Me parece que no crecen nunca. Unos Ginkos (Ginkgo biloba) a la entrada del camino es el lugar que dedicamos a la esperanza, algo que intentaremos mantener intacta. En esa parte del campo pondré frutales que proporcionen algo de fruta para nosotros y para nuestros vecinos los pájaros e insectos de los que tengo intención de rodearme, igual que en la casa en la que vivo actualmente. Ahora estamos poniendo los frutales. Un Kaki (Dyospiros kaki), tres granados (Punica granatum), y más adelante pondremos almendreras o almendros (Prunus dulcis), melocotoneros (Prunus persica), cerezos (Prunus avium) y albergeros o albaricoqueros (Prunus armeniaca) y nísperos (Eriobotrya japonica). Algunos nacidos de hueso. Quizá pongamos algunas especies más más. Siete olivos (Olea oleoides) y una higuera (Ficus carica) les esperan desde la primavera tardía pasada. Han pasado mal el verano, pero han llegado todos vivos al invierno. Pero es el otro sector el que me hace ser más impaciente. El del bosque...
Chopos (
Cuando ya se acababa el mes de agosto, pude observar el vuelo acrobático de las golondrinas mientras cortaba la hierba. Se llegan a acercar tanto que se contemplan perfectamente las cebas de los adultos a las crías en pleno vuelo. Un día un águila calzada pasó a saludar. ¡Cuanto tiempo hace que no voy a monte!. Me deleité con su vuelo, planeando en círculos que poco a poco se fueron alejando. Espero que al año que viene mis árboles estén mucho más grandes que ahora...