Aquel señor simpático y bonachón, al escuchar la palabra autónoma me dijo, yo también era autónomo, de hecho llegue a tener un negocio con cuatro tiendas, quince empleados, y un buen día todo se fue al traste, no nos supimos adaptar a los cambios que comenzaban a llegar y encima la crisis, hizo que tuviera que cerrar todo. Por suerte conservo mi casa y tengo una pensión de 800 euros.
Este señor tenía un negocio relacionado con la informática, y entonces comenzamos a recordar esos virus que atacaban al principio a los Pcs y cuando para recuperar un disco duro había que mandarlo a una empresa a Madrid…
Al despedirse me dio dos consejos: El primero es que me valorara yo antes que a nadie, porque al final la gente es muy desagradecida y no valora lo que le das de más, solo te quieren mientras les sirves, después se olvidan. Y el segundo fue que no dependiera de los bancos que llegara solo hasta donde era capaz de llegar con mi esfuerzo y trabajo.
Le di las gracias, me despedí de él deseándole una feliz semana, y me monté en el coche, para ir a recoger las notas de mi hija Lucía.
No he podido dejar de pensar en él todo el día, quizás Dios intente decirme algo, no lo se, pero lo que está claro es que el consejo número dos ya lo sigo desde hace tiempo, pólizas, préstamos, eso para otros, en cuánto a lo de la gente, ahí si que fallo más, de hecho el otro día alguien me dijo que era demasiado paternalista con mis colaboradores de trabajo y mis clientes, y como me lo dijo una persona a la que la vida le sonríe mucho más que a mí, tendré que tomarlo como cierto.
Pero sinceramente, es complicado cambiar con 45 años, aunque la vida ya se encarga de meterte en vereda si no lo haces tú voluntariamente.
Muchas veces querría ser fría como el hielo y no tener corazón, otras me gustaría tener ese sexto sentido que me diga ahí no Ana, por ahí no se te ocurra coger que te van a llover chuzos de punta… Al final mi madre va a tener razón y pasaré de niña a vieja como Rancacoles.
Buenas madrugadas a todos.
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