Consejos para un lío de faldas. Vaya película.

Publicado el 15 abril 2014 por Javier De Lara @FValentis
Toda esta historia, tiene origen de esta forma. Y el anterior capítulo, lo puedes encontrar aquí.

Vaya película

Alonso había salido del trabajo un poco antes de lo normal. Tenía que ir a casa, cambiarse y correr para llegar puntual a su cita con Lorena en el cine. Abrió el cajoncito de su mesilla de noche para coger algunas monedas sueltas y allí estaba. Justo debajo del ebook y algunas cartas. Cogió la caja de preservativos y la miró, dándole vueltas como si se tratasen de un raro tesoro largo tiempo guardado. Sopló la caja, haciendo que saltara una pequeña nube de polvo. ¿Debía cogerla? Dudó unos segundos. Si lo hacía, estaba claro que su objetivo final aquella noche era dedicarse al noble vicio del fornicio; su coartada de que todo lo que estaba pasando con Lorena era fruto del azar y de impulsos incontrolables quedaría en entredicho. Una cosa era ser un cerdo lujurioso esclavo de las circunstancias y otra muy distinta ser un guarro asaltacunas con premeditación y alevosía. Pero uno tampoco podía descuidarse y ya se sabe que hombre precavido vale por dos. Meditó unos instantes más y al final pudo su parte precavida, o al menos así lo quiso ver, y cogió un par de ellos.


Se dio cuenta que había perdido mucho tiempo. Salió corriendo, temiendo llegar tarde a la cita, pero debió darse bastante prisa en el coche, ya que llegó con veinte minutos de adelanto al cine. Debía haber batido varios récords seguidos de velocidad en carretera. Mientras paseaba por el enorme vestíbulo, ojeando carteles de próximos estrenos, su conciencia se reía por lo bajo en su oído, socarrona, "menudas ansias, ¿eh, Alonso?" le decía. La acalló inmediatamente. Si seguía escuchándola, podía correr el riesgo de hacer algo sensato y marcharse antes de que llegara Lorena.

Cuando empezaba a aburrirse de ver carteles, justo sonó su móvil. Era Ali. Miró alrededor, preso de un súbito arranque de pánico, sin saber qué hacer. Buscó una esquina donde no hubiera mucho alboroto y suspiró. Si no le cogía, seguramente volviera a llamarle más veces y tampoco quería que aquella llamada ocurriera delante de Lorena. Lo mejor era contestar y librarse de ella lo antes posible. Descolgó. -¿Holaaaa? -dijo, con un gallo interminable.-¿Alonso? -preguntó Ali, extrañada- ¿cómo estás?-¿Yo? ¡Bien! -contestó, sin pensar demasiado.-¿Ya te encuentras bien, entonces? Me habías dicho que estabas enfermo y te llamaba por eso ¿vamos a poder quedar, entonces, este fin de semana? Alonso renegó en silencio, dándose cuenta una vez más de que era un imbécil. Es duro tener tantas pruebas en contra de tu propia inteligencia. -Ehhh, bueno, sí, es decir, no. Bueno, estoy mejor, pero todavía algo pocho. Y como tengo que viajar este lunes, prefiero quedarme en casa tranquilo y recuperándome.-¿Qué es eso que suena de fondo? Parece que hay un montón de gente ahí... -preguntó Ali, con un tono de sorpresa.-Una peli de romanos -dijo Alonso, con lo primero que se le ocurrió, mientras buscaba algún lugar donde hubiera menos gente o se escuchara menos-. Estoy viendo una de romanos de esas antiguas, ya sabes que se acerca la Semana Santa y, claro, pues eso; todo lleno de legionarios exterminando diversas etnias y armando jaleo.-Ah -le contestó la chica, no demasiado convencida.-Bueno ¿qué tal todo por casa? ¿Estáis todos bien? -le preguntó, para cambiar de tema, sin darse cuenta que también estaba caminando por un terreno resbaladizo.-¡Muy bien! Contestó Ali. Ya sabes, como siempre. Mis padres de un lado a otro y mi hermana zorreando un poco, como de costumbre.-¿Umpff? ¿Cómo que "zorreando" tu hermana? -se atragantó Alonso.-Sí, como siempre. Ya la conoces. Según me ha dicho mi madre, al parecer ya está con otro. Esta chica no para -dijo, riendo.

-Grrrrr.
-¿Alonso? Perdona, se ha debido cortar, porque he escuchado como un gruñido.

¿Cómo que "esta chica no para"? ¿Qué coño significaba eso? De todas formas, no era el momento de mantener esa conversación con Ali, si es que había algún momento para hacerlo. Notó el sudor frío que le recorría la espalda siempre que estaba cerca de meter la pata. Se intentó recomponer.

-Bueno, Ali, tu hermana tiene ya más de veinte años. Quién sabe si...

-Alonso, mi hermana sólo sabe salir con capullos.
-Grumfslds -gruñó de nuevo Alonso.
-¿Cómo? Oye, que parece que hay interferencias. No se te entiende nada.
-Eh, sí, decía que todos maduramos algún día.
-Sí, supongo -concedió ella, no demasiado convencida. Se le notaba contenta y en su tono no había nada raro que hiciera sospechar a Alonso que ella conocía la identidad del nuevo "capullo" de su hermana. De haberlo sabido, Ali le hubiera despedazado sin compasión, no se hubiera andado con triquiñuelas o rodeos. Su secreto parecía estar a salvo, al menos de momento.-Bueno, Ali, esto se escucha fatal, ya hablamos ¿vale? A ver si la próxima vez que vengas podemos quedar...-Sí, vale, no te preocupes. Seguro que nos vemos pronto. Un beso.

