Consejos para un lío de faldas: Fin de fiesta

Publicado el 21 junio 2014 por Javier De Lara @FValentis
Si quieres leer la entrega anterior de esta lamentable historia, pincha aquí. Si quieres ir al principio de los tiempos y enterarte de quién narices es Alonso y por qué estoy hablando de las tetas de su prima, mejor que empieces por el principio
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Allí estábamos Alonso y yo, arrastrados por Ali que nos cogía de la mano sin saber muy bien a dónde nos dirigía (con el tiempo descubrí que esta situación se iba a producir en mi vida con muchas chicas). Yo me dejaba llevar, pero cada segundo que pasaba sentía mayor urgencia por encontrar los aseos para poder descargar parte de todo el alcohol ingerido.
De repente nos detuvimos junto a un grupo de personas, que debían conocer a Ali, pues ésta se detuvo para mantener una conversación con ellos. Aunque Alonso tenía la vista fija en el suelo y no parecía muy consciente del mundo que le rodeaba, yo empecé a inquietarme ya que la charla se estaba alargando bastante y en mí pugnaban el deseo por hacerme con otra copa y las ganas de ir al cuarto de baño. Encontré la solución al primero de mis problemas allí mismo: justo a mi lado había una chica que lucía orgullosa en una de sus manos un brillante vaso lleno de delicioso líquido oscuro. Sin querer soltar la mano de Ali, que me aportaba bastante estabilidad, tanto emocional como física, di un par de pasitos hacia aquel vaso, sigilosamente, haciéndome el despistado.
Sabía que existía algún tipo de convencionalismo social para solicitar que accedieran a compartir el cubata conmigo, como por ejemplo una pregunta del tipo "¿me das un poquito, por favor?" o tal vez, de una manera más indirecta "¿Es eso ron con Coca Cola? ¡Qué casualidad, es mi bebida favorita! ¿Me dejas probar un poco?" pero en aquel momento, no me sentía muy capaz de establecer una conversación tan compleja ni me veía con ánimos de tantas sutilezas. Así que, simplemente, alargué la mano y traté de arrebatarle el vaso por sorpresa.
-Pero ¿qué cojones? -gritó aquella avariciosa, echándose hacia atrás y sujetando su bebida como si le fuera la vida en ello. Forcejamos unos segundos, a tirones, hasta que me di cuenta que la batalla estaba perdida. Hay que saber tanto perder como ganar, así que con un suspiro de tristeza, me di la vuelta como si nada de esto hubiera pasado y me situé tras la sombre protectora de Ali, que había observado la escena sin poder evitar que una media sonrisa de asombro le asomara en el rostro. Abrió la boca para decirme algo en varias ocasiones, seguramente buscando las palabras apropiadas que pudieran describir lo que acababa de ver, pero antes de que pudiera encontrarlas, sentí como el continúo espacio tiempo se combaba ligeramente, concretamente en un punto a mi derecha. 
Miré hacia ese lugar y descubrí a Marta encaminándose en nuestra dirección con expresión de furia mal contenida. Mi grado de alcoholismo bajó varios grados al instante al pensar que éramos nosotros los culpables de su cabreo, ya que siempre que veo a una chica mosqueada pienso que ha sido debido a algo que he hecho o dejado de hacer. Por otra parte, me admiró lo bien que le sentaba el enojo, con sus ojos oscuros relampagueando y su anatomía estremeciéndose a causa de la ira. 
-Primos ¡nos vamos! -nos dijo, entre dientes, al llegar hasta nosotros. Yo la miré, parapetado tras Ali sin saber si abandonar su protección, cuando vi que ella me agarraba de la mano y después la de Alonso y nos obligaba a tomar dirección hacia la puerta. Como ya os he dicho, que una mujer nos llevara a algún lugar desconocido sin contar con nuestra opinión, era algo que se iba a convertir en costumbre.-¡Nos han puesto algo en la copa! ¡Lo juro! -se defendió Alonso, que también se había espabilado de repente al ver a su prima encabronada.-Martita, no te enfades... -decía yo, lloriqueando de manera muy poco digna.
