios sureños prácticamente obligaron a escribir justo lo contrario que las editoriales de los sistemas informadores del norte.

Es decir, en mayor o menor media, todos los periódicos del norte condenaron la actitud primitiva del sur con respecto al tema de la esclavitud. Estas declaraciones de opinión no sentaron bien a los siempre orgullosos hijos del sur. De tal manera que simplemente siguieron haciendo editoriales pro esclavistas e incluyendo anuncios sobre la venta de esclavos.

En parte debido a que un gran número de los propietarios de los diarios eran poderosos terratenientes algodoneros que poseían un gran numero de esclavos. Hasta el 33% de las personas asociadas a los medios de comunicación en las regiones sureñas eran propietarias de esclavos, y cansados de la mala prensa que el norte realizaba sobre ellos, decidieron crear su propia realidad, su propia verdad.

Curiosamente y a pesar de las diferencias culturales históricas que siempre han existido entre el norte y el sur, hay que decir que los sureños al igual que los Yankees fueron unos grandes consumidores de periódicos. Hay que entender que en aquella época la prensa escrita era la única forma de enterarse sobre lo que ocurría mas allá de la zona en la que viviera el lector.

De esta manera tomemos por ejemplo al Sentinel de Augusta, Georgia, que recibió casi 75 suscripciones nuevas cada semana durante la primavera de 1961. Los periódicos confederados durante la primera mitad del conflicto bélico, tuvieron una gran demanda entre los lectores sureños. Como ya hemos señalado, al menos en un caso, las suscripciones no dejaban de crecer.

Pero a medida que la guerra avanzaba, el interés sureño por la información decaía. Verdaderamente esta afirmación es una absoluta falacia. Lo que ocurrió para que el índice de subscriptores y de periódicos confederados decayera, fueron las urgencias de la guerra. Es decir, como ya hemos dicho atrás, esta guerra de ideologías, partía en gran medida de la capacidad de aguantar de los contendientes.

El sur, claramente partía en desventaja en los factores tecnológico y casi podríamos afirmar que incluso en los de abastecimiento. Debido a las carestía que comenzó a sufrir “el glorioso” Sur muchos civiles que habían permanecido al margen partieron desde Charleston, Nueva Orleáns, Georgia para unirse a la causa confederada.

Evidentemente entre todos esos nuevos voluntarios a luchar y morir por la gloria de la confederación, había un gran número de editores, periodistas y propietarios de diarios confederados. Esto explica, como a partir de la segunda mitad del conflicto, muchos de los periódicos que habían surgido a lo largo de 1960 hasta 1963 cerraran sus puertas. Otro de los motivos que se pueden acusar como la causa de la desaparición lenta pero inexorable de los semanarios y diarios sureños es la crisis económica derivada de la guerra que sufrían los estados alienados bajo la bandera confederada.

Muchos de estos diarios optaron por pedir directamente dinero a sus lectores (que cada vez se contaban por menos) para poder seguir editando el periódico. Ni que decir tiene, que en la mayor parte de los casos, esta autentica campaña de donativos fracaso. Con la incipiente caída de lectores y de anunciadores se tuvo que sumar el descenso de ventas a los lectores subscritos a las publicaciones, debido a que en gran medida y como ya señalamos antes, se alistaron al ejército de manera más o menos voluntaria. Pero aunque cayeran relativamente las ventas, la creación y cierre de periódicos en el área del sur, duro desde el 61 hasta el 65 de manera continuada.

Durante aquellos turbulentos años la prensa sureña abarco diferentes objetivos y tareas. En un principio, su principal meta, una vez estallo la guerra, fue difundir la idea de la secesión con todo lujo de detalles. Para ello utilizaron incendiarias editoriales exaltando al sur a despertar y plantar cara al vecino Yankee. Curiosamente, y a diferencia de la prensa del norte, en el sur, el periodismo político estaba prácticamente vetado en un principio.

