Los árboles que adornan nuestras calles siendo los guardianes de la salud y la belleza de nuestro ecosistema urbano, cubren las aceras de hojas bellas que caen a los pies de los viandantes sembrando alfombras naturales que nos indican el comienzo de una nueva estación. En los parques infantiles, estas hojas van creando mantos de colores pardos, marrones de mil tonalidades que al ser pisadas crujen y se estremecen con un lamento que anuncia la venida del jardinero. Pero es entonces cuando la pesadilla llega a las calles y parques, con ruidos infernales que se escuchan por doquier y la tranquilidad y armonía de una ciudad se convierte en un infierno ensordecedor, en un ruido desde las ocho de la mañana que despiertan a los vecinos, a los ancianos que descansan, a esos trabajadores nocturnos que al llegar el día duermen para su siguiente turno. En algunos lugares concretos donde la biodiversidad vegetal urbana es más tupida, esos ruidos continuados pueden alargarse varios días hasta su limpieza total.
La contaminación acústica tiene que ser tenida en cuenta como otros tipos de contaminación existentes y el ruido debe de atajarse y ser evitado para no romper la armonía de nuestra ciudad. Fui testigo de la utilización de una sopladora que no hacía nada de ruido al llevar silenciadores en la Plaza Cibeles. Ante ello indagué por internet y existen silenciadores que pueden acoplarse a las maquinas sopladoras y a otros vehículos pequeños que se emplean para la recogida de los montículos de hojas acumuladas por las sopladoras.
Por ello desde esta ventana a nuestra ciudad, pido al Ayuntamiento que busque la forma para que la llegada de otoño sea también un momento mágico de explosiones de colores urbanos y no el anuncio de las ruidosas máquinas humanas para recoger las hojas caídas de unos árboles que nos ayudan a respirar. Los silenciadores serían una buena medida a cumplir por la empresa que gestiona este servicio y además también sería muy beneficiosa para la salud de sus operadores y el descanso para los ciudadanos.
Es un deseo que transmitimos desde estas páginas a nuestros servidores públicos del Ayuntamiento para que sea tratado en el Consejo de la Ciudad. Pensemos la llegada del Otoño como una estación señorial, llena de mil colores, donde la naturaleza se renueva para darnos esa energía tan necesaria e indispensable para la vida como es el oxígeno. Tenemos que desechar un otoño ruidoso y molesto producido por máquinas humanas. Respetemos nuestros oídos. No a la contaminación acústica.