Pero Marta no nos escuchaba. Mientras nos encaminábamos hacia la salida, murmuraba algo en voz baja, intercalando insultos que hubieran avergonzado a un camionero ruso y que me da pudor registrar en este relato. Curiosamente, no parecían ir dirigidas hacia nosotros, sino al que hasta esa misma noche, había sido el chico de sus sueños. 
-Será imbécil -dijo Marta, deteniéndose y haciendo que nos tropezáramos con ella, provocando que casi nos cayéramos los tres al suelo. Estábamos prácticamente fuera del chalet y vi con ella miraba a Alonso, con lágrimas en los ojos. Le dio un abrazo y empezó a balbucear algunas incoherencias de borracha, que dieron a entender que se encontraba en un estado muy similar al nuestro.
Le di unos golpecitos en la espalda para animarla y ella amplió su abrazo hacia mí. Nos quedamos los tres apretujados, en el coro alcohólico de la patetaza, para que, sin saber por qué, acabáramos los tres gimoteando sobre el amor que nos profesábamos.-Ay, primos, ¡cómo os quiero! -nos decía, repartiéndonos besos en la mejilla y en los labios, sin distinciones. -Sí -decía Alonso, echándole mano a la cintura a su prima- yo también, yo también.-Joder, ¡que me meo! -dije yo, sin poder aguantarme más y saliendo a correr en búsqueda de algún cuarto de baño .
Tras encontrarlo, una vez aliviado y de regreso al lugar donde me esperaban Marta y Alonso, volví a descubrir, bajo un romántico arbolito de los alrededores, a Ali y al imbécil, que estaban de nuevo dándose el lote salvajemente. Estaba claro que lo suyo no había sido fruto de una noche. Qué suerte tienen algunos y qué mal repartido está el mundo.
Fuimos a la parada del autobús nocturno más cercana y esperamos pacientemente a que llegara. Aquel paseo y la espera consiguió que nos espabiláramos un poco. Pronto empezamos a reírnos al contarnos las anécdotas de aquella noche. -¿Pero como eres asiiiiiií? -me preguntó Marta, en un ataque de risa mientras le contaba que había intentado robar un cubata a una desconocida.
Llegamos a la urbanización y mi prima, para mi asombro, decidió sin aviso previo, empezar a desvestirse nada más ver la piscina. Se quedó en ropa interior ante nuestros ojos, que no se perdieron detalle de la operación y se lanzó sin pensárselo al agua.
Alonso me dio un codazo y yo, que estaba francamente cansado no tuve deseos de oponerme a lo que sabía que era su deseo. En un gesto que hoy me sigue asombrando y creo que me honra, dije en voz alta que no podía con mi alma y que los dejaba a los dos solos.
Todo lo que viene a continuación es la transcripción del relato que el propio Alonso me hizo de lo que ocurrió.
Una vez me había ido, sin dudarlo demasiado, mi amigo decidió quitarse su ropa para quedarse en calzoncillos y lanzarse tras Marta, que chapoteaba de forma desenfadada. Ambos estuvieron un rato haciendo el idiota, tratando de no hacer demasiado ruido para que no les llamaran la atención. Finalmente, ambos acabaron sentados en el borde de la piscina, con los pies dentro del agua. -¿Primo? -preguntó Marta, moviendo el pie dentro del agua.
-¿Siiiií? -dijo Alonso, con un gallo que surgió en el peor momento posible. Llegados a ese momento, la cabeza le daba vueltas a causa del nerviosismo y del alcohol. A pesar del chapuzón, podía oler todavía el aroma dulzón del perfume a vainilla.-¿Qué tal ha ido tu noche? ¿Te lo has pasado bien?-Bueno -contestó mi amigo, repasando los escasos recuerdos que mantenía de las horas pasadas para intentar dar una respuesta sincera- no ha estado mal del todo.-¿Te gusta Alicia, verdad? Yo creo que tú le haces gracia ¿sabes?
Tal vez fue el alcohol o tal vez fuera porque la imagen de Marta, mojada y en ropa interior era auténticamente espléndida, pero Alonso decidió que habría pocos momentos mejores que aquel para mostrar su corazón incestuoso y declarar su amor.-Uf. Arf -empezó a decir, demostrando un lamentable control sobre sí mismo.-¿Qué? ¿Qué dices? -preguntó su prima, mientras él se fijaba en cómo subía y bajaba uno de sus pechos, que estaba prácticamente fuera del sujetador.-Ali no me gusta -dijo, por fin, ahogándose- me... me gusta otra -soltó, tomando una bocanada de aire.-¿Otra? ¿Quién? -preguntó la muy furcia. Alonso pensaba que con sus palabras bastaría para que ella se arrojara sobre él, al grito de: "¡por fin lo has dicho! Tómame ya primo y pequemos juntos!" pero al parecer iba a ser más complicado que todo eso.
