Constelaciones

Publicado el 19 diciembre 2013 por Dcarril
Como es bien sabido, para Khun las revoluciones científicas representan una serie de cambios estructurales tales que los viejos conceptos ya no pueden convivir con los nuevos. Las revoluciones son entonces como grandes corrientes que involucran sus elementos constitutivos propios, de modo que aunque en el nuevo paradigma se conserven algunos conceptos del paradigma anterior, la corriente revolucionaria impone las suyas propias de modo que esta no se caracteriza por una sustitución atómica de elementos individuales, sino por un entramado de conceptos cuyo 'aire de familia'- por decirlo con palabras de Wittgenstein- implica la configuración de una constelación, cuyos elementos se invocan entre sí y mantienen relaciones recíprocas. 

Este fenómeno puede extrapolarse de hecho fuera del ámbito de la historia de la ciencia; por ejemplo, en psicología, la constelación es un fenómeno que aparentemente se produce cuando estudiamos las patologías psíquicas. En efecto, categorías de la ciencia psiquiátrica como 'neurosis' o 'psicosis', son auténticos entramados de fenómenos que se relacionan entre sí, formando constelaciones. En el caso de la angustia- o ansiedad-, por ejemplo, no se produce un único fenómeno mental, sino una constelación de síntomas que remiten entre sí y de los cuales, a su vez, participan de otro modo otras patologías. Pero cuando hablamos de la angustia, hablamos del predominio de una configuración determinada de fenómenos, cuya jerarquía o intensidad varía cuando la patología es distinta. Del mismo modo podemos decir que una psicosis determinada no surge de uno de los elementos aislados que la componen como tal, sino que ella involucra-y constituye- la relación entre fenómenos -ideaciones, pensamientos, emociones, etc- muy determinados que se ponen en contacto entre sí a la vez. Trasladando esto a nuestro mundo contemporáneo, y conservando esta definición, parece entonces que el 'aire de familia' del neoliberalismo contemporáneo no solo implica la sustitución de un sistema holístico por otro- una 'revolución' en sentido kuhniano- sino que ello significa que todos los fenómenos que el sistema toca, quedan incorporados en él y modificados, re-definidos por él. Aunque es verdad que viejos conceptos-o mejor dicho, las realidades que refieren- siguen persistiendo e incluso agudizándose- la lucha de clases, por ejemplo- pues el sistema no está cerrado, sino que tiene fisuras y poros- de ahí la necesidad de los términos 'constelación' y 'aire de familia', el principal problema que parece plantear el trabajo en el interior del sistema (y contra el sistema) es que el horizonte de ese trabajo no puede plantearse- y ello porque ese horizonte está ya de hecho planteado por el paradigma contemporáneo- y por tanto quien define los términos, las relaciones y los problemas no son los 'otros', los subyugados o los 'revolucionarios', sino los que ostentan el poder y con ello la hegemonía sobre el significado y el entramado de las relaciones políticas, sociales y simbólicas. 
Parece que ese es el gran obstáculo cuando lo que se pretende es plantear atómicamente un problema cuya fuerza y raíz residen en el todo organizado como sistema. La supervivencia del revolucionario queda enfangada en los márgenes y en los poros, lo cual, por cierto, no es un consuelo. Y resulta una aberración -cuando no un cinismo inexcusable- hacer de estos márgenes la tabla de salvación y de transvaloración de la constelación dominante. Pero tampoco un débil reformismo será de alguna utilidad contra el poder de la constelación neoliberal. Solo otra constelación-más fuerte, más atractiva, más ideológica- podrá desactivar la potencia del Imperio. Esa constelación existió de hecho, y tuvo un nombre: Unión Soviética. La revolución no vendrá, pues, de reformas aisladas, como tampoco de actos individuales subversivos, ni de esperanzas abstractas sobre la posibilidad de un reformismo progresivo- a la manera en que Marx imaginaba la transición del capitalismo al socialismo de Estado y de ahí al comunismo- sino de una auténtica sustitución de paradigmas, una revolución à la Kuhn que, como es obvio, solo tendrá en los efectos económicos y políticos su manifestación fenoménica acaso más superficial.



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