11 consejos para enseñar a pensar a los hijos
1. Lo primero es actuar de acuerdo con la verdad de las cosas.
Enseñar a los hijos a no engañarse, a ser sinceros, a
actuar con coherencia. “Podemos conocer la química cerebral que
explica el movimiento de un dedo, pero eso no explica por qué ese
movimiento se usa para tocar el piano o apretar un gatillo” (Marcus
Jacobson).Y “no podemos abaratar la verdad” (F. Suárez), devaluando su
valor, como si fuera época de rebajas.
2. Un segundo es que “el entrenamiento es una exclusiva de la inteligencia humana” (Marina).
Hay que enriquecer el lenguaje, hay que fomentar el
diálogo, el ejercicio mental de razonar, de defender una causa, de
tener argumentos para las propias decisiones, y no hacer sólo lo que
hacen los demás, como los borregos. Aprender a pensar es descubrir todo
el inmenso poder que tiene la moda en el mundo y saber salir de la
jaula mental en que puede encerrarnos. El pensador libre, es decir, el
pensador, no debe sacrificar su libertad de pensar en el altar de la
moda. Sacrificar la verdad en el altar de la moda es una de las
perversiones más nocivas del pensador.. Sin embargo, con excesiva
frecuencia se encarcela a la razón en la jaula de la moda.
Entrenamiento y cultivo, dado que “la tierra que no es labrada, llevará
abrojos y espinas, aunque sea fértil. Así sucede con el entendimiento
del hombre” (Sta. Teresa de Jesús).
3. Ya que es imposible no equivocarse nunca, al menos, por utilidad y
por deber, hemos de aprender de nuestras equivocaciones.
Si queremos aprender a pensar, deberemos descubrir el
mundo tan humano del error. "Equivocarse es humano", descubrieron los
antiguos. El error es el precio que tiene que pagar el animal racional.
4. Deliberar es la segunda etapa de la voluntad.
Seremos más inteligentes y más libres cuando
conozcamos mejor la realidad, sepamos evaluarla mejor y seamos capaces
de abrir más caminos. Sería un error pensar, observa Leonardo Polo, que
el hombre inventó la flecha porque tenía necesidad de comer pájaros.
También el gato tiene esa necesidad y, no ideó nada. El hombre inventó
la flecha porque su inteligencia descubre la oportunidad que le ofrece
la rama.
5. Mantener abierta nuestra capacidad de dirigir nuestra conducta por valores pensados.
Hay que pasar del régimen del impulso irracional al
régimen de la inteligencia. Más que enseñar a pensar, la función de los
padres ha de consistir en motivar a los hijos para que quieran pensar,
por cuenta propia. Con actitudes positivas, las niñas se comen el
mundo; con actitudes negativas, el pensar aparece como algo cansino; el
actuar, como mediocre.
6. Enseñar a tomar decisiones. La inteligencia es la capacidad de resolver problemas vitales.
No es muy inteligente quien no sea capaz de decidir,
aunque dentro de su refugio resuelva con soltura problemas de
trigonometría. Si convenimos que educar es, esencialmente, crecer en
libertad y en responsabilidad, aprender a decidir bien resulta uno de
los aspectos claves de esa tarea: cuanta más capacidad de decisión, más
libertad.
7. “Debemos recuperar de los niños, y fomentarla, la sana estrategia de preguntar continuamente.
Las tres preguntas fundamentales son: ¿Qué es? ¿Por
qué es así? y ¿Ud., cómo lo sabe? Aristóteles definía la ciencia como
“el conocimiento cierto por las causas”. Pues, habituarse a formular
por qués. Los padres deben estimular, motivar, comentar y promover el
clima adecuado para favorecer los hábitos intelectuales de sus hijas.
8. La inteligencia que planteamos tiene que saber aprender y, sobre todo, tiene que disfrutar aprendiendo.
Formular preguntas que ayuden a ser más reflexivos, a
interrogarse sobre el pensamiento: ¿Por qué piensa el hombre? ¿Has
pensado por qué recuerda cosas? ¿Pensamos mientras dormimos? ¿Qué es lo
que más te hace pensar? ¿Puedes pensar en dos cosas distintas a la
vez? Leonardo Polo define al hombre como un ser que, no sólo soluciona
problemas, sino que además se los plantea. En efecto, el ser humano
progresa planteándose nuevos problemas y buscando solucionarlos.
9. La inteligencia debe de ser eficazmente lingüística.
Ya gracias al lenguaje, no sólo nos comunicamos con
los demás, sino con nosotros mismos. La inteligencia no se parece a una
colección de fotografías, sino a un río. Río e inteligencia
“discurren”. Nuestra lengua natural, la materna, es un río donde
confluyen miles de afluentes. "La pluma y la palabra son las armas del
pensador" (JA Jauregui): aprender a pensar es aprender a tocar dos
instrumentos del pensamiento: la pluma y la palabra.
10. Fomentar la lectura y controlar el uso de la TV.
Ya que hablamos del vuelo de la inteligencia, se
trata de “ser más inteligentes que la TV” (Jiménez). Los libros “tienen
que ser obras que alimenten la inteligencia sin dejar seco el
corazón”. O sea, que deben iluminar la mente con la verdad y no sumirla
en las nieblas de la duda o en la oscuridad del error” (F. Suárez).
11. Urge encontrar tiempos para
reflexionar, para pensar, que es menos trabajoso y más barato que otras
necesidades que nos creamos.
Sobre el sentido último de la vida, de las cosas, del
hombre, de
Dios. Cuando Unamuno dijo que solía ir a pasear con
pastores de ovejas para aprender a pensar, para deshacerse de
prejuicios y dogmas de escuela, todos se rasgaron las vestiduras. Sin
embargo, Unamuno era sincero. Un pastor de ovejas tiene tiempo para
pensar, para dar rienda suelta a su imaginación y descubrir nuevos
horizontes filosóficos que no ha visto nunca ningún otro
filósofo.Fernando Corominas dice que hay que “sentar” en la mente y en
el corazón de los hijos las cosas buenas, antes de que les lleguen las
nocivas. Es llegar antes, es educar en futuro. Siempre que nos
abandonamos, retornamos a la selva. La selva de la que hablo
metafóricamente es siempre una claudicación de la inteligencia.
Fuente: arvo.net
Autor: Luis Olivera
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