Alonso se dio cuenta que tenía que actuar él si quería que la situación avanzara. Era el momento de la sinceridad. De hablar con la mano en el pecho, vaya. Y eso fue lo que hizo. Empujado por el alcohol o la estupidez o la inexperiencia o la lujuria o todas ellas juntas, y en uno de los actos más ridículos de la historia de las declaraciones amorosas, extendió temblorosamente un brazo y le agarró una teta, la que antes había visto más libre y accesible, concretamente. Sin más preámbulos. Ni tan siquiera un "¿me permite?" 
Silencio. Infinito silencio interminable. Marta miraba a Alonso con los ojos abiertos como platos y después bajó la mirada a su pecho, como si quisiera cerciorarse de que realmente la mano de él estaba allí. Pasaron unos segundos más, en el que ella, su teta, él y su mano estuvieron esperando acontecimientos. -Pero primooooooo ¿qué haceees? -dijo la joven, en un susurro que sonó como un cañonazo en la noche.-Tú... dijo Alonso, rojo como un tomate, contestando con algo de desfase a la pregunta anterior que le habían planteado. 
Curiosamente, siguió sin pasar nada. La mujer estaba atónita, seguramente tratando de descifrar aquella breve respuesta. O tal vez porque la mano de Alonso estaba bien agarrada y no le dejaba mucho margen de movimiento.-Me gustas tú -dijo Alonso, con la sana intención de aclarar las cosas, por si ella no se estaba dando cuenta. 
Marta se libró de la presa echándose ligeramente hacia atrás. Y cuando se empezaba a entrever que un guantazo iba a salir volando para premiar el gesto cafre, cerdo y salvaje de mi amigo, ella se volvió a acercar a él y le dio un abrazo, en un ataque de risa.Pero, primo... -dijo, sin poder parar de reírse- ¿Cómo se te ocurre?
El muchacho, completamente abochornado, no dijo nada, aunque en el fondo estaba más que aliviado por haberse librado de que le cruzaran la cara.-Lo siento -dijo, con un triste hilillo de voz, dándose cuenta que el acercamiento había pecado posiblemente de ser algo burdo.-Primo, primo, primo -dijo ella, apartándose para darle unos golpecitos con el dedo índice en el pecho. Y, sin previo aviso, se lanzó hacia adelante para besarle, succionándole parte del intestino en el proceso.-Joder -dijo Alonso, tomando aire tras aquel bestial morreo que había sido su primer beso. No le dio a tiempo a decir más, pues ella se volvió a abalanzar sobre él. Se besaron varios minutos más, pero cuando intentó soltar su sujetador, ella detuvo su mano.-Creo que por hoy ya está bien ¿no? -dijo, poniéndose en pie- que vamos a acabar liándola y nos van a pillar. Vamos a dormir.
Alonso llegó a la habitación. Yo ya dormía plácidamente y se tumbó en su cama, sin saber qué había pasado aquella noche.  
Pasaron el resto de días de mi estancia en la casa de Alonso aquel verano de forma bastante similar, aunque apenas volvimos a ver a Ali un par de veces más y Marta, a pesar de ser tan juguetona como había sido desde un principio, no nos dio pie a que intentáramos ningún acercamiento más con ella. Supo controlar nuestro hormonado comportamiento como quien controla a un niño pequeño y justo el día en que yo me fui, ella se iba de viaje con sus padres, por lo que nuestro verano juntos terminó para los tres. Cuando me despedía de ella, se acercó y me dio un beso largo y prolongado en la mejilla a la vez que me susurraba que me había dejado un regalito en la maleta. Cuando llegué a casa, la abrí corriendo y descubrí, cuidadosamente doblado, aquel vestido que se había probado delante de mí en una tienda; escondida en uno de las dobleces del vestido, había una nota que rezaba:
"Me hubiera dejado que me lo quitaras".