Consejos de Napoleón: Salvado por Pinochet

Publicado el 19 marzo 2015 por Revista Pluma Roja @R_PlumaRoja

“El gobierno militar me salvó la vida”.
Agustín Edwards Eastman (septiembre de 2013)

Pocas veces en la vida imaginé que leyendo la biografía de un hombre pudiese llegar a comprender la historia de todo un país. En el colegio me iba bien en Historia y éste se encontraba entre mis ramos favoritos. Sin embargo, no conectaba muy bien con la forma en que los contenidos se impartían porque sentía que estaban muy estructurados y pauteados. Jamás tuve pruebas o bases sólidas sobre las cuales sostener este argumento, claro. Dicha desconfianza en las clases de Historia provenía de mi descontento general con la educación, puesto que no comprendía que nos quisieran hacer memorizar fechas para luego repetirlas como loros. No entendía para qué nos servía saber cuándo fue tal guerra si no reflexionábamos a fondo sobre sus porqués. Sentía que la educación reducía los conflictos bélicos a fechas y ganadores, jamás se nos habló de motivos, víctimas o consecuencias. Deshumanizaban la guerra al punto de convertirla en meras cifras. Pongo como ejemplo las guerras puesto que es un tema que me cuesta entender en la historia humana y porque no logro concebir el método de enseñanza de la misma. Pero en general la clase de Historia, sobre todo de mi país (Chile) me parecía falsificada y planificada en laboratorios. Los libros de historia que repartía el Ministerio de Educación estaban llenos de frases, fotos de militares, artesanías, etc. Mas no tenían reflexiones, no abrían perspectivas nuevas, se limitaban a decir “este año sucedió tal cosa”. Por tanto, las pruebas preguntaban “¿Qué sucedió tal año?”. Decepción.

Es por este motivo que me gusta leer la historia escrita desde varios puntos de vista. Este último tiempo me he abocado a leer material fresquito sobre dicha materia, puesto que han surgido unos libros de investigación (escritos especialmente por periodistas) frescos, rigurosos, documentados, certeros, cuyo único afán es abrir otro espacio para descubrir la ansiada verdad; traer a la luz toda información que se ha mantenido oculta. Y vaya que han traído luz a la historia de Chile.

Una vez conversaba con una persona mayor, que por su edad había sido testigo de varios episodios de la historia en el último siglo, quien me dijo una frase que me caló hondo: “lo triste es que la historia siempre la escriben los vencedores”. Y sí, es muy cierto: la historia oficial la escriben y la reproducen los vencedores. Sin embargo, esta nueva ola de periodistas valientes se ha dedicado a escribir la otra historia, la enterrada, la no oficial que siempre termina siendo la mejor.

Es el caso del libro publicado a fines del 2014 por el periodista Víctor Herrero: Agustín Edwards Eastman. Una biografía desclasificada del dueño de El Mercurio. Al escribir esta reseña me faltan los adjetivos para calificar la obra de Víctor Herrero. Es que más allá de lo bien escrita y documentada que está, esta obra es sin duda un regalo para la memoria de un país entero. Quizás ustedes se preguntarán porqué la biografía de un personaje es tan importante para un país, su historia y su gente. Bueno, resulta que el biografiado es parte de una familia centenaria que a través de los años amasó una fortuna que llegó a ser la más grande de Chile y más allá de esa fortuna, esta familia “el clan de los Edwards” ha ejercido un poder tanto político como económico hasta ahora más bien desconocido. Se trata de la historia de una familia que ha movido los hilos del país, que ha desatado guerras y tragedias, que ha sembrado dinero y cosechado el dolor de muchos. Además, de ser la dueña de casi todos los medios de comunicación escrita en Chile.

Si bien es la biografía del sexto de los Agustines del clan, esta obra comienza desde la llegada del primer Edwards para remontarse al comienzo de la fortuna, de la familia y de todas sus empresas que por angas o mangas tocan a todo chileno. Con una maestría inigualable, Víctor hace un repaso por la historia del clan Edwards, deteniéndose en cada hecho histórico y personal de relevancia nacional. Es que no hay ningún Agustín Edwards que no haya ejercido presiones políticas y económicas, que no haya metido su cola en la labor de algún presidente, que no haya estado involucrado en cada trocito de historia de Chile.

Un capítulo que me llamó la atención más que cualquier otro es el que trata la Guerra del Pacífico, aquella que generó la “corrección” de las fronteras de Chile, Perú y Bolivia; aquella que terminó durando más de cuatro años y dejó más de 14 mil muertos. Claro, en la clase de Historia se hablaba mucho de los valientes soldados que defendieron la patria y la expandieron con heroísmo en contra de los malvados que nos querían quitar todo. No obstante, jamás se nos mencionó que fue precisamente el segundo Agustín (Edwards Ross) quien ayudó a desencadenar la cruenta guerra. Ese es sólo uno de los casos en que un Agustín ha contribuido (para bien o para mal) a moldear los cimientos sobre los cuales Chile edificaría su modelo económico, político y social.

Claro, el episodio de la Guerra del Pacífico es solo uno de los hechos históricos donde un Agustín ha metido sus garras. No por nada esta reseña se llama “salvado por Pinochet”; y no por nada tiene esa cita al comienzo. Ellos han estado en todas. No obstante, debo hacer la salvedad de que el autor, Víctor Herrero, no escribió este libro con el ánimo de hacer un juicio a la persona de Agustín Edwards Eastman o a su familia. Él mismo lo dice en la presentación del libro: “Tal vez la falta de adjetivos pueda decepcionar a algunos. Pero la idea de esta biografía no es enjuiciar ni alabar al biografiado. Simplemente corresponde a un primer intento de mostrar quién es”. Por lo tanto, el juicio queda en manos de cada lector.

Desde mi punto de vista, más para mal que para bien, este clan ha sido protagonista por largas décadas. Por fortuna, no hay mal que dure cien años y así como lo consigna el escritor Jorge Edwards y como consta en el libro reseñado “los descendientes del primer Agustín pertenecen ahora a una categoría algo extraña: la de ricos venidos a menos, aun cuando sigan siendo ricos y lo sean, probablemente, durante un buen rato, puesto que la fortuna familiar da para mucho. Ricos pobres, en otras palabras, aunque no humildes”. Sí, al menos la fortuna y quizás también el poder de los Agustines ha decrecido considerablemente. Queda una última esperanza, pues creo firmemente que para que nazca un nuevo Chile y este país recupere su alma, tienen que extinguirse los viejos conceptos y con ellos sus creadores que tanto daño han hecho a este país. Ojalá que el título del último apartado de la quinta parte del libro sea premonitorio “El fin de los Agustines”.

Por Cristal