El Sur, tenía miedo de la dualidad de los dirigentes, de tal manera que los trataron en un segundo plano, centrándose sobre todo en los sucesos y noticias que tuvieran menos que ver con los políticos. De hecho, muchos historiadores, han señalado que la revolución del sur, fue verdaderamente una revolución en contra de la política. Pero posteriormente la política se convirtió en el punto de cohesión de las ideas secesionistas, ya que los propios sureños convirtieron a los políticos en los únicos que podían defender y garantizar el tipo de vida que habían llevado hasta ese momento.

Evidentemente, no debemos dejar a un lado el objetivo de sacar beneficio económico de la creación de diarios. El lado de los negocios del mundo editorial, es palpable gracias a la colección de anuncios que siempre aparecían en las publicaciones sudistas. De esta forma el periódico se lucraba y conseguía hacer crecer un poco la economía en el sur.

Puede resultar paradójico, que en aquellos años de horror y barbarie, que vieron como una nación joven se dividía por problemas ideológicos, la prensa tuviera tiempo, no solo para ensalzar a sus guerreros y demonizar a sus adversarios, sino para formar académicamente, que a fin de cuentas es uno de los objetivos de la prensa.

Destaco este objetivo, ya que era habitual ver en los periódicos del sur, pequeños fragmentos dedicados a fomentar la lectura entre los niños. El objetivo, era que esos niños dejaran a un lado el analfabetismo reinante en las zonas del sur. El material para tal labor aparecía cada dos semanas so cada mes. Literatura entretenida, dispuesta a formar a la juventud.

De tal manera encontramos una prensa que aparte de buscar un beneficio económico, pretende darle lógica a su revolución y ayudar al crecimiento del sur. No solo en el plano económico, sino en el cultural, ya que pretendieron revitalizar la enseñanza como ya hemos comentado. Pero fundamentalmente, la gente del sur, quería noticias. No aburridos dictados sobre la política. Quería noticias de acción, de la guerra, de lo que sucedía en los campos de batalla.

Pero desde luego y mas a un desde que empezó la guerra, crear, editar y distribuir un periódico en el sur, no fue una tarea sencilla. Según el editor jefe del Spartan de Carolina del Sur, para hacer exitoso un periódico en aquellos años había que poseer la obstinación de una mula combinada con la constitución fuerte de un caballo.

Los sureños no tuvieron nada fácil sacar sus periódicos adelante. El fundamental problema al que se enfrentó desde que la guerra comenzó fue la falta de liquidez económica. La prensa, como en la actualidad, se financiaba prácticamente en su totalidad por medio de los anuncios y sus subscriptores.

Pues bien, cuando comenzó la guerra, la mayor parte de los anunciantes del Norte, que se publicitaban en diarios del Sur, sacaron sus anuncios de los periódicos. Menos ingresos. Como además los estados del sur estaban en desventaja numérica frente al enemigo del norte, los regulares de ejército no eran suficientes, muchos hombres se alistaron a las filas del ejército por este motivo, lo cual hizo que el número de personas adscritas a algún medio, se dieran de baja.

Por ejemplo, el Charleston Mercury, uno de los más importantes diarios sureños durante la guerra, solo genero 17.000 dólares en concepto de ganancias por medio de la publicidad en su periódico y unos 22.000 dólares gracias a sus suscriptores durante el primer año de guerra.

A pesar de las miserias producidas por la guerra, la gente seguía hambrienta de noticias, aunque no podían cumplir los pagos de las inscripciones, que se comenzaron a cobrar antes de entregar el periódico para poder financiarlos. Se llego a un punto en el que los editores, faltos de recursos, aceptaban cualquier cosa de valor para poder hacer frente al precio de las suscripciones y no me refiero a joyas, muebles y cosas de valor por el estilo, sino a pan, huevos, mantequilla…

Otra adversidad a la que hicieron frente los editores de periódicos en el bando sureño fue que  aproximadamente tres cuartas partes de los impresores y gestores de imprenta se habían alistado al ejercito, lo cual supuso un autentico infierno para los editores encontrar a alguien que pudiera, por medio de la imprenta, sacar a la luz sus periódicos.

