Construcción y refutación del poema

Por Calvodemora

Andamos poéticos últimamente. Me salen versos enteros o versos a medias, los escribo en el iPhone o papeles sueltos que guardo en el abrigo. Hoy he encontrado unos cuantos de los que no me acordaba. Me han resultado ajenos, no parecen míos, son de otro. A veces es bueno esa sensación de ajenidad. Cree uno que no le podrán pedir cuentas. En realidad, al no releer lo que escribo, soy yo quien no me las pido a mí mismo. Es la parte buena de escribir con el atropello con que lo hago. Ese flujo, un poco de vértigo y otro poco de contención, consuela, hace que se soporte con más entereza la fragilidad de las cosas, su desvarío, su delirio. Un poema a medio terminar, guardado en un archivo de una nube, encontrado ahora, me hace acabarlo con el temor de que no esté a la altura de ese entusiasmo primerizo con el que lo escribí. Hay poemas que están en tu cabeza y exigen salir. El poema, tocado y arreglado, aliviado de repeticiones y pensado varias veces es éste:
Oh yeah / Poema que debió haber sido escrito hacia 1990
IEl tacto novicio que turba el silencio
estalla más tarde en precoces jadeos.
Es aviso muy breve de purgatorios dulcísimos
donde el alma festeja un incendio de algas.
Es mástil que puja, es espuma que cede.
Las olas no tienen pudor y nos lamen.
La carne tutea a la muerte y la burla.
La carne no acata las horas y las hiere.IILa piel huele a coppertone y a sardinas
y suena Bob Dylan en un coche a lo lejos.
Una familia recoge los bártulos del domingo
y tú me enciendes un chester y me besas sin mirarme.
El cámping no es un palacio de invierno.
y no tengo ayer con el que ocupar este ahora
que me obsequia de prodigios y de cansancio
y hace de vivir un secreto sencillo y muy puro,
sin misterios ni hondura, sin metafísica ni salmos,
con toda la evidencia del amor, oh dilecta mía,
varada en la voz como canto.IIIPorque la fe y el amor y la esperanza
están contenidos en el verano, te cuento al oído,
nombrando a Eliot en una casa eduardiana,
flanqueado de libros que huelen a frío de invierno y a perro.
Sólo a ti se te ocurre recitarme poesía clásica, me regañas.
En la carretera hay un tío que vende hielo.
La cerveza caliente no me gusta, la prefiero bien fría.
Tengo el estómago vacío, tengo resaca, tengo ganas.
Me quedan mil pesetas en la canadiense.
Ya no hay lugar para la lírica entre los zurcidos del alma,
pero te amo y me tiemblan las palabras en endecasílabo.