Tras contemplar los escalofriantes sucesos de pillaje masivo acaecidas recientemente en Inglaterra, me vinieron a la cabeza imágenes de zombis. Quizás sea porqué en los últimos meses he visto “The walking dead” y leido “Apocalipsis Z” del gallego Manel Loureiro (creo que tras la serie y la novela ya he tenido suficiente ración de zombis de por vida), pero de todos modos no puedo evitar los paralelismos. Resulta sobrecogedor ver vagar esas hordas por las calles en medio de un escenario apocalíptico, sin un atisbo de su pasada condición humana, abalanzándose sobre otras personas (me refiero a los jóvenes británicos) ara desvalijarles, o arrasando centros comerciales y llevándose como botín una televisión Full HD Led 3D.
Semejante comportamiento no puede asociarse a una necesidad real en el sentido convencional del término. Más bien parece responder a un deseo primario de posesión de bienes superfluos unido a la frustración de no poder acceder a ellos por la vía de la compra. La opinión pública ha quedado estupefacta ante la barbarie acontecida, pero pensándolo con detenimiento, no es más que una consecuencia lógica e inevitable del siguiente cocktail de 3 ingredientes:
- - Sistema socioeconómico basado en la satisfacción de todas las necesidades por la vía exclusiva del consumo.- - Sobreexposición publicitaria mediante un bombardeo continuo de agresivos estímulos hacia la compra.- - Privación del poder adquisitivo necesario para llevar a cabo el consumismo inculcado en los puntos anteriores.
Mientras los 2 primeros puntos modelan el homo economicus, la irrupción del tercer factor le inflige una mutación que le convierte en zombo economicus (ruego me excuséis si la declinación latina de zombi no es del todo correcta…)
Hasta la fecha la respuesta de los políticos no ha destacado ni por su originalidad ni por eficacia. Desde la derecha, mano dura. Desde la izquierda, lamentos por los recortes asistenciales. Hasta un tertuliano de la mesa política de “La Noria” alcanzaría a intuir que estas medidas sólo sirven, en el mejor de los casos, para mitigar transitoriamente los síntomas del problema. Esta estrechez de miras en la búsqueda de soluciones, se corresponde en buena medida con la consideración que se les otorga a los saqueadores: simples delincuentes en el primer caso y víctimas del sistema en el segundo. Quizás la introducción del enfoque “zombil” que se intenta esbozar en estas líneas pueda contribuir a abordar la cuestión desde una perspectiva menos maniquea.
También el mercado, con su fabulosa capacidad para aprovechar cualquier oportunidad, propone soluciones. Por el lado del consumo, se está dando un incremento meteórico en el sector de la seguridad en Europa (siguiendo, con un par de décadas de retraso, la estela de Estados Unidos). Y por el lado de la producción, el miedo está demostrando por enésima vez ser el mejor aliado para conseguir una reducción de los costes laborales sin que nadie atreva a cuestionarla (como se explica en el documental “La doctrina del shock” de Michael Winterbottom y Mat Whitecross, basado en el libro homónimo de Noemi Klein. Documental está disponible en el economista humilde TV).
Retomando el hilo zombi, me pregunto si el comportamiento de las multitudes que cada fin de semana se concentran en los centros comerciales, deambulando sin rumbo fijo y contemplando absortas sus irresistibles escaparates, no cabría considerarlo un estadio inicial de zombificación. Por no hablar de las avalanchas y disputas que se repiten en cada periodo de rebajas… E incluso en el trabajo, ese compañero que siempre está sentado en la mesa de la esquina, inmóvil, taciturno, y que nunca habéis llegado a averiguar a qué se dedica exactamente, ¿no os parece que quizás ya se haya convertido en uno de ellos?
Porque si podemos extraer alguna lección de las películas de zombis, ésta es que todos estamos expuestos al virus. En el lado positivo, también sabemos que la única receta para sobrevivir es no perder la calma y permanecer unidos (aquel que intenta salvarse de forma individual, por muy bien armado que vaya, siempre acaba palmando). Con esto ya estoy apuntando el tema de la próxima entrada del blog…
Pero por hoy ya me despido, no sin antes pedir disculpas por anticipado si algún día tenemos un encontronazo casual y, por la vía de la compra u otros medios más primarios, acabamos luchando por apropiarnos de una tostadora con wi-fi.