Y aunque adversidades no faltaban, la demanda no paraba de crecer. Básicamente sacar un periódico adelante era una tarea que siempre ocupaba las 24 horas del día a los hombres que trabajaban allí.  Esta tarea se hacia especialmente ardua cuando se hacían ediciones para la tarde (solo para los subscriptores de la ciudad en la que se realizaba el diario) o bisemanales e incluso trisemanales para los lectores que vivian fuera de las inmediaciones directas de la redacción. Por ejemplo cuando el Augusta Evening Dispatch, cerro sus puertas en junio de 1861, el Chronicle y el Sentinel, trabajaron a turnos completos para crear una segunda edición con el fin de atraer a los lectores del Dispach.

Otro gran problema al que tuvo que hacer frente la prensa de la época (no solo la sudista, pero desde luego en menor medida en el norte) fue la distribución de su producto. La distribución en la ciudad originaria del producto, no era un gran problema. El problema se hacia mayor cuando había que llevar ejemplares a los subscriptores de fuera de las áreas de influencia de la ciudad. De cualquier forma en algunas ocasiones los repartidores extraviaban de vez en cuando el reparto del periódico dentro de la misma ciudad, lo cual propiciaba disculpas impresas al día siguiente por parte del periódico.

El reparto fuera de las ciudades estaba más expuesto a las vicisitudes e inconvenientes que la guerra suponía. Las destrucciones de kilómetros de vía, la intervención y confiscación del material por parte de los militares, hicieron en mas de una ocasión el reparto externo un autentico infierno, de hecho en ocasiones en algunas ciudades y pueblos se esperaban en el orden de cien periódicos y solo llegaban tres o cuatro.

La producción de los diarios y semanarios en el sur, se basaba y apoyaba en sus rotativas de vapor. El Mercury de Charleston, justo antes de la guerra se hizo con un nuevo cilindro de impresión, que le permitía sacar la espectacular cantidad de 4.000 ejemplares la hora. Pero a pesar de ellos, en algunas ocasiones no llegaban a cubrir la demanda.

Incluso en ocasiones, otro problema al que se tuvieron que enfrentar los editores y propietario de los diarios sureños, fue la escasez de materias primas, como la tinta. De hecho en algunos casos, se vieron obligados a manufacturar su propia tinta, teniendo que reducir por este motivo sustancialmente el número de páginas de las diferentes ediciones. Este cómico evento le ocurrió en 1861 al Charleston Courier.

Como hemos podido comprobar, sacar adelante en aquellos años un periódico en el sur, era una tarea extremadamente ardua y difícil, que efectivamente necesitaba la obstinación de una mula por parte de los propietarios y dueños para no tirar la toalla ante la ingente cantidad de problemas que sacar cada una de las nuevas ediciones suponía.

Para finalizar el discurso sobre los avatares de la prensa sureña durante la guerra civil americana, hemos de destacar que la guerra, a pesar de que en ocasiones sea necesaria, en este caso no lo fue. La guerra civil se cebo con especial crudeza con los estados del sur (aunque perdieron menos hombres en combate que el Norte) y con sus periódicos. Hasta 258.000 soldados confederados encontraron la muerte en los diferentes campos de batalla que inundaron la geografía norteamericana.

Los periódicos sureños, poco a poco, a medida que la guerra avanzaba, pasaron de la excitación inicial a convertirse en meros cronistas de los sucesos que acaecían sobre los hombros del ejército confederado. Las noticias no dejaban de salir publicadas y el ejército sudista no se rendía, hiendo mas lejos de lo que militarmente se podía permitir.

