Unas décadas antes, cuando Carlos era piloto en África Occidental, el único contacto que tenía ella era una radio de alta frecuencia. Recuerda una ocasión cuando pasaron tres días antes de que pudiera contactarse con él. No tenía manera de saber si estaba a salvo ni de enterarse de que no había podido volar porque el avión tenía un desperfecto.
Sin embargo, Dios siempre estaba al tanto de la ubicación de Carlos y lo que estaba haciendo, tal como lo hace con nosotros (Job 34:21). Nada está fuera de su vista (Hebreos 4:13); conoce nuestros pensamientos y nuestras palabras (1 Crónicas 28:9; Salmo 139:4), y sabe qué sucederá en el futuro (Isaías 46:10).
Dios sabe todo (1 Juan 3:20), y nos conoce a ti y a mí íntimamente (Salmo 139:1-10). Es consciente de cada tentación, cada corazón quebrantado, cada enfermedad, cada preocupación, cada tristeza que enfrentamos.
Qué consuelo nos da experimentar el cuidado de parte de Aquel de quien se dice: «¡Oh profundidad de las riquezas de la sabiduría y de la ciencia de Dios!» (Romanos 11:33).
Podemos confiar en nuestro Dios omnisciente.
(Nuestro Pan Diario)