Alonso reprimió su ansiedad y trató de serenarse. Debía quedar poco para que llegara Lorena y era mejor estar tranquilo. Y así fue. A los cinco minutos apareció su cita y a él se le olvidó casi instantáneamente la conversación que acababa de tener por teléfono. Lo hizo porque le convenía y porque, de nuevo, ella estaba preciosa. A pesar de todo el ruido y la gente que los rodeaba,  cuando la vio llegar, sólo pudo escuchar el sonido de sus tacones contra el suelo. Toc, Toc, Toc. Fue a darle dos besos, pero ella lo besó en la boca. ¿O tal vez la besó él? Daba igual. Alonso miró a ambos lados, como si temiera que pudieran reconocerles. Ella sonreía, divertida por la situación. Fueron a las taquillas, pero por suerte para Alonso, que ya la había visto, no quedaban buenos asientos para ver Ocho apellidos vascos-¿Qué hacemos? ¿Cuál vamos a ver? -le preguntó a ella.-Pues, ya que estamos, la más aburrida que haya ¿no? -dijo, con media sonrisa, la muy hijaputa, haciendo que empezaran a tocar zafarrancho de combate en los pantalones de Alonso. Alonso pidió unas entradas para una película de la que después no recordó siquiera el título. Se acercó a la taquillera y le rogó, en voz baja, en un último intento por no caer en el pecado, si podía darle los dos asientos en puntas distintas de la sala: la gilipollas que le atendía debió pensar que era broma, porque se las dio consecutivas. 

Para que empezara la película que finalmente habían escogido quedaba media hora, así que decidieron dar un paseo y así hacer tiempo. Salieron del cine y acabaron sentados en las gradas de hormigón que daban acceso a la puerta principal.

Se pusieron a hablar. A Alonso le encantaba verla reír a causa de sus estupideces, gruñidos y torpezas. Con ella los silencios eran cómplices o preludio de más risas. Se dio cuenta que cada segundo que pasaba, estaba más cómodo a su lado. La miró de reojo, de arriba a abajo, aprovechando que ella le señalaba algo y no parecía estar atenta. A pesar de que no hacía demasiado frío, llevaba una pequeña chaquetita sobre sus hombros, sobre una de sus típicas blusas ajustadas. Se centró, de hecho, en un punto muy determinado, que arrugaba ligeramente la blusa. "Vaya, deberías dejar de mirarlo tan atentamente, no sea que..." se dijo Alonso.

-¿Me estás mirando un pezón, Alonso? -le dijo ella, de repente, haciéndole dar un brinco del susto.

-¿Ah, es el pezón? Fíjate, pensaba que era una arruga... -debió contestar Alonso.
-Egrdfsñl, emmmm, sí, buf, sí -reconoció, en realidad, rojo como un tomate.
Lorena no dijo nada. Simplemente se levantó y se sentó sobre sus piernas, mirándole a los ojos.
-Así los ves mejor -dijo, dándole un cálido beso. Alonso sintió que aquello estaba demasiado bien y demasiado mal al mismo tiempo.
-Lorena -dijo, con voz entrecortada, separándose de ella-, esto no está bien, no así, de esta forma...
-¿Tú quieres? -le interrumpió ella, con sus labios rozando prácticamente los suyos, mirándole fijamente a los ojos. Qué negros que eran. Alonso se despeñó dentro de ellos.
-Sí... -contestó mientras pensaba "joder, ¿cómo que sí? ¿Qué coño haces? ¿Estás loco?- Sí. claro que sí.

Ella sonrió de nuevo ¿era dulzura eso que había asomado al comienzo de esa sonrisa? ¿O era triunfo? Tal vez ambas. En cualquier caso, duró un instante. Él la volvió a besar con ansias. Había elegido. Ella le había hecho elegir. 

***

-Después fuimos al cine. Me compré una Coca Cola y me derramé sobre los pantalones medio vaso a causa de los nervios, como si fuera un puto adolescente -me contó Alonso. Era viernes, justo el día después de la cita que habían tenido. Estábamos sentados en nuestro bar de siempre, con varios vasos vacíos entre nosotros.-¿Y qué tal la película? -le pregunté, mientras digería la historia.-Pues debió ser muy buena, porque salí empalmadísimo -me aclaró Alonso.-Ya veo. Supongo que después la volverías a acompañar a casa, para ver si os pillaban.
-Sí. Ella tenía que ir al día siguiente a la universidad. Así aprovechaba para despedirme. La llevé hasta casa y me despedí como un caballero.
-¿Y ya? -le pregunté, alzando una ceja, escéptico.
-Bueno, me despedí, sí. Con un par de besitos de nada, nada importante. Pero entonces me dio un arranque de los míos. Me animé, vamos. Y le he pedido que venga a mi casa mañana, que la invito a cenar. No pongas esa cara: ella estaba preciosa y, la verdad, quería volver a verla antes de irme el lunes.
-No es eso lo que decías hace dos días. ¿Ya está aconsejándote tu amigo Cipotito? ¿No te estás precipitando un poco?
-No lo sé -dijo, encogiéndose de hombros. No lo sé.
-O sea, que has quedado con ella, en tu casa, mientras su hermana está en Madrid. Y esperas que, de alguna manera, todo acabe resolviéndose, mientras te lanzas de cabeza al precipicio.
-Más o menos. Por cierto, ¿se te ocurre que le puedo hacer para cenar?
Y esta es la historia de Alonso, de momento. Aún no sé cómo fue la cena, ya que está de viaje y no he podido hablar con él, pero os mantendré informados. Gracias a todos los que me habéis preguntado por la historia. Que sepáis que todo le está llegando a Alonso, aunque no sé si le será de utilidad dado que es un imbécil de cuidado, pero tal vez encuentra algo de consuelo en los ánimos o algo de cordura en vuestras críticas.