El problema, de cómo afectaron las noticias al sur, a sus ciudadanos, fue  paliado por el retraso de las mismas. Los periódicos hacían lo que podían, para tratar de dar las noticias lo más rápido posible, pero las comunicaciones eran desastrosas, en especial hacia finales de la guerra.

En muchísimas ocasiones, y debido al desastre comunicacional, la fiabilidad de las noticias era escasa. En ocasiones, incluso los propios mandos militares desconocía quien había ganado según que combates. Esta incertidumbre llego tan lejos, que incluso algunos periódicos sureños, anunciaron la victoria del General Robert E.Lee en Gettysburg. Estos tremendos errores, solían verse subsanados con artículos publicados poco después, desistiendo estas noticias.

Tal vez, los periódicos, afectaron con estos errores a la moral del ejercito y de los propios ciudadanos, que incluso, cuando la guerra solo contaba con un año de vida, empezaron a comprender, debido fundamentalmente a las criticas vertidas hacia Jefferson David por los periódicos, una pobre resolución del conflicto para los intereses sureños.

Los lectores del Charleston Mercury, Augusta Sentinel y muchos otros periódicos se vieron expuestos en demasiadas ocasiones a durísimas críticas hacia la capacidad de mando y decisión de su presidente.

Es decir, los periódicos sudistas ensalzaron a sus militares, pero demonizaron a sus dirigentes. El General Lee, dijo que uno de los mayores, errores del sur, fue poner a controlar y a censurar la prensa a los mejores generales, y mandar al frente a los menos experimentados. La prensa en parte afecto a la población del sur, de manera negativa.

Pero a pesar de ellos hubo algunos diarios de corte más radical, que jamás perdieron la esperanza en la capacidad de recuperación del ejército del Sur. El problema de estos periódicos, fue que se dejaron llevar en exceso por las victorias del Sur, y encumbraron hasta el mismísimo olimpo al General Lee. Esta actitud fue un problema, debido fundamentalmente, a las falsas esperanzas, que levantaron entre la población. Es cierto, en la propaganda bélica, siempre se ha de ensalzar al bando al que se pertenece, pero estos periódicos fueron mucho más lejos de la realidad o de cualquier actitud razonable ante un conflicto bélico de tal envergadura.

La moral civil, estaba dividida por lo que podía leer en los periódicos. Desde deprimentes presagios, a increíbles historias. Nadie quedo exento de su ración de propaganda, ya que no solo los diarios, pasquines etc.…le dieron voz a las noticias en el sur. Las reuniones parroquiales, las discusiones a pie de calle, hicieron que la población civil se sintiera confusa en un estado de abatimiento esperanzado.

La línea temporal de la prensa sureña durante la guerra civil, tiene sus altas y bajas, al igual que en la población. Algunos periódicos, perdieron la fe en sus dirigentes y en la causa, mientras que otros no.

Muy pocos periódicos de los que se publicaban en 1860, lo seguían haciendo en abril de 1865. Los que sobrevivieron a la guerra, eran solo una sombra de lo que fueron. Cuando las beligerancias llegaron a su fin, estos periódicos, supervivientes de una época de escasez, cambiaron diametralmente su función.

A partir del momento en el que el sur perdió, los periódicos, se dedicaron a ayudar para intentar levantar a una comunidad hundida, con los pocos medios de los que disponían.

La prensa en el sur, jamás fue igual de profesional que en el Norte. Sus informaciones solían estar equivocadas y sus corresponsales en el frente, parecían incluso más confundidos que los ciudadanos. Al menos hay que intentar valorar, el esfuerzo de la prensa sureña. La falta de profesionalidad, la escasez de materias primas como la tinta o el papel, los pocos impresores, las invasiones que sufrieron los estados del sur, la censura militar, fueron algunos de los problemas a los que tuvo que hacer frente los profesionales de la información en el sur durante la guerra.

Un claro y valeroso ejemplo de cómo la prensa, a pesar de la adversidad y carestía, puede funcionar de manera más o menos profesional.

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